Una crítica a la ciudad “moderna” de Tuxtla Gutiérrez
Por Fermín Ledesma Domínguez (*)
Como sostiene Manuel Castells (1971), una ciudad o una región metropolitana constituyen siempre un ente estructurado que puede corresponder a un sistema funcional de la ciudad, es decir, como un cuerpo organizado que debe administrar su propio dinamismo interno, asegurar su expansión y reintegrarla a través del control social, de ahí que, no sólo sea un espacio de trabajo, habitación, ocio y circulación, sino que la ciudad es producto de la historia y expresión de la sociedad.
Este texto breve es un intento por realizar un análisis descriptivo de la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, a partir de la producción y reproducción del espacio. También es un recorrido por el espacio tuxtleco como crítica a la modernidad actual de las ciudades mexicanas que permiten escudriñar las transformaciones espaciales y prácticas sociales de las ciudades intermedias del sureste del país.
La ciudad.
Para tratar de obviar la historia que no es motivo de análisis, diríamos que Tuxtla es relativamente joven como capital del estado, apenas más de un siglo atestiguan su desarrollo como ciudad principal de Chiapas. En ese periodo, su transformación ha sido exponencial.
Entre estudiosos de la urbanización de la ciudad existe el consenso de que la primera modernización de Tuxtla Gutiérrez se remota hacia finales del siglo XIX cuando fue declarada capital de la entidad, pasando de un “villorio” a una ciudad de servicios públicos administrativos y prestaciones de servicios, particularmente a partir de 1892 hasta 1940.
Cuando fue declarada capital del estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez apenas contaba con 9 calles a la redonda, algo así como más de dos kilómetros en la parte más ancha del pueblo.
Un segundo momento va de la época de 1940 hasta 1970 en la que las acciones públicas de los gobernadores se orientaron a construir la infraestructura y el equipamiento urbano. Así, carreteras, parques, mercados públicos, centros recreativos, calles, oficinas administrativas de gobierno etc, posibilitaron la consolidación de Tuxtla Gutiérrez como ciudad y capital.
Al parecer, fueron las grandes obras como la construcción de las presas hidroeléctricas de Chiapas y el reacomodo de la población afectada por el terremoto en el vecino municipio de Chiapa de Corzo las que demandaron el mayor número de viviendas y espacios disponibles para el trabajo, el ocio y la habitación a partir de la década de 1970.
En consecuencia, surgieron los primeros problemas urbanos con lo cual comenzó una nueva etapa de transformación y apropiación de los espacios tradicionales de los barrios tuxtlecos de casas de adobes y bastos jardines.
Hasta mediados del siglo XX, los arroyos y las “pozas” del Sabinal que fungían como espacios de ocio, cohesión social y zonas de intercambios comenzaron a desdibujarse por la mancha urbana en crecimiento en los barrios de Santo Domingo, La Pimienta, El Calvario, El Cerrito, Niño de Atocha y Barrio Nuevo (Zuarth, 2010). Hasta este momento, las fronteras barriales de Tuxtla estaban claramente definidas, así como las actividades y las clases sociales.
En la década de 1970, los primeros conjuntos habitacionales de la ciudad dieron paso a hogares de “bajo costo” para la clase trabajadora que se aglomeraba en Tuxtla Gutiérrez. Así, surgieron en el norte oriente y poniente colonias como Maya, Los Laguitos o 24 de Junio.
Hacia la década de 1990, Tuxtla Gutiérrez tuvo un crecimiento poblacional promedio anual de 4.8 mientras que para el año 2005 había disminuido a 2.7 con una densidad media urbana de 82.8 habitantes por cada hectárea (INEGI,2005). Para 2006 la circulación se volvió un problema. Un promedio de 70 mil vehículos circulaban en la ciudad, de ahí que el robo de vehículos fuera tan atractivo, según el Plan de Desarrollo Municipal (2008).
Los anillos de la ciudad
Si miramos desde el viejo planteamiento de E. Burguess quien establece que las ciudades se pueden estudiar a partir de anillos concéntricos (Castells, 1971); en su aplicación a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, diríamos que el primero de ellos actualmente está ocupado por la catedral, los edificios públicos como el palacio de gobierno, palacio federal, congreso del estado, ayuntamiento, los comercios locales, viejos edificios de hoteles y cines, bordeado por las iglesias de los antiguos barrios que evidencian la nostalgia del viejo Tuxtla y, sobre todo, revelan que el clero y el gobierno siempre han estado tan cerca de todo.
