La canción del silencio
Casa de citas/138
Ulises y su tripulación logran escapar del canto de las sirenas, siguiendo el consejo de Circe: la tripulación debe taparse con cera los oídos y Ulises, ser atado al mástil. Eso cuenta Homero en el famoso canto XII de la Odisea.
Franz Kafka, en Meditaciones (M. E. Editores, 1994), tiene un escrito (a medias cuento, a medias ensayo, a medias todo, como Shakespeare que inventa géneros únicos) llamado “El silencio de las sirenas”, que propone otra idea (p. 7-8): “Para protegerse de las sirenas se taponó Ulises los oídos con cera y se dejó encadenar al mástil. […] Las sirenas tienen un arma mucho más terrible que su canto, esto es, su silencio […] Pero Ulises, por así decirlo, no oyó su silencio”.
Octavio Paz dice en Memorias y palabras, cartas a Pere Gimferrer 1966-1997 (Seix Barral, 1999: 84): “Creo que te conté que me martirizan y exasperan los ruidos de la ciudad de México. […] Había resuelto parcialmente este problema como Ulises –sólo que yo no oigo cantos de sirenas sino motores y autos– con unas bolitas de algodón y cera en los oídos”.
Es curioso que estos dos grandes de la literatura digan que Ulises se tapó los oídos, cuando el consejo de Circe tiene un sentido completamente distinto. Tomo la versión en línea de Odisea, de Homero. (Texto completo. Ediciones Catedra, Madrid. Traducción de José Luis Calvo Martínez, Catedrático de Filología Griega, Universidad de Granada, España. www. Apocatástasis.com). Dice Circe a Ulises: “Tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil que sujeten a éste las amarras, para que escuches complacido, la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas”.
Dice Ulises a su tripulación: “Amigos, es preciso que todos y no sólo uno o dos conozcáis las predicciones que me ha hecho Circe, la divina entre las diosas. Así que os las voy a decir para que, después de conocerlas, perezcamos o consigamos escapar evitando la muerte y el destino.
“Antes que nada me ordenó que evitáramos a las divinas Sirenas y su florido prado. Ordenó que sólo yo escuchara su voz; mas atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca firme allí, junto al mástil; que sujeten a éste las amarras, y si os suplico o doy órdenes de que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas.”
Después dice: “Conque, cuando la nave estaba a una distancia en que se oye a un hombre al gritar en nuestra veloz marcha , no se les ocultó a las Sirenas que se acercaba y entonaron su sonoro Canto:
“Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos trajinaron en la vasta Troya por voluntad de los dioses. Sabemos cuanto sucede sobre la tierra fecunda.”
“Así decían lanzando su hermosa voz. Entonces mi corazón deseó escucharlas y ordené a mis compañeros que me soltaran haciéndoles señas con mis cejas, pero ellos se echaron hacia adelante y remaban, y luego se levantaron Perimedes y Euríloco y me ataron con más cuerdas, apretándome todavía más.
“Cuando por fin las habían pasado de largo y ya no se oía más la voz de las Sirenas ni su Canto, se quitaron la cera mis fieles compañeros, la que yo había untado en sus oídos, y a mí me soltaron de las amarras.”
***
“Ruida patria” se titula uno de los textos llenos de gracia irónica de El encarguito (y otros pendientes), de Guillermo Sheridan (Universidad de las Américas Puebla y Trilce Ediciones, 2006: 251): “Retumbo, ergo sum. Desde el primer alarido, la nalgada del obstetra lleva al niño mexicano a identificar la precoz conciencia de su existencia al ruido que genera. […] Un imperio de fragores, una república de bocinas y el paisaje del mofle feroz. El vecino que llega a su casa a las tres de la mañana chilla con su claxon para que ‘la gata’ le abra”.
Propone Sheridan (p. 253): “quizá se podría organizar un frente clandestino que tenga como objeto la defensa del silencio. Un Frente Popular Calladito (FPC)”, que entre otras “llevaría a juicio sumario y luego al paredón a los vecinos que deciden que su palabra es la ley en altas horas”.
(Da una cifra [p. 261]: “3’600,000,000 litros” de caca se juntan en un día en la ciudad de México y eso hace que se encuentre [p. 260] “peligrosamente próxima a convertirse en un gran lago de mierda”. Por asociación mierda-veneno, mi mente recuerda lo que dice Andrés Fábregas Puig en una entrevista con Sarelly Martínez, publicada aquí, en chiapasparalelo.com [Las mineras canadienses dejarán a la Sierra Madre de Chiapas como queso gruyer: Andrés Fábregas Puig, 2 de octubre de 2013]: “En unos cinco o seis años va a empezar a morir la gente en las calles y nos vamos a preguntar por qué. Estas mineras usan cianuro, y el cianuro se va filtrando, llega a los mantos freáticos. Entonces te vas a estar bañando con agua que tiene cianuro. Eso es en lo que no se ponen a pensar las autoridades. Estamos en un país que está perdiendo el sentido de patria”. Por desgracia, Andrés sabe lo que dice y, por fortuna, dice lo que sabe. ¿Pero le interesará hacer algo a alguien al respecto? Ay, nanita.)
