China, sin dimensión
“No importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones.” Esa es la frase y metáfora con la que el dirigente del Partido Comunista Chino, Deng Xiaoping, emprendió una serie de reformas en China, en lo conocido como las cuatro modernizaciones: agricultura, industria, defensa y ciencia y tecnología. En la agrícola y rural (1978-1984) la meta era expandir las exportaciones, aumentar la infraestructura, mejorar el balance entre las industrias ligera y pesada, así como incrementar la inversión en la primera y reducirla en la segunda. La reforma industrial y de apertura (1984-1986) trató de aprovechar el capital, la tecnología y los mercados de otros países con la finalidad de modernizar la industria. La política de apertura condujo a la adopción de una estructura legal para facilitar las relaciones económicas internacionales y la inversión extranjera directa, a la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE) y “ciudades abiertas” para modernizar la industria nacional mediante el establecimiento de empresas extranjeras que procesaran productos para exportar gracias a incentivos de diversos tipos. Fueron reformas estratégicas (a partir de 1986). Las dificultades en el control macroeconómico provocaron presiones inflacionarias, desempleo y otros desequilibrios que requerían rectificación del programa de reformas emprendidas en 1978. En 1993 se estableció que las fuerzas del mercado desempeñaban un papel fundamental en una economía socialista, o socialismo de mercado, que es la combinación de éste con Estado.
Una clara muestra del éxito de este proceso de reformas es el incremento experimentado desde 1978 hasta 2011 por el coeficiente de apertura de China, pasando de 41.0 por ciento al 77.0. En el periodo 1978-1990 disminuyó hasta llegar al 25, mientras que de 1991 a 2013 la tendencia es a la alza. Eso ha llevado a que China se convierta en 2013 en el principal exportador mundial, superando a Estados Unidos. En los ochenta del siglo pasado no pintaba entre los países exportadores. En este contexto de apertura y reformas, se ha convertido en actor de primer orden en la economía global. En 1978 representaba el 0.94 por ciento del PIB mundial, el 1.69 de las exportaciones de bienes y servicios y el 1.15 de las importaciones de éstos. Sin embargo, en 2011 ya representaba el 8.34 del PIB Mundial, el 11.27 de las exportaciones y el 8.39 de las importaciones. En términos de la industria manufacturera hay importantes avances en materia de exportaciones, pues pasó de representar en 1984 el 1.03 por ciento de las exportaciones manufactureras del mundo a 15.4 en 2011, convirtiéndose así en parte significativa de la fábrica mundial, en el principal exportador de manufacturas del mundo.
En términos de las tasas de crecimiento del PIB, China ha experimentado una expansión inédita en la historia, pues desde 1978, cuando comenzó la reforma, hasta 2011 ha tenido una tasa de crecimiento media anual (TCMA) de 9.9 por ciento, mientras México presenta una modesta de 2.3 de 1982 a 2011. En términos del PIB per cápita, China tendría un crecimiento de 8.8 por ciento y México apenas 0.7[1]. Es decir, aunque las dos economías han tendido a tener mayor peso en el comercio exterior y éste ha crecido en términos no muy distantes, los resultados en materia de crecimiento económico son muy diferentes.
Es así como China se ha convertido en los últimos años en un actor importante en el mundo y hoy es una potencia económica regional en Asia y ya, sin lugar a dudas, una global de primer orden. En términos de las exportaciones manufactureras ha logrado superar a todos los países del TLCAN juntos en relación con su peso en las exportaciones mundiales, convirtiéndose así en una pieza importante de la fábrica global. En unos cuantos años se estima que sea la primera economía del mundo.
Vivencia personal
Fui invitado por la Universidad Politécnica de Tianjin a participar en un congreso con una ponencia acerca de China, un país que deseaba conocer por su cultura milenaria. La primera impresión es que es muy complicado moverse, al menos el primer día. Salimos del aeropuerto y nos dirigimos a un taxi, cuyo conductor no hablaba inglés como la mayoría de los chinos de la calle, lo cual no es el caso de los académicos. Así, entre señas y mostrándole el documento de invitación en su idioma, nos condujo al hotel universitario.
