Los riesgos en el indulto de Patishtán

El indulto al profesor Alberto Patishtán Gómez no debe dejar en el olvido a tres actores fundamentales: 1) a las miles de personas, que por su condición de pobres e indígenas, padecen procesos injustos en diversas cárceles del país, 2) a la justicia mexicana, con sus jueces y ministros, mal parados en este proceso, y 3) a las organizaciones civiles que ejercieron una presión enorme para lograr la libertad del profesor tsotsil.

Los reflectores apuntan al presidente de la república para hacernos creer de que en este país se hace justicia, pero esa perspectiva encierra una trampa, y puede perjudicar, porque invisibiliza a los pobres y a los indígenas presos injustamente en México.

El indulto de Patishtán es un logro, pero no para el gobierno mexicano, sino para los cientos de ciudadanos, en especial para el Frayba, que se manifestaron y marcharon para exigir la libertad de una persona que se convirtió en símbolo del atropello y de pruebas falsificadas que cotidianamente se levantan en este país.

El indulto, después de que los magistrados negaran la libertad a Patishtán el pasado 20 de agosto, se veía como la única salida posible, porque la otra vía, acudir a los tribunales internacionales, era indeseable para el gobierno mexicano.

Con los 13 años y cuatro meses dejados en la cárcel, el reinicio de la vida en libertad para el profesor tsotsil no es fácil: debe pelear contra el cáncer, llevar tratamientos en contra del glaucoma y buscar reparación del daño en este largo tiempo perdido tras las rejas.

El reto ahora es la revisión de más casos, en donde se conjuntan la pobreza y la indefensión, pero también la mala fe de actores que buscaron resolver agresiones sin preocuparles la sindicación de personas inocentes. Por lo pronto, el Frayba ya enumeró una decena de casos en lo que urge trabajar.