Samuel Toledo, un año en el limbo
Samuel Toledo, presidente municipal de la capital de Chiapas, adquirió de Juan Sabines Guerrero cinco secretarias, una alcaldía, y una historia de incongruencias y corrupción que ahora lo ahogan, lo sujetan, y mantienen en el limbo político y administrativo.
En sólo un sexenio Samuel Toledo fue Secretario de Finanzas, Secretario del Trabajo, Secretario de Economía, Secretario de la Función Pública y Secretario de Desarrollo y Participación Social.
Un hombre que haya pasado por la titularidad de cada uno de esos cargos, tuvo necesariamente que haber dado cuenta del deficiente manejo administrativo y la corrupción que permeó el gobierno de Juan Sabines Guerrero, aún cuando sus conocimiento y capacidades hubieren sido limitadas –lo que no fue su caso, porque adquirió experiencias previas en la administración pública federal-.
¿Qué llevó entonces a Samuel Toledo a querer la presidencia municipal de la capital de Chiapas, en un periodo en el que la historia indica que los rezagados pagan las cuentas pendientes?
Independiente de las razones, el año que pasó ha ido ubicando al alcalde en su nueva realidad: no cuenta con su antigua cubierta política, no hay recursos que puedan tapar el bache (o los baches) del sexenio anterior, y él es la pieza que Juan Sabines dejó más visible y a la mano para recibir los enconos que sembró el ex gobernador en seis años.
Si esto fuera poco, Samuel Toledo por si mismo trae su propia carda de incongruencias; y más aún, tiene que acatar las instrucciones y responder a los intereses de los nuevos grupos de poder, lo que tampoco le deja capacidad de maniobra.
Como muestra, conviene recordar algunas de las promesas que planteó durante los días siguientes de su nombramiento como alcalde.
En entrevistas concedidas a diversos medios de comunicación repitió una y otra vez que no iba a privatizar el Sistema Municipal de Agua Potable (Smapa), no aumentaría el Impuesto Predial, buscaría que la ejecución de la obra pública local la realicen empresas chiapanecas, terminaría las obras del Centro, buscaría aplicar pavimento permeable, mejoraría la infraestructura de las vialidades y del alumbrado, construiría más drenes pluviales; y en las periferias proyectaría centros deportivos, turísticos y empresariales.
Un año después en los hechos ha tenido que recular, porque no mientras sigue evidenciándose la deficiente construcción de las obras de Centro, el no tiene capacidad de reconstruirlas, y tampoco ha podido deslindarse del fraude del proyecto “Que Viva el centro”, y exigir se finquen responsabilidades contra sus antiguos aliados.
No dispone de recursos suficientes para llevar a cabo otras obras importantes, ya que el hueco económico dejado por Sabines también lo alcanza.
Tampoco tiene capacidad de maniobra para oponerse a proyectos dictados por los nuevos grupos de poder, como es el llamado “proyecto de mejoramiento urbano” que prioriza la construcción de puentes y acciones que ante la crisis del estado y la capital, son ante todo proyectos ornamentales.
Menos aún puede incidir ni objetar – si es que esa fuera su intención- con los intereses que impulsan el concesionamiento del sistema de agua potable, tan controvertido y rechazado por la sociedad tuxtleca.
En síntesis, Samuel Toledo es un cadáver político que navega en el limbo del incipiente gobierno estatal, el que tampoco termina de ubicarse.
otra mas de los tuxtlecos, ya nos paso cuando todo mundo era de repente yasir, jajaja somos como borregos a donde nos diga babe el puerquito ahi vamos a ir a parar.
vamos por buen camino, destruyendo las cosas que tenemos y enriqueciendo a los que se erigen como dueños de chiapas y por ende de Tuxtla, pocos hablan sobre esto, pero nadie se puede manifestar por que sería visto como olgazán; así que seguiremos viendo esta película de terror y como buenos espectadores sólo nos asustaremos.
Y mientras tanto, nosotros lo padecemos.
Y mientras tanto, nosotros lo padecemos.