Me sorprendieron la Universidad por sus dimensiones y el hotel que parecía de cinco estrellas, inmenso. El encuentro se desarrolló sin novedad. Presentamos la ponencia: “Efectos de la entrada de China en el TLCAN: cambios en el patrón de comercio intraindustrial de Norteamérica”, traducida al inglés por Humberto Pérez Matus, para su posible publicación. Presentar algo así acerca de China en ese país era, según expresa el dicho, como ir a bailar a la casa del trompo. Al parecer gustó, se dio un leve debate con académicos asiáticos y estadunidenses, que eran la mayoría, los comentarios fueron positivos. Había algunos mexicanos de la UNAM, la UAM, la Universidad Autónoma Chapingo, la Universidad Autónoma del Estado de México, el CIDE, la Iberoamericana, la Panamericana de la sede de Guadalajara y el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey. El comentario era el mismo, estábamos sorprendidos de China, no esperábamos ver que ha avanzado mucho, pues hace apenas 40 o 30 años era un país agrario atrasado, económicamente hablando. No se ve pobreza, contrariamente a lo que pensábamos antes de estar ahí. Se concentra en el Oeste. Seguro que la desigualdad ha crecido pero se ve un país pujante con infraestructura de primera, tanto en carreteras como en calles, trenes de alta velocidad para todos lados, incluso para Lhasa en el Tíbet. Por ejemplo, viajamos de Beijing a Shanghai que tiene una distancia de 1,463 kilómetros y llegamos en cinco horas. El tren iba en tramos a más de 300 kilómetros por hora, pero hizo tres paradas durante el trayecto.
Aparte del trabajo académico, nos dimos a la tarea de ir a los destinos turísticos tradicionales de Beijing: la Muralla China, la ciudad prohibida, la plaza Tiananmen, el templo del cielo. Son realmente espectaculares. Sin embargo, algo que me dejó sorprendido fue el mercado nocturno de Donghuamen. Se dice algo muy conocido: «Los chinos comen cualquier cosa con cuatro patas, excepto las mesas; todo lo que vuela, a excepto de los aviones; todo lo que nada excepto los barcos.» La comida que se vende en el mercado nocturno de Donghuamen, en Beijing, es prueba de ello. Es impresionante ver arañas, alacranes, estrellas y caballitos de mar, testículos de lo que sea, serpientes, unas especies de ciempiés gigantes, etcétera. Son parte de tradiciones de algunas regiones. No quiere decir que todos los chinos coman eso. Imagino que es como el satz, la chicatana o nucú, las víboras, los jumiles y demás cosas que se come en algunas regiones de México producto de tradiciones prehispánicas. Pero en verdad que erizan nada más de pensar que eso se puede comer en China. No es lo mismo leerlo que verlo.
En Shanghai, que es una metrópoli en donde comenzaron las zonas económicas especiales, se ve mayor desigualdad que Beijing, pero está última me pareció con una riqueza cultural inmensa y con un nivel de vida envidiable y con menos desigualdad. En Shanghái nos subimos al Maglev (Magnetic Levitation), que es el tren más veloz del mundo y va a 430 kilómetros por hora, pero puede ir a 600. La ciudad es una especie de París (barrio francés) de un lado y Nueva York City por el otro lado del rio Yangtsé. El barrio chino de Shanghái es una joya de la arquitectura milenaria china.
Si se pudiera caracterizar China con imágenes sería por las grúas de pluma que se ve por todos lados, las chimeneas humeantes y contaminantes y un tránsito endemoniado. China lleva más 30 años con tasas de crecimiento espectaculares, pero con un costo ambiental significativo, y seguro que tienen enorme responsabilidad por el cambio climático. Nadie va a parar a los chinos en ser la primera economía del mundo.
China es un paradigma en materia de crecimiento económico. No es fácil en este gran país con etnias como arroz y muchos idiomas con dialectos. Los economistas chinos de las reformas, hasta ahora, han tenido éxito en materia de crecimiento económico, con riegos ambientales evidentes no sólo para los chinos sino para el mundo. La migración del campo a la ciudad, producto del crecimiento económico, es bestial. Se estima que más de 300 millones de chinos han migrado del campo a las ciudades en busca de mejorar sus condiciones de vida y, pese a las restricciones del gobierno que desestimula la emigración, se ha dado el flujo más importante de la historia de la humanidad. No es fácil resumir las vivencias pero China y otros países de Asia se están convirtiendo en los nuevos jugadores globales y el baricentro de la economía global está pasando del eje del atlántico al pacífico asiático a pasos acelerados.
Los chinos han demostrado con creces que son gatos, no importa si son blancos o negros, que saben cazar ratones y que éste será el siglo de China.
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