Voces de Grey

Esquivo los bestsellers, pero no me pude resistir a Cincuenta sombras de Grey porque lo vi por todos lados: en librerías, en centros comerciales, en comentarios periodísticos, en la web y hasta en las manos de una compañera de trabajo.

El tema también me era sugerente: una mujer de 22 años decide sumergirse en los placeres del amor iniciada por un pervertido millonario de nombre Christian Grey.

Decidí que en lugar de leerlo debía escucharlo. Me enfrasqué entonces en una travesía de 66 horas acompañado por una voz española artificial que empezó a narrarme la vida de Anastasia Steele.

Me aventé la trilogía completa, más por disciplina que por calidad, porque si bien es entretenida, las sombras de Grey y sus secuelas, son medianamente pasables. Su fuerte son las escenas sexuales, que se entreveran con intrigas policiacas y empresariales.

Su autora, Erika Leonard James (E.L. James), se convirtió con Cincuenta sombras de Grey en mundialmente conocida y millonaria. Su libro se ha traducido a más de 30 idiomas y está próxima a transformarse en película, que seguramente será también un éxito en taquillas.

La fórmula es la de siempre: la cenicienta que encuentra a su príncipe ardiente y sensual que la lleva a conocer placeres sexuales extremos, pero ella lo hace regresar de su mundo pervertido para fundar a una familia, con hijitos de por medio.

Si se trata de escoger a un buen libro de literatura erótica, yo prefiero La vida sexual de Catherine Millet, un recuento exquisito, inteligente, divertido y antisolemne de la pasión amorosa, Cincuenta sombras de Grey lo tiraría a la basura del olvido.