Prensa silenciada
Con motivo del aniversario luctuoso de Belisario Domínguez, el Club de Periodistas de San Cristóbal de Las Casas, que preside Mercedes Díaz Solís, me invitó a hablar sobre los retos del periodismo en el siglo XXI.
Comenté que había que hablar del pasado del periodismo en nuestra entidad para poder comprender los posibles derroteros en el siglo actual.
Una característica de nuestra prensa, y así lo he escrito en mis libros, es la dependencia que ha tenido del aparato estatal. Prácticamente desde sus inicios, en lugar de vivir de los lectores, los editores y redactores de periódicos prefirieron acercarse a la sombra bienhechora, pero asfixiante, del Estado y de la Iglesia.
La protección de la Iglesia quedó minimizada a principios del siglo XX, pero la del Estado se amplió ignominiosamente. En los veinte controlaba todo y a casi todos, a caciques, barrenderos, profesores, locatarias, costureras y, por supuesto, a hombres de la prensa.
La revolución triunfante incorporó todos los contingentes, de izquierda, de derecha y de todos los colores a un movimiento institucionalizado y controlado. Y ahí, con las fanfarrias, marchó la prensa, al lado, muy juntita de sus diputados, senadores y, de la figura mayor, el gobernador del estado.
Solo la inquina personal o la falta de publicidad convertía a la prensa en rabiosamente beligerante, protestona y capaz de transparentar y atacar al mandatario estatal. Pasados los resabios y llegados los acuerdos monetarios, los elogios volvían a insertarse en altas y bajas, en letras gastadas y negrísimas.
Esa historia se ha repetido de manera reiterada y se ha prolongado hasta la actualidad.
El primer reto para el periodismo del siglo XXI, les dije a los periodistas de San Cristóbal, es desembarazarse de ese peso lastroso (y también temible) de un Estado que compra elogios y críticas acalladas, que no transparenta los recursos gastados en imagen y que solo proporciona la publicidad, como si no fuera recurso público, bajo el criterio de la obediencia tácita e irrespetuosa.
Los demás retos, si se logra superar éste, son más sorteables, y eso que nos enfrentamos al monstruo desconocido de las redes sociales y del periodismo digital.
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