Diríamos que este primer espacio es “históricamente” el centro de la ciudad pues en ella se encontraban “las casas de adobe de dos aguas, techadas con tejas, amplias, grandes, de un solo nivel, edificadas en terrenos de amplias superficies (Cárcamo, 2003)”. Por eso se añora, el Parque de Las Damas, la gran avenida la República o la casa Farrera.
Hoy, el centro es el lugar donde ocurre parte del proceso de consumo, intercambio y gestión. Ahí están los mercados públicos, los comercios y las oficinas públicas, y por ende, una parte de la circulación vial confluye hacia este punto, sobre todo del sistema público de transporte.
Así, el centro se convierte en el espacio de representación simbólica e integradora, es decir, una mezcla de pasado y presente, pues no solo se lleva a cabo el proceso de consumo, sino las fiestas anuales de San Marcos Evangelista y otras representaciones simbólicas nacionalistas (el grito de independencia, los desfiles cívicos, etc) que no necesariamente refuerzan la identidad zoque a la que tanto apela Tuxtla cuando de su pasado se trataAl analizar las ciudades medias, el geógrafo francés Claude Bataillon (1997) cuando se refiere a los centros urbanos afirma que “el corazón de la ciudad, en general muy heteróclito, refleja el grado de modernización, así como los riesgos de iniciativas audaces o devastadores de los sucesivos ediles. El modernismo se concentra en los supermercados, las oficinas, los estacionamientos por pisos.”
Paradójicamente, en este primer anillo de la ciudad ocurre un proceso de invasión-exclusión, entendido como una forma de apropiación del espacio por parte de inversionistas y comerciantes, quienes provocan toda expulsión posible de la población que tradicionalmente ocupaba las viviendas de adobe de los barrios del centro histórico de la ciudad. Los geógrafos llamarían a esto, un proceso de gentrificación.
Es así como desde el centro, la nueva urbe desmantela las viejas estructuras sociales para dar paso al proceso masivo de consumo, con “modernos” andadores [de cableado subterráneo] y con botones de emergencia cada 10 metros para que las ventas nocturnas que tanta falta hacen a los comercios y a la economía, ocurran con “orden, limpieza y amabilidad“.
Como medida transformadora, las viejas familias del centro han sido convertidas en migrantes dentro de su propia ciudad, pues fueron enviadas a “colonizar” los nuevos territorios urbanos-rurales como El Jobo, Copoya, San Fernando y Berriozabal, etc, o que mejor, los archipiélagos carcelarios bajo la máscara de una boyante nueva sociedad Tuxtleca, o mejor dicho, en el Nuevo Tuxtla, pues el centro está agotado.
Es así que con esta reestructuración del espacio, las familias tradicionales tuxtlecas comenzaron a escasear en el centro de la ciudad desde hace mucho tiempo al originarse el proceso de descentralización o gentrificación. A su vez, la migración ha dado paso al desplazamiento hacia las nuevas zonas periféricas urbanizadas, donde no solo el clima “es favorable” sino el mercado de tierras ejidales ha resultado de bajo costo, dando paso a una sociedad neorural, que valora el medio ambiente periférico, pero que se desenvuelve en la ciudad.
Ahora veamos lo que ocurre en un segundo anillo de la ciudad. Ahí, sobreviven los barrios El Cerrito, El Calvario, San Jacinto, La Pimienta, Niño de Atocha, Santo Domingo, Colón y San Francisco. Geográficamente, parten del norte, la Iglesia Niño de Atocha (novena norte) hasta la iglesia de Guadalupe, pasando por Santo Domingo, Barrio nuevo, El Cerrito y haciendo el círculo con la Pimienta y Niño de Atocha, nuevamente.
De hecho, estos barrios son los únicos que aún [y escasamente] guardan estructuras sociales religiosas y tradicionales, (mayordomía, intercambios religiosos, etc) pues el resto de la ciudad se comporta como espacios colonizados, no en vano son llamadas colonias populares en su forma política-administrativa y territorial.
Si podríamos recorrer este segundo anillo concéntrico, encontraríamos iglesias y algunas viviendas tradicionales de adobe a punto de diluirse en la “modernidad”, mercados públicos y pequeños parques que parecen hacer frente a la invasión- exclusión de los comercios locales y las oficinas de gobiernos.
En este segundo anillo viven las personas de mayor edad y donde parecen sobrevivir los únicos rastros de la presencia indígena de la ciudad, pues algunos barrios actúan como los pocos [y únicos] espacios que aún apelan a su identidad zoque. No en vano, cada año los principales festejos de las Vírgenes de Copoya parten de este lado hacia la periferia sur de la ciudad. Particularmente El Cerrito, en el poniente sur. ¿No son estos, espacios de reivindicación zoque?.
