Para aprender a afrontar la muerte
Por Alejandra Buggs Lomelí*
En los días de celebrar en México una de las tradiciones más típicas y únicas de nuestra cultura: el “Día de Muertos”, en nuestro país es una celebración en la que se mezclan elementos de la cultura prehispánica y de la religión católica, y es una fecha en la que recordamos a las personas (familiares, amistades y/o personajes), que han fallecido.
La creencia asociada a esta festividad es que las almas de las personas que han muerto regresan de ultratumba durante el “Día de Muertos” y se les recibe con una ofrenda en la que colocamos su comida y bebida favoritas, frutas, calaveritas de dulce, pan de muerto, sin faltar las fotografías de las y los difuntos y las tradicionales flores de cempasúchil.
Los mercados y tianguis se llenan de colores y del rico aroma del copal y la mirra, creando una atmósfera muy especial que hace que subjetivamente nos contactemos con los diferentes sentimientos que experimentamos cuando recordamos a las y los seres queridos que ya no están.
La vida está llena de diferentes experiencias, emociones y necesidades ante las que nos adaptamos; por ejemplo: un cambio de escuela, un proceso de divorcio, un cambio de empleo, ser madre, ser padre, la muerte de una hija o un hijo, la ruptura de una amistad, la muerte una mascota especial en nuestras vidas, de la pareja, un cambio de casa o afrontar una enfermedad delicada o grave, son parte intrínseca del proceso de vivir y llevan implícita siempre una pérdida aun cuando algunos de esos cambios sean para bien.
Desafortunadamente no se nos enseña a afrontar los cambios y mucho menos a procesar las pérdidas, para aceptar que nada en esta vida está bajo nuestro control.
Por el contrario, en las sociedades occidentales se nos impulsa a buscar la “estabilidad” en nuestras vidas y a “garantizar” que todo permanecerá igual, lo que resulta absurdo porque no es algo que podamos manejar a nuestra conveniencia.
Si aceptamos nuestras limitaciones y damos un lugar de importancia a nuestros duelos, podemos comenzar aprovechando el ambiente que se genera en estas fechas próximas y durante el “Día de Muertos” haciendo un recuento de las pérdidas que hemos experimentado.
Sugiero crear una ofrenda a la que podemos llamar “ofrenda emocional”, para colocar en un lugar de importancia cada una de nuestras pérdidas, desde las que podamos considerar triviales hasta las más profundas, para liberar los sentimientos que se quedan encriptados en nuestro interior.
Ayudará también colocar en nuestra ofrenda emocional diferentes papeles o tarjetas en las que escribamos o expresemos a través del dibujo cada una de esas pérdidas (físicas, materiales, seres queridos, mascotas, trabajos, relaciones, etcétera); además de los elementos típicos que acompañan las ofrendas en estas fechas.
Lo que nos permite este tipo de rituales emocionales es transformar los sentimientos de dolor, sufrimiento, tristeza y enojo para aprender a vivir en este mundo sin aquello que perdimos, colocándolo en un lugar importante en nuestros corazones.
Acomodar los duelos implica un reaprendizaje del mundo y sobre todo de nosotras y nosotros mismos, sin embargo, existen diferentes tipos de pérdidas y por tanto diferentes tiempos para acomodarlos.
Sé bien que hay colegas que consideran que los duelos tienen un tiempo para ser “elaborados”; yo difiero de esta postura porque mi experiencia en la práctica terapéutica me ha mostrado dos cosas: por un lado, que no es posible determinar el tiempo que le llevará a una persona superar la pérdida, y por otro, que más que elaborar el duelo lo que hacemos es acomodar los sentimientos que esto genera.
Considero que es importante que cada persona respete su propio ritmo ante el duelo, sin quedarse anclada en la tristeza y el dolor que le produce, para adaptarse a la vida sin aquello que ha perdido.
Por nuestra condición de género, la mayoría de las mujeres nos permitimos –más que los hombres– llorar y abrir nuestros sentimientos ante las pérdidas, lo que repercute positivamente en nuestra salud mental y emocional.
En el caso de los hombres convendría que se permitieran identificar y expresar los sentimientos que sus duelos les han provocado.
La realidad es que todas las pérdidas afectivas, así como los duelos, son parte de la vida de todo ser humano y aunque son experiencias muy dolorosas nos permiten ver la vida desde otra perspectiva una vez reconocido el duelo.
*Psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género, y directora del Centro de Salud Mental y Género.
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