La diplomacia clerical
Investidos del poder Papal, la fe y la buena voluntad de los feligreses, los príncipes provinciales y sus ayudantías facultados por El Vaticano, establecidos en la demarcación diocesana de Tuxtla Gutiérrez, han hecho muy poco por la opción preferencial por los pobres de Chiapas en la línea de derechos humanos y de oposición al gobierno que los mancilla y atropella.
Los pobres y marginados que además de hambre y sed, anhelan saciarse de justicia, equidad y alternativas de desarrollo.
Las actividades clericales de los jerarcas de la Iglesia en esta región, se reducen a ministerios de camarín y algunas veces de palanquinescomunitarios.
La acción social del evangelio liberador en pro de derechos fundamentales es letra muerta para la feligresía católica, que se concita al abrigo simbólico de la catedral de San Marcos.
En ella se conjuntan los pueblos zoques, de gran pasividad, por cierto; lo mismo migrantes, que una diversidad flotante de grupos étnicos.
En Tuxtla Gutiérrez la arquidiócesis comparte espacios de vecindad con los poderes de gobierno.
Esta cercanía entrambos se caracteriza por la tersa suavidad de su cohabitación.
Los obispos y arzobispos han tenido especial cuidado en no desatar disgustos al gobernante. Cuidan sus lenguas, frenan sus opiniones y comentarios, de suerte que no mellan yelmos ni escudos de los señores del mando.
Muy por el contrario, impulsan acciones de mutuo entendimiento, de valores bien entendidos para que sus relaciones sigan transitando sobre mullidas alfombras, cuyos pasos no los delaten ni los muestren en toda su fase histórica de auténticos amasiatos con reyes y emperadores.
Los mitrados, ataviados en sotanas de oropeles, calzados en suaves zapatillas y expresiones susurrantes, disertan y funden sus opiniones con sutileza cardenalicia, como si pactaran en los indescifrables pasillos del Vaticano.
Expertos en la diplomacia clerical, de refinados gustos y maneras, dominan el arte de la seducción, saben allegarse la admiración, los favores y hasta la devoción de la clase gobernante y del pueblo creyente.
De matizadas estrategias, casi todo en ellos es actuación. Los obispos y arzobispos urden y consuman las postrimerías de la existencia humana, pero se solazan en la vida terrenal con la abundancia placentera que generan los grandes caudales acumulados de la jerarquía clerical.
Recuerdan expediciones de predicada credulidad, con imposiciones, sometimientos y ordenanzas de apego a los poderes reales y fácticos del mundo.
Practican y predican el silencio, como también paladean la buena mesa, disfrutan la buena cama, libres de sobresaltos y temores que sí padecen los críticos de las justicias e inequidades gubernamentales.
Como ocurre también con quienes comparten vivencias al lado de los no poderosos de la tierra, como ejemplificaron los hombres y mujeres comprometidos con el legado del evangelio antiguo.
Los obispos y arzobispos de Chiapas han, como flotado, en un mundo evanescente, mítico y de ficciones, en donde las enseñanzas de la piedad cuando florecen los campos de la fe, y el escepticismo aflora en solidaridad, no han podido ni querido encarnar el evangelio como lo hizo hace más de 2 mil años su principal protagonista.
Los pobres, los humildes, los ignorantes y los desterrados de la esperanza, los del éxodo de la globalidad, aparecen como convidados que obtienen de lo que cae de las mesas señoriales, a cambio de que engullan bajo el silencio enseñado desde el púlpito.
Los obispos Felipe Aguirre Franco, José Luis Chávez Botello y los arzobispos Rogelio Cabrera López y Favio Martín Castilla, parecen seguir a pie juntillas exquisiteces terrenas que las huellas de Las Sandalias del Pescador.
Actitudes y conductas que se destellan en la inapelable verdad de por sus frutos los conoceréis.
Guidados por protocolos y auras que se pretenden beatíficas, en consecución de paz concordia fraternales, los príncipes provincialesaceptan casi todo dictado del gobernante en turno.
En algún momento Aguirre Franco se distanció del ex gobernador Patrocinio González Garrido, pero la llegada a Chiapas del extinto Juan Pablo II los reunió en la comunión de los coloquios palaciegos.
Juan Sabines El Viejo, y su hijo Juan José, El Zorrillo Depredador, simbolizan depuradas y ostensibles complicidades. Ambos dados a remodelar e iluminar con sofisticación la catedral tuxtleca.
Obispos en su notoriedad, que como José Luis Chávez Botello, estirado yexquisito como lo fue semejaba a los purpurados del virreinato y La Colonia.
Hacía suponer que cuando saludaba o abrazaba al pobre, al enfermo, al menesteroso o al campesino, acudía presuroso a su botiquín personal para lavarse las manos en alcohol.
Jocos, alegres y degustadores de viandas
Rogelio Cabrera y su bonhomía que no traspasó los umbrales de las declaraciones a modo y de no molestia al gobierno.
El silencio de los príncipes de las provincias en el Chiapas de los contrastes dolorosos de la injusticia, la inequidad y los rezagos ,ha sido más buena vecindad, acuerdo y complicidad con el fuerte y agravio contra el débil.
De ahí que cuando en declaraciones de prensa, Favio Martínez obvió que cuando un niño es abusado sexualmente por un sacerdote muere su futuro, pero cuando una mujer interrumpe su embarazo comete un asesinato, reunió en su contra la opinión pública del país y el extranjero.
La complicidad de los silencios del clero parecía castigada así por la condena de los cibernautas.
Una semana antes, el responsable de comunicación diocesana y sacerdote- consejero de obispos y arzobispos, José Luis Espinosa arremetió verbal y prohibitivamente contra periodistas que pedían la entrevistar a Fabio.
Ocho días después el príncipe de las provincias fue brutalmente enjuiciado y sentenciado, paradójicamente cuando habló y quiso romper los silencios largamente acumulado por el clero de esta región chiapaneca.
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