Los agravios magisteriales
Los maestros sí pueden violar la Constitución y las leyes. Pueden agraviar a los ciudadanos, insultarlos, vejarlos y agredirlos sistemáticamente. Específicamente a los periodistas, a los profesionales de la pluma y, a los que llaman prensa vendida, sin que hasta ahora ninguna autoridad ni gobierno los someta al orden legal como al resto de la población.
Escudados en sus luchas laborales, en su casi albismo salvífico recalcitrante, los maestros se erigieron en censores y jueces irrespetuosos e intolerantes, tanto como el gobierno que dicen criticar y combatir, y al que ahora se asemejan al imponer y someter sin alternativas de diálogo ni entendimiento.
Desde que iniciaron su paro y plantón escolar, los docentes de las Secciones 7 y 40 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, impregnaron una cultura gradual y de creciente de violencia contra los ciudadanos. Ya no se diga contra las instituciones gubernamentales ( si es que aceptaran esta condición político-jurídico, puesto que los maestros y trabajadores de la educación finalmente son empleados y burócratas de gobierno, donde cobran sueldos y prestaciones sociales).
Irrumpieron con toda la fuerza del aplastamiento de las muchedumbres y de la turba enardecida.
Socavan y vulneran derechos ciudadanos con esa terrible violencia tácita o manifiesta, que a fuerza de repetirla, se presenta como parte de la normalidad arrebatando la capacidad de asombro.
Esta violencia que busca confundir los linderos de lo lícito y lo ilegal, de la reivindicación con lo pernicioso y de lo justo con lo deplorable.
Para el magisterio no existe el derecho pro persona, este conjuntado que es sustancia de los derechos humanos, que se alza por encima de cualquier prerrogativa, por tratarse de la vida, de la dignidad y de las libertades del individuo. Eso que ha significado la lucha histórica humana en pro de la justicia y la igualdad, cualquiera que fuera el pensamiento, la orientación política, ideológica o social.
A estas alturas, al magisterio chiapaneco podría sonarle hasta superfluo decirle que con sus atropellos violan la garantía y el derecho a la libre manifestación, que consagra el artículo 9º Constitucional, en tanto las protestas sean pacíficas y no atenten contra los derechos de terceros. Esto para ellos es pecado menor.
Este magisterio que se dice y se asume pueblo pisotea de manera ruin y despiadada la libertad de libre tránsito, de las ideas, de expresión; la libertad al trabajo, a la salud, hasta la seguridad jurídica e integridad física. Todas ellas tuteladas por ese pacto social-político llamado Carta Magna, por cierto, se quiera o no, único eslabón que nos permite cierta y determinada convivencia civilizada, claro, donde, al menos, se observe y acate.
Avasalla y ofenden los maestros al arrebatar a las familias el derecho a la recreación y al divertimiento, que desde hace más de 50 días ven sus plazas, parques públicos, avenidas y calles copadas, hediondas e injuriadas.
Lesionan el derecho al trabajo al amordazar el centro y ahogar empresas y comercios, aunque los docentes afirmen que su presencia reditúe más ventas, como si esa transacción significara todo el proceso de oferta y demanda, incluido el superávit del turismo.
Golpean el libre tránsito y la salud, al taponar vías de comunicación, evitar y condicionar el tránsito, donde escasos minutos crean la diferencia entre la vida y la muerte; La libertad de ideas y de expresión es, por igual, sometida al arrogarse el derecho público de la información, como si éste fuera una entidad privada, y en el colmo, agredir verbal y físicamente a los periodistas.
La seguridad jurídica y la integridad física también se fisuran con la incitación violenta, como se constató en el reciente capítulo del municipio de Altamirano, donde pobladores, padres de familia y maestros destruyeron mobiliario, papelería y estructura del inmueble edilicio.
El capítulo de agresiones magisteriales está cuajado de agravios verbales contra la prensa, pero también físicos. Chicas reporteras manoseadas, tiradas de los cabellos, arrebatados sus equipos técnicos de trabajo, vejadas y humilladas; golpes, empellones, amagos, amenazas e insultos verbales, que varones y mujeres periodistas reciben por igual, desde que inició el movimiento magisterial, el pasado 28 de agosto.
El pasado miércoles, sin embargo, estas violaciones de garantías y derechos básicos, alcanzó notoriedad, cuando una turba enfurecida, de símiles de pitecantropus arremetió contra la periodista chiapaneca Fátima Monterrrosa y su camarógrafo Víctor Olea, a quienes golpearon, humillaron y vejaron porque les grabaron el bloqueo en la caseta de cobro de la carretera de cuota de Chiapa de Corzo a San Cristóbal de las Casas.
Adujeron los maestros que los periodistas no pidieron permiso para grabar, como si el hecho no fuera un acto público, y por tratarse reporteros del noticiero Punto de Partida, que se transmite por Televisa.
Los maestros bien podían agotar el diálogo y evitar la violencia en su trato con la prensa, con Fátima, de quien luego dijeron que la agresión y los golpes fueron una farsa, como si fuera violento retener a alguien, injuriarla, impedirle el libre tránsito, obstruirle su trabajo, someterla y toquetearla, y a Víctor cortarle el cabello y arrebatarle su cámara de video.
Fátima se resume en el trabajo independiente, crítico y serio como lo demuestran sus galardones: el Premio Nacional de Periodismo, el Concurso Every Human Has Rights ( Todos los Humanos tienen Derechos), patrocinado por el Ministerio Holandés de Asuntos Exteriores, así como el premio Rostros de la Discriminación “Gilberto Rincón Gallardo”.
Los periodistas veteranos profesionales, como las generaciones más jóvenes, invariablemente pugnan por materializar, de algún modo, los ideales de justicia e igualdad.
Rechazan, asimismo, prácticas despóticas y totalitarias, como la imposición de un Estado Reformista unilateral, en cuya polémica se trenza el magisterio, con quien los periodistas profesionales convergen en rubros legítimos y auténticos, como también rechazan y critican los métodos violentos y de atropello a los derechos humanos que practican los docentes.
Ahora se asienta este tema. A futuras respuestas, habrá más ocasión, como aseguraban antaño los periodistas.
Sin duda, te notas algo ardido. Y, refiriéndonos al tema, esos agravios son daños colaterales inevitables en una lucha social.
Muy conservador eres.
algo ardido? esta envuelto en llamas! efectivamente son los llamados daños colaterales y ni modos nada es gratis, por algo las luchas sociales han sido el motor de la historia.
Podría plantearse la pregunta: para quien va dirigida esta nota?creo que la respuesta es evidentemente clara.
Si bien es cierto que la critica (venga desde diversos extremos es valida) deberíamos ser capaces incluso de fundamentar nuestras propias opiniones. En lo personal sigo sin entender que carajos me importa a mi cuales son los premios de la «reportera» (conservadora, amarillista, entre otras cosas mas) son sus premios y que ella los disfrute, pero utilizar para denigrar el movimiento magisterial es otra cosa que no debe pasar desapercibida.
Ah y por ultimo! tantas palabras rimbombantes no dan credibilidad a un escrito y retomando cierta frase de h. lopez «Un periodista honesto y comprometido con su profesión, hasta donde tengo idea, debe ser como la brújula al polo, ni un lado ni del otro» es una buena frase para concluir.
solo puede leer tu primer parrafo «compadre». Estas muy sesgado. Un periodista honesto y comprometido con su profesion, hasta donde tengo idea, debe ser como la brujula al polo, ni un lado ni del otro. o no?