Jugar sin discriminar
Alejandra Buggs Lomelí*
Los cuentos de hadas y princesas, que son utilizados como vehículos a través de los cuales se refuerzan los mandatos de género impuestos por la sociedad, sobre lo que debe hacer y ser una mujer o un hombre.
Revisemos ahora cómo los juguetes refuerzan muchos de los estereotipos de género y, más aún, cómo la misma sociedad coloca en los juguetes muchas de las expectativas tradicionales de lo que deben ser mujeres y hombres.
A partir de una interesante entrevista que me hizo la reportera Ariane Díaz para el periódico la Jornada**, sobre cómo los juguetes y juegos imponen estereotipos sexistas, he reflexionando mucho sobre el impacto inconsciente, tanto de juegos como de juguetes, en la construcción de la identidad de mujeres y hombres.
Partamos del concepto de que un juguete es un objeto que utilizamos para jugar y entretenernos y, por lo general, está destinado al uso de niñas y niños.
También existen juguetes enfocados para animales domésticos o juguetes sexuales destinados a que las personas experimenten su sexualidad de manera creativa.
Algunos juguetes son asociados con épocas históricas o culturas particulares, mientras que otros aparentan poseer popularidad universal, por lo que muchos son parte del inconsciente colectivo.
Debido a que los juguetes son una herramienta importante para el desarrollo integral de niñas y niños –en áreas como: la intelectual, física, social y afectiva– se convierten en la puerta de acceso para iniciar y consolidar aprendizajes, por lo que es importante reflexionar y analizar sobre el impacto emocional y social de los juguetes en el sexismo.
Los juguetes para niños y niñas difieren en la temática, lo que repercute en el reflejo de su propia cultura en la vida adulta.
Así, por ejemplo, muchos juguetes para niñas representan tareas típicamente adultas y femeninas, tales como la crianza (con las muñecas) o la responsabilidad de la comida (con las cocinitas de juguete), mientras que muchos juguetes para niños incluyen típicamente elementos de acción o bélicos como: armas, automóviles, caballos u hombres de acción.
El papel de la publicidad es vital porque, desafortunadamente, por ella, la mayoría de las veces se refuerzan y fomentan subjetivamente los roles tradicionales de la mujer y del hombre.
En casi todas las sociedades, desde el momento en que se compra el primer juguete para la niña o el niño, se empieza establecer de manera sutil la discriminación de género, guiadas/os por lo aprendido socialmente.
La tendencia general es a que a las niñas se les regalen juguetes domésticos, como: cocinas, equipos de limpieza, casa de muñecas, etc. Y a los niños se les regalen: carros, pelotas, juegos de construcción, autopistas y trenes, fortaleciendo la capacidad cognitiva a los niños más que a las niñas.
Los anteriores juguetes, al ser adquiridos por adultas/os que tienden a reproducir el aprendizaje del sistema patriarcal, se convierten en objetos con una gran carga simbólica, que refuerza el “deber ser” de mujeres y hombres, enfatizando en las niñas actividades domésticas (mundo privado); y en los niños actividades profesionales, deportivas, políticas, fuera de casa (mundo público).
Es bien cierto que, afortunadamente, una parte de nuestra sociedad está en proceso de cambio, buscando un modelo diferente al patriarcal, gracias a que hoy en día es común que la mujer no solo trabaje en casa, sino que también tenga una ocupación profesional, así como es más frecuente ver a hombres cambiar pañales o dar de comer a sus hijas e hijos.
Cuando una niña o un niño quiere o desea un juguete o a un juego diferente al que “tradicionalmente le corresponde”, es importante no obligarle o imponerle el que se supone es afín a su género, sino proporcionarle diferentes y nuevos modelos de relación entre los géneros, porque al ser algo aprendido es algo que podemos cambiar.
No se trata de que ahora los niños jueguen con muñecas y las niñas con carros, para romper el estereotipo tradicional, se trata de que, tanto a niñas como a niños, las personas adultas les den la oportunidad de utilizar indistintamente toda la gama de juguetes que existen y que madres, padres y maestras/os les ofrezcan diferentes posibilidades de interactuar con ellos.
Hay que enfatizar también que ni la niña deja de ser niña por jugar con juguetes “destinados” exclusivamente para niños, ni el niño deja de ser niño por jugar con juguetes “exclusivos” de niñas.
Definitivamente, estoy convencida de que somos las/os adultas/os, quienes cargamos de un peso sexista a los juguetes, convirtiéndolos en “juguetes sólo de niñas” y en “juguetes sólo de niños”
Mi intención al abordar este tema es invitarles a reflexionar y a fomentar en niñas y niños una educación no sexista, enseñándoles a través de los juguetes a desarrollarse como personas independientes, autónomas e íntegras.
Es tiempo ya de evitar la discriminación de niñas y niños que desean jugar con juguetes diferentes a los esperados socialmente. Para ello hay que tomar conciencia de que los juguetes no tienen sexo y de que somos las /os adultas/os, las/os responsables de crear un modelo que privilegie la posibilidad de que tanto niñas como niños jueguen con todo tipo de juguetes para contribuir a la erradicación de los estereotipos de género, que finalmente son los que alimentan todo tipo de discriminación.
*Psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género, y directora del Centro de Salud Mental y Género.
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