Los perros del mal

Algunos los conocen y  los llaman  Los Perros del Mal.

Solo que los periodistas son tan diferentes, diversos y de  varios pelajes, que resulta difícil clasificarlos en una sola especie, si bien  la justicia e igualdad, como fines del oficio, parecen  emparentarlos en la manada creciente que integran.

Todos los tunde teclas, sin excepción,  aguzan sus sentidos para sobrevivir,  así en la guerra como en la paz.

En este oficio que se resume y significa en la capacidad  de resistir y permanecer, Los Perros del Mal,   observan y escriben los sucesos que mudan en historia, al día siguiente.

Estos hombres y mujeres paridos de vientres idealistas, están casi siempre en  los sitios por inverosímiles que sean, como si la ubicuidad fuera   cualidad para la escritura, por efímera que sea  en las líneas ágatas de la información globalizada.

Periodistas  de antaño y de la desquiciante actualidad, envueltos en generaciones entrecruzadas,  que conviven y se acompañan bajo el escudo de la pasión que ciñe este oficio.

Agazapados con sus tintes de rebeldía,  de anarquías y marginalidades.

Ataviados con chalecos, coletas y desgarradas mochilas,  algunos periodistas muestran temeridad  e impulsos  subversivos.

Basta tomarse con ellos una taza de café para percatarse que son tan cálidos y frágiles como aquel viejo reportero de deportes.

Éste con su legajo de periódicos bajo el brazo y el atolondramiento de su pasada época que lo ató, tanto  como sus grandes dedos, como pepinillos,  que no le permitieron nunca  atrapar las teclas de una computadora.

Deambulan los otros Perros del Mal  que  pretenden glorias eternas y buscan, sin éxito, la bala homicida que los mande a los sepulcros heroicos.

Están  también quienes creyeron defender  enaltecidas ideas políticas,  y desistieron recién probaron las delicias del poder,  que supuestamente combatían.

Finalizaron  como aquellos que decían criticar.

Gustaron del traguito caro,  de la buena comida, de las pielecitas jóvenes, blancas y perfumadas; de los viajes  a Cancún, a Las Antillas;  tan miserables estaban que sólo querían dinero.

En eso se parecen  a  quienes  viven la doble existencia  de escribir con la izquierda y usufructuar con ambas manos, puestos y representaciones gubernamentales.

No se diferencian de los  periodistas de escritorio, o de gabinete, tampoco de quienes evitaron, eludieron y solaparon la bestia del poder.

Regresaron más miedosos y se refugiaron en la realidad virtual, sin dar cara ni dejar la piel en el diario campo del periodismo.

La  pequeña manada de Los Perros del Mal   la forman y la forjan los periodistas de la modestia y la humildad.

Hacen su labor callada y tranquila, sin más aspavientos que los vuelos de la pluma enardecida o apaciguada en su claro compromiso de justicia e igualdad.

Periodistas de la resistencia y la perseverancia que  propician cambios y realidades, tantas veces sin saberlo.

El pasado  7 de octubre los periodistas chiapanecos conmemoraron por primera vez el Día Estatal la Libertad de Prensa y de Expresión en Chiapas, que sustituyó al  tradicional 7 de junio nacional,  con  un decreto  aprobado por  la LXV Legislatura local  en julio pasado, que oficializó la fecha, a propuesta e impulsado por los profesionales de la comunicación en el estado.

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