De hecho como observa el investigador Carlos Uriel Del Carpio (1995) en los mercados públicos del centro, predominan “las mujeres zoques y de origen local predominan en dos de los mercados centrales (Castillo Tielemans y 20 de Noviembre). En otro de ellos parecen predominar mestizos y Oaxaqueños (Díaz Ordaz). Los Chamulas, zinacantecos y cultivadores de hortalizas del Valle de Chiapa de Corzo tienen primaria en otros mercados que abastecen el sur y oriente de la ciudad”, de reciente creación (San Juan y Los Ancianos).
Por su parte, en un tercer anillo, ubicaríamos la ciudad de la clase trabajadora, atisbada por los créditos hipotecarios de viviendas de “interés social” de dos décadas atrás que muestran claramente la división de clases de la urbe, incluso, hasta los nombres como señal de la pertenencia urbana. El geógrafo Bataillon los llamaría la ciudad proletaria.
Las colonias 24 de Junio, Infonavit Rosario, San Pedro Progresivo, Jardines del Pedregal, Las Aguilas, etc, sobreviven en esos espacios urbanos de la clase media colindantes, además, con áreas deprimidas como las colonias Albania Alta,. Cruz con Casitas, Las Granjas y Patria Nueva, ejemplos de lo que el paternalismo de los gobiernos locales pueden hacer con la pobreza urbana, y donde la inseguridad, la violencia y la pobreza son evidencias de que algo pasa en la ciudad entre política y los cinturones de miseria.
Como sostiene Eduard Soja en Postmetrópolis (2009) en estos espacios, algunos de los habitantes son demonizados adjudicándoles la figura del enemigo interno, constituyendo de este modo poblaciones flotantes de nómadas urbanos que ocupan bolsas locales de extrema dureza, portadoras de pobreza, decadencia, enfermedad, drogas, crimen y violencia.
En estas áreas deprimidas no hay espacios carcelarios, se respira más libertad pero con inseguridad, aunque los parques del Oriente y el de la mujer soldado evidencian la llegada de la ciudad ideal con parques temáticos. Evidencia de que la ciudad es un espacio desigual.
En un cuarto anillo ubicaríamos el norte-poniente de Tuxtla donde se encuentran los archipiélagos carcelarios; familias enteras encerradas; puertas y portones automatizados que evidencian las cámaras de vigilancia y los miedos en cada esquina; en cada una de ellas, policías privados asumen el miedo de los “otros”. El Mirador, Club Campestre, Las Palmas, Monte Real, ejemplifican la geografía del miedo de la élite tuxtleca.
En estos archipiélagos de calles amplias y limpias, el automóvil se vuelve el actor central, y la ausencia de grandes parques evidencian el grado de convivencia social.
La aparición de colonias como Monte Real, San Fernando, Lomas del Venado son evidencias de que la urbanización de la periferia tuxtleca ha comenzado como un proceso de reestructuración de la ciudad y de que el espacio central de la zona urbana se ha agotado.
Los parques temáticos como ciudad ideal
A partir del año 2010, algunos parques resurgieron revitalizados como nuevos espacios de ocio. El parque Morelos de un viejo centro construido con una carga simbólica de nacionalismo ad hoc de la clase gobernante pasó a ser un espacio ideal; por otro, surgió el parque Noquis Cancino como espacio para dar lugar a seres excluidos, antes invisibilizados. El Santo Domingo fue “modernizado”.
Estos espacios ocupados a través de parque, sea Santo Domingo, Noquis Cancino parecen evidenciar que no son propiamente para la concentración de las familias, sino espacios que dan color de modernidad a la ciudad. Los parques están distantes de las clases populares, lo cual indica que los parques fueron hechos para la pujante clase media, al menos eso evidencian los amplios estacionamientos, las tiendas de souvenirs. Etc. Las clases pobres tienen que conformarse con su parque abandonados.
Invisibles
La ciudad también parece desdibujar a los nuevos sujetos que han llegado a Tuxtla. En la colonia [Ejido] Madero se desarrolla un espacio de ruralidad absorbido por la urbanidad, de esas transformaciones que solo el capitalismo puede explicar y desdibujar.
Los actuales ejidatarios modernos cohabitan con familias totonocas, invisibles según los últimos datos censales (INEGI, 2010). Los Totonacas de la madero trabajan, labran la madera en el día a dia y comercian con sus vecinos en el mercado “informal” o bien dentro de la línea de la población económicamente activa que vive en pobreza extrema urbana. En 2005, se identificó a más de 10 mil habitantes hablantes de alguna lengua indígena, principalmente tsotsil y tsetal que coexisten en la ciudad.
