La partida del cafetómano mayor, Pepe Figueroa, el periodista de cuatro décadas
Para evitar habladurías, el periodista Pepe Figueroa, comentaba sonriente, que lo único que construyó, diseñó y le apasionó cuando se desempeñó como presidente municipal de Jiquipilas fue construir una enorme “j” a la entrada de su pueblo. De él, a diferencia de muchos alcaldes, nadie puede decir que no hizo ni jota.
Hoy el cafetómano mayor, el autor de la columna Café Avenida, el periodista dicharachero, simpático y antisolemne se ha marchado a los 61 años, víctima de un infarto.
La última vez que lo vi fue en la Cafetería San Carlos hace seis meses aproximadamente. Hablamos de lo que solíamos abordar en cada encuentro: de periodismo y de políticos.
Era un gran conversador, un hombre que desbordaba anécdotas, humor y palabras.
Recuerdo que me invitó a tomar un café después de que publiqué mi libro Periodismo contemporáneo en Chiapas. Me dijo que le había gustado mi texto porque había retratado nuestra triste realidad de la prensa aldeana.
En el 2006, con motivo de este libro, nos habíamos reunido varias veces. Una de ellas, el 15 de enero de ese año, en el Biocafé del Centro Cultural Jaime Sabines. Guardo la entrevista, pero la tengo en un caset y no encontré anoche reproductora para volver a escucharla. Afortunadamente, conservo la versión estenográfica.
En esa ocasión, le pregunté si había deseado en algún momento tener un periódico, porque recordé que Higinio García Mendoza me había dicho que don Enrique Toledo Esponda, creador de Cuarto Poder, antes de vender el periódico a Conrado de la Cruz Jiménez, se lo había ofrecido a Pepe Figueroa. Me respondió que no le había interesado contar con un periódico propio, ¿para qué?, preguntó y él mismo se respondió: “Dan mucha lata”.
Me habló de su rutina como reportero en los sesenta y setenta: “De diez de la noche a seis de la mañana había que corregir galeras; ya impreso se tenía que corregir, se tenía que darle una miradita y checar que esas cosas no salieran así; había que trabajar hasta las cuatro de la mañana; el linotipo era muy lento, me dormía un ratito mientras salían otras galeras, hasta que a las seis de la mañana ya estaba listo el tiro y veía: ‘esto sale, esto no’ y hasta que salía. Entonces me iba a descansar, me levantaba a las once o doce, ya agarraba mi rutina de nota policiaca, me iba yo a la Policía Judicial, al Hospital Regional, a la Cruz Roja… Es que era reportero de policía, no de política”.
-¿Y los demás periodistas, los de política, a qué fuentes acudían?
-Iban, por ejemplo, a la Reforma Agraria, Palacio de Gobierno, pero más se dejaban llevar por los boletines, tan es así que un día me encuentro a don José Luis Cancino, ya después de haber trabajado con él, y le dije que debería sacar su periódico los lunes, y me contestó que no, porque los lunes no había boletines. Con ese tipo de respuesta, que era de todos los directores de periódicos, uno se preguntaba, dónde queda la información, la decisión y la determinación de servir a la sociedad; por eso digo, ahora puede causar risa, pero nosotros teníamos que depender de instrumentos institucionales para que pudiera haber periodismo, y eso era lo normal. Por eso, en Chiapas los lunes no circulaban los periódicos porque los domingos no trabajaban en comunicación social.
El 10 de abril de 2006 empezó a publicar Café Avenida en El Heraldo, una columna que había deambulado por diferentes periódicos de Chiapas, hasta que el sábado encontró su punto final, para tristeza de nosotros, sus agradecidos lectores.
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