Austeridad a la chiapaneca
La definición económica de austeridad conlleva a un conjunto de políticas públicas -generalmente de recortes de gasto o aumento de impuestos o las dos cosas al mismo tiempo- que se diseñan para reducir los gastos del gobierno que exceden a sus ingresos.
Si el entorno económico global o regional es adverso, la austeridad es básica para que los acreedores tengan confianza en el gobierno, -en su caso- le puedan seguir prestando dinero para asegurar la liquidez de recursos y el siempre ingrato efecto sobre el índice del desempleo no sea tan pronunciado.
De entrada, si un gobierno tiene encima el fenómeno de la austeridad prácticamente tiene que cancelar los proyectos que se consideran onerosos o sin prioridad y los proyectos sociales que son generales y no van dirigidos a un sector poblacional específico o los que tienen menores requisitos para acceder a ellos.
La austeridad puede llegar a situaciones tan graves como el aumento de impuestos para asegurar la operatividad del aparato gubernamental; pero es un fenómeno que afecta a todas las actividades económicas tanto formales como informales.
Aparte del desempleo, su peor expresión es la disminución de los niveles en los niveles de vida y en casos extremos puede provocar la protesta popular.
En un entorno de austeridad, siempre lo más sensato para cualquier gobierno sería evitar gastos inútiles y sobre todo estar conscientes que no podrán cumplir todos los compromisos de campaña.
Los esfuerzos de todo el aparato gubernamental deben de enfocarse en prioridades.
Si la administración pública no se enfoca en ello, entonces esa omisión que afecta a los ciudadanos se llama irresponsabilidad.
De entrada el presupuesto gubernamental debe de estar enfocado a prioridades y debe dejar atrás los retrógradas criterios inerciales en la asignación de este.
Debe ser un presupuesto eficaz y ejercido de manera responsable por todas las dependencias públicas.
Precisamente con la marca de la austeridad es que iniciamos este año –con un nuevo gobierno- y al parecer lo terminaremos así. El problema es que los derechos universales básicos como la salud, la seguridad social y la educación no se cumplen o se cancelan con la austeridad.
Además no se ha encontrado la forma de promover el crecimiento económico, menos se han sentado las bases para ahora si reducir la pobreza.
Sin embargo el gasto es progresivo, es decir aumenta aun cuando este aumento no corresponda al crecimiento de la población.
Necesitamos definir prioridades para que la gente vuelva a creer en las autoridades.
Chiapas cuenta hoy con oficinas públicas sin luz, sin internet y sin echar a andar los proyectos, programas y acciones que le dan vida a la actividad burocrática.
Con la obra pública paralizada, con ciudades en penumbras, con las calles y las carreteras destrozadas. Tal parece que hubiéramos salido bombardeados en una guerra.
Pero no. Es evidente -y así lo hace ver mucha evidencia documental- que como dijera un clásico ¡¡¡Ya nos saquearon!!!!
Aparte del saqueo y la correspondiente austeridad, la clase política sufre de frivolidad; un mal que es peligroso en el ejercicio del poder público, puesto que para este se requiere raciocino, temple y austeridad entre otros elementos.
La frivolidad al contrario es lo que se caracteriza por lo insustancial o banal y con poco compromiso con la realidad.
Paseos en helicópteros, entrevistas con revistas del corazón, calles con baches y oscuras pero tapizadas de propaganda política en épocas que no son electorales; funcionarios que responden a otros intereses y que obstaculizan el desarrollo de los programas del gobierno que deberían implementarse.
En nada ayudan a sacar del bache a Chiapas y al contrario son las insólitas características de la austeridad al estilo chiapaneco.
Si ya nos saquearon. ¿Nos volverán a saquear?
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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