Más adelante, Sheridan reflexiona, en “La frente en alto” (frase que repiten diputados, senadores, gobernadores, presidentes), sobre el virus de un político –y ahí sí todos son iguales– que lo hacen llenar con su jeta todas las paredes, las bardas, todo (p.271): “¿De veras creerá que poner tantas veces su cara, con su imbécil lema previsible, modificará seriamente las expectativas de su ambición? […] Es pasmoso lo que es capaz de hacer un político por amor a su patria. Y ya no pasmoso, sino aberrante, es pensar que lo hacen con mi dinero, el que sus leyes me quitan para asignárselo a sus presupuestos de campaña”.
(P. 272): “¿No podré ampararme contra el hecho de que usen mi dinero para algo que no producirá nada tangible, sino nuevos políticos con la frente en alto? […] (Las frentes en alto de hoy son los peculados del mañana) […] ¿Cuánto financié de sus cenas babilónicas, de los perfumes de sus queridas?”
La burlona inteligencia de Sheridan barre con todo. Cuenta, por ejemplo, cómo tradujo en internet (auxiliado por el sistema systran) el célebre inicio de la única novela escrita por Juan Rulfo: “Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Del español al inglés y al francés y al italiano, al portugués, al alemán y al final de nuevo al español. Este fue el resultado (p. 27): “En Comala porque lo tienen venga usted, si vivió mi padre aquí, yo le digo al desierto: determínate”.
En “Pequeño comunicado a la nación” escribe en nombre de una asociación de enanos ofendidos por el uso peyorativo que dio el subcomandante Marcos a la palabra (“Son enanos y viven en un mundo de enanos”), refiriéndose (p. 54) “a algunos intelectualuchos de esos que, como es bien sabido, nunca faltan”, y lo conminan a “que recapacite sobre su compulsivo empleo del sustantivo ‘enano’ como un calificativo con el que insulta a las personas que le caen mal (aunque seguramente usted es de los que dicen ‘que me caen gordas’, proclive como es a agraviar a las personas por su apariencia física)”.
En “Mi fut” describe algunas categorías de ese deporte (p.142): “El enfriador. Como cuenta mi amigo Alfredo Bryce Echenique parodiando a un locutor peruano: ‘¡¡Perú avanza; gooool de Brasil!!’. El enfriador es el gol adversario en el peor momento posible, cuando la cabeza y el alma arden de emoción”.
Y a propósito del título del libro, escribe (p. 153): “El fenómeno encarguito requiere por lo menos de tres participantes: la persona que lo envía (llamada el encarguitante), la que deberá recibirlo (el encarguitado) y la que lo traslada (el encarguitario o, más sinceramente, el pendejo)”.
Este libro es una compilación de crónicas escritas entre 1999 y 2006 y publicadas originalmente en Letras Libres y Reforma, que en cada entrega dan motivos a la sonrisa o a la carcajada (p. 157): “Si nuestro cuerpo fuera lenguaje, la cara sería el verbo: un gerundio gesticulante. La espalda sería el complemento indirecto. El cuello, un calificativo. Codos, rodillas, tobillos y demás partes motoras, las preposiciones y conjunciones. Y basta, que de seguir habría que ubicar, con alevosa precisión, el punto y aparte”.
Comparte sus lecturas (p. 164): “Me divierto en grande leyendo a Marcial. ¡Qué exactitud en el insulto, qué registro exacto del tonto apetito, qué gran talento, que gran hijo de puta!
“Zoila: infectas el agua de la piscina
“metiendo en ella el ano
“¿Quieres ensuciarla aún más?
“Mete la cabeza.”
Dice (p. 244): “Es el nuestro un país en el que basta con que alguien se crea político para que lo sea de veras, o escritor, o académico, o ‘intelectual’ ”.
***
Las lecturas y la experiencia de la vida
no son dos universos sino uno.
Ítalo Calvino
Leo El sendero de los nidos de araña (RBA Editores, 1994; se publicó por primera vez en 1947), de Ítalo Calvino, uno de mis escritores básicos. Es su primera novela y trata de la guerra de resistencia, por la invasión alemana, en la que Calvino participó, al principio sin mucha conciencia. Lo dice en el prólogo (p. 24): “Yo había sido, antes de juntarme con los partisanos, un joven burgués que siempre había vivido en familia”.
Pin, el protagonista, un niño criado entre adultos, en la calle, con una hermana prostituta, es quien nos va descubriendo la toma de posición de los hombres que luchan por su patria y los va admirando, queriendo, pese a que (p. 117) “en todos los seres humanos hay para Pin algo asqueroso, como de gusanos, y algo bueno y cálido que suscita amistad”. Los hombres de cantina gozan con las canciones pícaras (p. 38): “Y le toqué los cabellos/ y ella dijo que ésos no/ más abajo son más bellos”, pero estos hombres son distintos (p. 117): “Saben historias de camiones llenos de gente despedazada e historias de espías que mueren desnudos en fosos cavados en la tierra”.
Esta primera novela de Calvino ya dibuja lo que hará cada vez mejor: contar como si escribir fuera fácil, como si la realidad fuera una fábula, como si se estuviera oyendo a un ser humano que nos habla de algo que nos compete, nos involucra, nos hermana.
Contactos: hectorcortesm@hotmail.com
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