Receta para fabricar presidentes
Halina Gutiérrez Mariscal*
Es evidente que en este momento los ojos de gran parte del país —al menos eso esperaría una— están en los recientes acontecimientos del panorama público: la aprobación de la reforma energética, el incremento a la tarifa del metro de la ciudad de México y la libertad para manifestarse en la capital. Con todo, no debemos perder de vista aquellas cosas que quienes detentan el poder no han perdido de vista: el presente sexenio va a terminarse, con todo lo que ello implica, y pensar en un posible sucesor, por lejano que parezca, es algo que resulta necesario para un partido que no quiere volver a perder la residencia presidencial.
El numerito fabricado de un joven gobernador, amartelado con una rústica actriz de Televisa, que comienza a ser visible por sus costosísimos gastos de promoción de imagen (véanse algunos datos sobre sus gastos publicitarios) es algo que ya habíamos visto, y que está repitiéndose, con mínimas variantes, en la persona del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco Coello. Con la experiencia precedente, quienes vimos a EPN ascender en los espectaculares de las grandes avenidas, los anuncios de cine y la pantalla de Televisa mientras era gobernador del estado de México, podemos intuir por dónde va el rumbo que pretende tomar, o pretenden que tome, este joven y —a decir de las cifras y resultados— inexperto gobernador, que posa por aquí y por allá para la foto, con expresión dispendiosa y paternal, como hiciera en su momento el actual titular del ejecutivo.
Promoción ilimitada de imagen
En 1909, Francisco I. Madero dio inicio a la primera campaña política de su tipo en el país. Aunque ya antes había existido promoción de candidatos, por medio del acercamiento a la gente en sus propios pueblos y ciudades, lo que Madero hizo de su campaña fue un movimiento nacional, anteponiendo un principio a un candidato. Madero realizó varias giras de campaña por diferentes partes del país entre 1909 y 1910, primero como delegado antirreeleccionista, y desde mayo de 1910 ya como el candidato que se opondría a Porfirio Díaz en las elecciones presidenciales de ese año. Esta campaña, financiada con recursos privados provenientes del bolsillo de Madero y de algunos de sus simpatizantes, si bien hizo de éste una figura conocida y relacionada con el antirreeleccionismo, tuvo el efecto de abonar la semilla ya existente del descontento, preparando así el camino para los hechos que vendrían después. Generó debate político. Alentó la discusión y participación ciudadanas. Pedro, paradójicamente, también construyó una imagen política asociada con su persona y no nada más con su idea.
Más de cien años después, los mexicanos nos hemos hecho expertos en ser espectadores y objeto de múltiples campañas políticas de todas tendencias y colores —o casi todos—. Hemos aprendido, de maneras muy poco amables, que la democracia nacional se juega, más que en las urnas, en los spots y fotos de campaña. En la era digital, los tiempos oficiales de campaña han sido rebasados para dar lugar a lo que podríamos llamar “inserción cobrada de un candidato”. Cobrada porque en muchos casos, como en el aquí mencionado de Manuel Velasco, los recursos para pagar las inserciones publicitarias son cobradas a los ciudadanos por vía de las contribuciones. Así, no sólo vemos cómo los recursos millonarios que podrían ser utilizados para fines más eficaces como disminuir el índice de pobreza de sus habitantes son despilfarrados en medios televisivos, electrónicos e impresos, difundiendo el rostro del presidenciable (muchas veces acompañado de su novia) sino que además sentimos cómo se nos va preparando para la oleada publicitaria (con romance incluido) que nos lanzarán encima cuando en 2018 el flamante gobernador se convierta en candidato presidencial.
En esta era digital es fácil transformar una imagen. En julio del 2012, Enrique Peña Nieto fue retratado por la prensa internacional como un hombre cínico, iletrado y autoritario, poseedor de una imagen que fue retocada por los medios de comunicación. Hace unos pocos días, ese mismo hombre cuyas características no se han modificado sino acentuado con su nuevo cargo, fue incluido por la revista Foreign Policy entre los cien pensadores más influyentes del mundo. Si fuésemos estrictos, unas elecciones limpias implicarían una competencia equitativa entre los candidatos, con gastos de campaña fiscalizables y limitados. Esta prematurísima promoción de personajes priistas con cara de presidenciables —al parecer el nuevo look del presidenciable es a la usanza de Peña Nieto y Manuel Velasco, con actriz de Televisa de la mano— ha comenzado, desde ahora, a ensuciar la competencia electoral de los próximos comicios, no sólo locales sino federales.
* Publicado con permiso de www.elpresentedelpasado.com
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