¡¡¡Que se vaya la desgraciada!!!
En 1974, cuando cursaba el primer año de la carrera en la Universidad Autónoma Metropolitana (Unidad Azcapotzalco), mi profesor de filosofía, un francés llamado Jacques Gabayet, que usaba el pelo largo, tenis y overoles de mezclilla, hasta el cansancio nos decía: “la televisión es la caja idiota, embrutece y no sirve para nada. Yo no dejo ni dejaré jamás a mis hijos ver televisión y tampoco comer gansitos, porque son productos del imperialismo Yanqui”
En esos tiempos, recién desempacados de nuestro Pueblo Mágico, era muy fácil dejarse impresionar e imitar a nuestros profesores. En consecuencia, decidí no ver televisión. El intento me duró lo que duró la semana, dado que, el sábado estaba sentado en los “love seats” que teníamos en el día como sillones de la sala y por las noches como camas, viendo el box, en aquella televisión “visioporti” que nos dilató, hasta que el Pérez la cambio por un diablito lleno de trago y quesos “supremo”
Para poder escribir este artículo, desde luego, tuve que chutarme varios programas y así llegar a la petición que encabeza el mismo. Laura Bozzo es una presentadora y abogada peruana radicada en México, así dice su ficha bibliográfica.
Con una vasta experiencia en programas de televisión como presentadora y cuestionada en su país por problemas legales relacionados con sus vínculos de corrupción con Fujimori y Montesinos, llega a México y para variar, es contratada por Televisa para dirigir el Programa denominado “Laura”
En el estribillo de la canción con la que entra el programa, se advierte que Laura es nuestra salvadora, que finalmente llegó a México para salvarnos, que debemos agradecerle que este con nosotros y es nuestra esperanza. Los mexicanos, debemos estar agradecidos por que llegó a quedarse con nosotros y a ayudar a nuestros paisanos.
Laura resuelve problemas, humilla a la gente, a los técnicos de la empresa televisiva, al público asistente, da clases de moral, de filosofía, de sicología, de historia, de todo ¡Grita y vocifera sin ningún freno ni control. Amenaza, discrimina, ofende, sobaja, denigra, distingue, y todos los adjetivos que puedan decirse en contra del ser humano que se presenta a su programa. Nadie con sentido común y la más mínima inteligencia, puede pensar que los que asisten a sus programas son espontáneos.
Evidentemente todo está arreglado, hablado, consensuado.
Sin embargo, exhibe las pobrezas y las bajezas humanas. Laura ha tenido en su programa a violadores confesos, adúlteros, ladrones, secuestradores, vende drogas y todos han llegado y se han ido tan campantes, sin que exista una evidencia que fueron denunciados, que se tomaron acciones legales en contra de éstos, a pesar de que ella, es Doctora en Derecho Penal y lo grita todos los días. Laura es cómplice de éstos por guardar silencio, ante los delitos que los propios autores le han confesado en la televisión, que han cometido.
Los mexicanos no necesitamos que Laura venga a salvarnos, no necesitamos que nos ayude y que nos regale. La televisión que lo contrató, no necesita de estos programas para vender publicidad, mostrando las tragedias de las personas que asisten a él y que sin duda muchos son ciertos.
Una oficina de servicio social dirigido por Laura, en donde se ayude a todos ellos, sin necesidad de un programa de televisión, es suficiente. En el anonimato, sin tener que aguantarla y mucho menos que agradecerle.
Molinari tiene razón cuando dice que la televisión es mediocre y perversa. Admite que no toda la televisión, esto es, no todos los programas. Si Jorge Saldaña estuviera, ya hubiera tirado a la basura al programa de Laura.
Cuando por cualquier parte oigo los gritos de Laura, veo a la gente llorando, gritando, humillándose y denigrándose, recuerdo a mi profesor de filosofía, que en el fondo no estaba equivocado del todo.
Lo mejor que nos puede pasar, es que se Vaya la Desgraciada ¡!!!!
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