El año perdido de Manuel Velasco Coello
Manuel Velasco Coello heredó un Estado con la vida institucional despedazada, una deuda de 42 mil millones 200 mil pesos y un exgobernador incómodo y sin escrúpulos.
Hoy, a 12 meses de su gobierno, la mayor parte de las instituciones siguen rotas porque son dirigidas por funcionarios hechos en el sabinismo, la deuda se ha incrementado y Juan Sabines se ha convertido, por la impunidad y peligro que representa, en un factor de ingobernabilidad.
Los funcionarios que han hecho su carrera ajenos a Sabines han intentado recoger los trozos de sus secretarías, direcciones o centros de trabajo para hacerlos transitar a una situación de mayor normalidad. En esas faenas se han encontrado con todo un muestrario de desfalcos, derroches y trapacerías que convirtieron a directores de área en potentados.
Si eso pasó con jefes de oficina, ¿qué cifras se embolsaron los Perkins, los Ponce, los Gamboa o el mismísimo Sabines?
Es una pregunta que, por incómoda, no ha querido responder el gobernador chiapaneco, pero en ese su afán de dejar pasar, de no arreglar cuentas con los trogloditas, le ha afectado a su imagen pública. De acuerdo a una encuesta, coordinada por Francisco Cordero Fernández, la aceptación de Manuel Velasco es de 3.5 entre los ciudadanos tuxtlecos. Es cierto que la crisis que ha enfrentado es nacional y que gobernantes de otras entidades también han sido evaluados con una baja calificación, como Miguel Mancera, que obtuvo 4.2 en una encuesta realizada en días pasados por Grupo Reforma.
El próximo año será vital para el gobernador chiapaneco porque debe demostrar que realmente aprendió en estos 12 primeros meses en el poder; dar muestras claras de que no solo le interesa aparecer en revistas del corazón; distanciarse de Sabines y de los sabinistas, pero sobre todo incluir en su gabinete a personas expertas, congruentes y con credibilidad, porque lo que estará en juego será la estabilidad de uno de los estados de México más difíciles de gobernar.
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