En la década de 1980, Tuxtla recibió a refugiados guatemaltecos y salvadoreños víctimas de la guerrillas Centroamericanas; ellos se cohesionaron y formaron comunidades invisibles, en el anonimato, como medida de protección. Hasta hoy, muchas son invisibles aun, y más bien se han diluido.
A manera de reflexión.
Tomando como eje los planteamientos de Dean MacCanell en Los Dos Imaginarios (2012) diría que la función que tenía la ciudad de Tuxtla Gutiérrez como nodo de comunicación, transporte, comercio y como espacio para vivir, trabajar, estudiar, jugar y comprar comienza a ser asumida por los pueblos satélites o vecinos como Chiapa de Corzo, Berriozabal, Ocozocuautla, San Cristóbal y Suchiapa, es decir, nos estamos acercando a la transformación histórica de la ciudad.
(*) Universidad Autónoma Chapingo-MCDRR.
ferld31@gmail.com
es triste checar como nuestos gobernantes en su afan por inovar han acabado con joyas arquietectonias antiguas de nuetro tuxtla ,como de arboles milenarios que hablan por si solos del pasado de tuxtla , las nuevas generaciones ya no tienen puntos de referencia sobre nuestro pasado historico ya los acabaron los inconcientes gobernantes que ha tenido chiapas, que se las dan de muy cultos . una ciudad sin historia es una ciudad sin memoria, y ya quieren acabar con el teatro belisario dominguez ,solo queda muy pocas construcciones en la capital como testigos silentes de lo que ha sido nuestra ciudad.es verdaderamente triste y deprimente que sin medir el alcance de sus actos los gobiernos o presidentes acaben con estas bellezas y nadie le importa,» tuxtla es hermosa por su modernidad», esta es una manera estupida de analizar es bonita la modernidad pero contemplar lo antiguo nos hace imaginar de donde procedemos.
Es muy lastimoso que en nuestros tiempos, aún sigan siendo acarreados muchos ciudadanos, algunos chiapanecos, pero otros fuereños vienen a contribuir al retroceso de nuestra capital y en algunos casos de nuestro estado. Todo lo que ha dicho en su 2o. informe Toledo Cordova, podemos aceptar que en un 1% es real pero que en un 99% no es cierto lo que informó. Para muestra nuestro fraccionamiento San Isidro Buena Vista, donde vivimos burócratas desde hace más de 20 años, en dónde ninguna mejora se ha realizado, por el contrario, SE HAN VENDIDO NUESTRAS ÁREAS VERDES, A UN TIPO VERACRUZANO DE NOMBRE ADRIAN RAMIREZ ROJAS, otorgado por el NEFASTO ex-presidente municipal JAIME VALS ESPONDA. Este 2o. informe del actual presidente municipal, NO ES CIERTO LO QUE MENCIONA, NOSOTROS NO TENEMOS: Calles pavimentadas, alumbrado, agua todos los dias, PARQUE DEL LADO ORIENTE PARA NUESTROS HIJOS y SERGIO VALS ESPONDA PUBLICÓ EN UN CALENDARIO QUE ESTAS CALLES ESTABAN PAVIMENTADAS Y TODOS LO CREYERON, VENGAN A VER COMO ESTAN NUESTRAS CALLES. . .LLENAS DE BACHES. . . TODO LO QUE DICEN LOS POLITICOS ES PURAS MENTIRAS. Cuando recien tomó poseción el gobernador Manuel Velasco Coello, solicité de manera representativa de este fraccionamiento, todas nuestras necesidades y a dos años. . .CASO OMISO, ESTAMOS IGUAL O PEOR.
La cita de Zuarth 2010, cual es de forma completa. y si puedes poner las citas completas para checar algunos puntos interesantes que tocas, te lo agradecería.
Me parece un estudio además de bien documentado, al punto y de buen juicio a pesar de ser «panorámico». De todos modos, para comprender la realidad tuxtleca desde la perspectiva socio-política y geográfica (por decirlo así), no cabe duda de que aporta significativamente a la misma…
tuxtla gtz chis; es una PORQUERIA DE CIUDAD, y lo digo como chiapaneco, NO ES LA MEJOR CIUDAD PARA VIVIR, ESO ES FALSO, aunque hayan comprado el titulo $$$$ ante la onu, está mal planeada, no hay orden, calles deplorables ( hoyos-craters), aguas sucias de drenaje por las calles, alcantarillas-rejillas sin protección, basura por todos lados, ambulantes con mercancía pirata y robada vendiendo en el centro adueñandose de las banquetas y calles, delincuencia, asaltos,violencia, crímen,………..toda la ciudad apesta empezando con el alcalde, jum!