Demagogia de género

Foto: César Martínez López/ Cimac-Chiapas PARALELO.

Foto: César Martínez López/ Cimac-Chiapas PARALELO.

Se cumplen 10 meses desde que Enrique Peña Nieto iniciara su gobierno. La violencia que parecía haber desaparecido por arte de magia desde que se anunció el triunfo del priista, se colocó de golpe. Desde el primer día de su gobierno la protesta social tomó las calles y se desataron las acusaciones de violación a los Derechos Humanos.

A pesar de que Peña Nieto quiso dejar atrás el signo de la violencia que caracterizó al gobierno de Felipe Calderón, ésta sigue presente con nuevo rostro, el de la represión y el linchamiento mediático.

A diferencia del pasado cuando ser joven inconforme era sinónimo de comunista, una vez caído el Muro de Berlín y terminada la guerra fría, el nuevo símbolo de la protesta es el anarquismo, ser joven y vestir de negro es el nuevo estigma que justifica la detención y la acusación de revoltosos y vándalos.

El discurso y la apariencia que se ha intentado colocar es el de la modernidad y la renovación, maquillaje para tratar de ocultar la verdadera cara.

En el pasado se le conocía como demagogia, el priismo del discurso y las escenas dramáticas, con lágrimas de cocodrilo, que distraen y confunden, que buscan ocultar la verdadera intención.

Esta demagogia se extiende en todos lados y se actualiza para aparentar renovación. Acorde a los tiempos modernos se ha incluido en el lenguaje presidencial la perspectiva de género, se ha escrito que es un eje transversal de la política del nuevo priista, pero al igual que en el pasado es sólo discurso, demagogia de género.

De las 24 secretarías de Estado, sólo tres son ocupadas por mujeres; la violencia feminicida sigue creciendo frente a la pasividad de las autoridades; los discursos legaloides y de la supuesta inoperatividad de la Alerta de Violencia de Género ha  imposibilitado su aplicación. Táctica conocida para postergar y desatar procesos largos.

Por ello las organizaciones que participaron en los foros de consulta para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo se sienten frustradas al no encontrar sus propuestas para proteger la salud integral de las mujeres, para garantizarles el acceso a la justicia, para transformar la visión sexista de los medios de comunicación, y para acabar con la desigualdad y discriminación contra las mexicanas.

La pobreza se recrudece dejando en condiciones de mayor miseria a los cientos de hogares encabezados por mujeres. De cada 100 personas pobres o en pobreza extrema en nuestro país, 52 son mujeres.

La falta de justicia y la impunidad caminan de la mano. Después de estar una semana en plantón, durante el mes de junio, a un costado de la súper Secretaría de Gobernación, ocho madres de Ciudad Juárez solicitaron la intervención de la Procuraduría General de la República, para atraer la investigación de la desaparición de sus hijas. Van 80 días y no hay resultados.

La protección y resguardo de las fuerzas castrenses sigue inmaculada, pese a las violaciones de Derechos Humanos a la población y los delitos sexuales que cometen. Aunque la hija de Rosalinda ya identificó a sus violadores, aún está a la espera de que las autoridades civiles y militares le hagan justicia por la agresión ocurrida en Nuevo Laredo, Tamaulipas.

La violencia contra periodistas y defensoras de Derecho Humanos sigue engrosando la lista.

Contrario a la tradición que mantuvo el priismo durante 70 años, el conservadurismo salió a flote y la alianza que mantuvo con el panismo se mantiene viva contra la libertad y el derecho a decidir de las mujeres.

Las instancias de gobierno creadas desde hace una década por iniciativa del movimiento feminista, es decir, los institutos de las Mujeres, trabajan bajo limitados espacios políticos de incidencia y con aún más limitados presupuestos.

Diez meses del regreso del priismo a Los Pinos sin que existan modificaciones de fondo ni verdadero compromiso con la igualdad de las mujeres, sólo demagogia de género.

Twitter: @lagunes28

*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.

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