Junk’olal, el equilibrio
Por Fernando Limón Aguirre (*)
El ser humano busca el equilibrio como la naturaleza también lo hace, aunque aquél es enormemente más débil. Se puede decir que eso es la vida: la búsqueda del equilibrio. Si se deja de buscar ocurre lo que al camarón “que se duerme y se lo lleva la corriente”, lo aleja más y más del equilibrio, incluso al grado de ponerle en un lugar donde la convicción de su posibilidad y de esmerarse por él pueden desaparecer por completo. Las consecuencias, en este caso, son gravísimas, pues se acepta tácitamente el desequilibrio con sus efectos de muerte y la pérdida de toda vitalidad.
Abramos los ojos para atestiguar lo que ya ha ocurrido e identificar, en estas imágenes y lacerantes contrapuestas, dónde nos ubicamos: por un lado acaparamiento y despojo por el otro, opulencia y miseria, despilfarro e insuficiencia, poder y sumisión, control y abandono, centralidad y marginación; explotación irracional, contaminación exacerbada, extinción de especies y pérdida de biodiversidad frente al confort humillante, el consumo escandaloso, el acaparamiento vejatorio y la perversa modificación genética hasta de semillas fundamentales como es el maíz. ¿Es o no nuestra realidad? Y, dada esta realidad, ¿dónde queda el equilibrio como proyecto de vida? ¿mantenemos la convicción por un equilibrio factible o ya no la sustentamos? ¿qué piensa usted? ¿cuál es su posición?
Quien busca el equilibrio vive en armonía y en paz. No puede buscarse el equilibrio sin tener paz y armonía, pues ambas son prerrequisito y anticipo de aquélla. Y si hubiese quien haya encontrado el equilibrio, no puede quedarse dormido en sus laureles. Recordemos que esta imagen proviene de las justas píticas de la antigüedad en Grecia, en las que a los vencedores se les coronaba con laureles, a diferencia de sus contemporáneas justas en Olimpia donde los triunfadores eran condecorados con ramas de olivo. Entonces el laureado tenía que esforzarse para repetir su triunfo y seguir siendo considerado el mejor. No podía dormirse en los laureles si pretendía mantenerse en esa condición.
Así que para no vivir en ambientes mortecinos, el ser humano está compelido a buscar continua y renovadamente el equilibrio; mas ya sabemos que emergen hechos, así como circunstancias que corresponden a las condiciones sociales de vida y múltiples situaciones que nos dan empujones en todas direcciones menos hacia tal equilibrio. No es fácil mantenerse en busca del equilibrio y mucho menos lograrlo.
Pero, no sólo eso. La situación es más trágica, ya que nos pareciera que aquello que nos empuja al desequilibrio campea con mayor libertad que la libertad misma; es como la infidelidad y sus aromas tentadores en contraposición a la fidelidad y sus exigencias. Quiere decir que con frecuencia las imágenes en nuestro cerebro nos hacen muy malas trampas. Tal percepción es ya en sí un inconveniente a nuestro anhelo de equilibrio, pues además de confundirnos nos desprovee de su deseo.
Filosófica, sociológica y antropológicamente la búsqueda social del equilibrio es un anhelo por la recuperación del paraíso perdido. Es el esmero por revertir el sentido desastroso de la historia, reabriendo las puertas del paraíso para el ser humano, como lo expresara Walter Benjamin.
En el caso de las culturas, sus síntesis del conocimiento construido a lo largo de su historia, sus principios éticos, sus consejos y enseñanzas, son como luces mesiánicas que auguran un nuevo día y que esclarecen la ruta a seguir para recuperar el paraíso perdido. En el caso del pueblo maya-chuj, las abuelas y los abuelos, los antepasados, los que ya murieron, nos legaron su conocimiento y en él destacan el valor y la convicción por el junk’olal así como las prácticas y modos de actuar que conducen a él y que lo hacen realidad. En otras palabras y en un intento de traducción: nos dejaron el equilibrio como consigna y encomienda.
Como breviario cultural y antes de concluir, compartiendo más de la cultura chuj, se trata del pueblo originario habitante precolombino de la parte más noroccidental de los Altos Cuchumatanes en el departamento de Huehuetenango, Guatemala, hasta la parte más occidental de la meseta comiteca, en Chiapas, México. La gente de este pueblo ha sido negada reiteradamente en México e identificada maliciosa y despectivamente como guatemalteca. Pues esta gente, de cultura milenaria, es poseedora de un conocimiento cultural impresionante. Desde ese marco algunas personas de este pueblo nos han ofrecido algunas aclaraciones, descripciones o definiciones que nos ayudan en la traducción y comprensión de la palabra-idea-imagen del junk’olal. Entonces dicen: Es la condición colectiva de bienestar, de armonía y justicia. Es una existencia colectiva sin distinción de ninguna especie, cada cual con su trabajo y con su don, puestos al servicio recíprocamente. Es la condición de estar y convivir bien, sanos, contentos y sin problemas. Es tener un sólo corazón en la pluralidad cuando todos nosotros estamos unidos.
Las palabras de la gente mayor que sabe del junk’olal son consejos sabios. Ellas y ellos nos aconsejan porque conocen, y es así como nos orientan hacia la armonía, la paz, el respeto, la unidad y la alegría del buen convivir. De esta manera nos están comunicando conocimientos que, desde luego, no son propios del pasado sino anticipos, certezas y modos de construcción del futuro, de aquello por venir, es decir, de la recuperación del paraíso perdido. La potencia y la fecundidad de esta imagen del junk’olal es un recurso del conocimiento chuj para la vida y contra la muerte, recurso de libertad para no sucumbir ni quedar sometidos ante los acontecimientos, las condiciones y las circunstancias propios de la desesperanza y distantes del equilibrio.
(*) Sociólogo. Investigador en El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San Cristóbal
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