La esencia indígena llevada a otros ritmos
El sonido del arpa suena acompasado, invade el ambiente, lo llena todo. Se escucha un guitarrón, una sonaja. Casi puede sentirse el olor del incienso, aunque no esté presente; acaso ramas de juncia que aromatizan con esencia de pinos.
Cierras los ojos, bien podrías estar en el interior de algún templo, donde el bolonchón, ese baile característico de San Juan Chamula, hace que los pies empiecen un suave meneo, acompasado con el ritmo del corazón, con el ritmo que nace del alma y que llena de una suave paz.
De pronto el sonido casi melancólico se transforma, suena el grito del guerrero, cuando los instrumentos tradicionales se fusionan con la guitarra eléctrica, el bajo y la batería.
La ceremonia cambia de atmósfera. Ya no es el templo, es escenario de un concierto donde los músicos de Yibel Jme`tik Banamil (Raíces de la Madre Tierra) sonríen orgullos en medio de un público que es suyo, de un pueblo que les pertenece.
Niños de no más de seis años que observan al inicio serios y atentos, van soltando de a poco la sonrisa, el orgullo, acaso la sorpresa de ver a sus iguales enalteciendo su origen, su identidad, su cultura, costumbres y tradiciones, para reivindicar y transformar su ser indígena; mientras un público cosmopolita grita y vitorea.
Frente al escenario un grupo de mujeres adultas no pueden ocultar la satisfacción de ver a sus hijos, a sus primos, a sus hermanos. Los señalan, murmuran, les brilla la mirada, sin lograr atreverse a llevar el ritmo con sus pies y el cuerpo entero.
Antes de Yibel Jme`tik Banamil fue Sak Tzevul, Hektal y los jóvenes de Lumaltok, quienes señalaron si pudor que aprendieron a tocar “de oídas”, que grabaron su primer disco “con dificultades porque no hay apoyo ni recursos”, quienes agradecieron a sus madres no por enseñarles a cantar, o a tocar, sino por comprender que la música tradicional ya no les fue suficiente para expresar su sentir y su rebeldía; y aún así los apoyaron para romper los esquemas, para ser rockeros, blueseros, para ser ellos sin dejar de ser parte de los pueblos indígenas.
«La gente muere de hambre…los que tienen dinero y poder, no les importa, que su gente muera de hambre… nunca ay que dejarnos, ay que demostrarles a las personas, que no tenemos miedo y nunca hay que olvidar quienes somos… nunca ay que olvidar quienes somos….»
Esta podría ser la traducción de Reggae S’ot’s (El Reggae del Murciélago), pero no lo se, porque no entiendo tsotsil y estos jóvenes decidieron seguir cantando en su lengua nativa, para plasmar en los nuevos ritmos sus costumbres, sus esperanzas y sus tristezas.
Un quinto grupo, La Sexta Vocal, traen con ellos la energía, la reivindicación, la esencia de la transformación que permite romper los esquemas de subordinación. Son Pedro, Miguel, Damián, Milton, Donaciano, Manuel y Corazón. Son casi adolescentes, son zoques originarios de Ocotepec, quienes tocan y cantan al ritmo de ska, reggae y rocksteady.
“Guerreros zoques somos nosotros. Venimos de un pueblo que se tambalea por la violencia, por la injusticia. Nosotros somos la diferencia y no descansaremos hasta llegar a la victoria”, dijo Pedro, y empezó el grupo a tocar y bailar a un ritmo contagioso y frenético, que logró sacar la energía de los jóvenes de Zinacantán, quienes unieron sus pasos a los del grupo.
Este pueblo de floricultores ofreció a las bandas de Chiapas y a quienes llegaron de otros estados, la muestra de la esencia indígena llevada a otros ritmos, en un escenario vivo, energizante y purificador, que fue adornado con mil flores y bordados.
Alumbrados por la luz de la luna, los sonidos de las bandas que se reunieron en el festival “De Tradición y Nuevas Rolas”, llegaron a cada uno de los rincones de esta región que en adelante será referente, símbolo y muestra de esta nueva generación de músicos indígenas que reivindican su origen y transforman su futuro.
xfa suban todo el video del consierto de la sexta vocal, la keremos ber….
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