Los señoritingos del poder
Fingen amabilidad con frases melosas, aparentan compromiso en cada promesa soltada al ahí se va; en cada acto público exhiben entrega y dedicación. En esencia están clasificados por sus críticos como rapaces y depredadores sin escrúpulos ni prejuicios, obsesionados, extasiados y cegados por ambiciones políticas e intereses personales.
Los señoritingos, los exquisitos, los infantes terribles, los diputados de la LXV Legislatura local, Fernando Castellanos Cal y Mayor, Emilio Salazar Farías y Noé Castañón Ramírez, actualmente tienen un nuevo capricho: seducir, conquistar y poseer, a cualquier precio, a la tan engañada, vejada y saqueada Tuxtla Gutiérrez.
Crecidos y forjados en la demagogia, la simulación y la desfachatez política, los tres legisladores surgidos de los Partidos Verde Ecologista de México (PVEM) y Revolucionario Institucional (PRI), respectivamente, no reflejan a los ciudadanos que afirman representar. La vida y conducta de este trío, que remedan espadachines medioevales en pos de la doncella tuxtleca mancillada, es insultante y oprobiosa por el lujo, el derroche y la frivolidad que los rodea.
Enclaustrados en sus feudos de poder político y económico, asoman en sus propias temporadas proselitistas, pese a que es lejano aún el tiempo de las elecciones intermedias de 2015.
A Castellanos Cal y Mayor sus poses y acciones lo proyectan en imágenes absurdas e incongruentes, que no corresponden a la seriedad y la responsabilidad de la representación legislativa auténtica- de charro y a caballo, en la curul lanzando besos por doquier, también vestido de naranja en partidos de fútbol- , que bien podrían quedar en el anecdotario político, si no fuera porque estas conductas tienen fondo y forma.
Fernando gusta de camisas de lino italiano y de La India. Tiene predilección por los pantalones de mezclilla estilizada – oscilantes en los 8 mil pesos- traídos de Nuevo Laredo y Brownsville, Texas.
El joven presidente de la LXV Legislatura local, con sus 150 mil pesos de sueldo mensual, se deleita con zapatos Ferragamo, propios de las exclusivas tiendas de la Avenida Presidente Masaryk de la colonia Polanco, en la ciudad de México.
Gourmet de delicado y exquisito paladar, Fernando prefiere los restaurantes El Asador Castellano y El Giraldillo de esta capital, conocidos por sus cortes de carne de 400 pesos y ensaladas de 120 pesos.
El diputado del PVEM que gusta aparecer de” estilo casual”, con barba de dos días, es clasificado como “ pobre niño rico, frívolo, distraído, de falsa modestia e ignorante de la política chiapaneca, preocupado más por mantener su peso corporal y el color rosáceo de su piel”.
En el diputado del PRI, Noé Castañón Ramírez caracolean resabios clasistas que lo hacen presumir “su heráldica” de apellido paterno y su nexo familiar con Paulina Castañón, cónyuge de Raúl Salinas de Gortari, hermano del expresidente de México.
Allegados de Noé refieren que éste ha dicho que “ Salinas ( Carlos) ya le aseguró la presidencia del Ayuntamiento municipal de Tuxtla Gutiérrez” en la contienda electoral que vendrá en los próximos dos años.
El hijo del ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ex secretario general de Gobierno del gobierno chiapaneco, Noé Castañón León, se solaza con guayaberas de 3 mil 500 a 4 mil pesos, que diseña una tienda del centro tuxtleco, que tradicionalmente atiende a la clase política de Chiapas.
Como también opta por los trajes Christian Dior de 12 mil pesos.
Castañón Ramírez, “ que quiso ser consejero del gobernador Velasco Coello”, gana, como los otros diputados mestizos, 85 mil pesos mensuales.
El tercer “ caballerito” , el empresario Emilio Salazar, creó prestigio legislativo efímero en la 63 Legislatura, cuando devolvía los viáticos que no utilizaba, en “claro ejemplo de honestidad y respeto”, hoy, es sin embargo, uno de los legisladores que “pegó el cerrojazo para limpiar la Comisión de Vigilancia” en torno a la cuenta pública del ex gobernador Juan Sabines Guerrero.
La excentricidad de Emilio, con su insistente aire de jovialidad, que acude a las sesiones con el puño de sus camisas sin abotonar y abandona el recinto parlamentario, cada vez que se le ocurre, es no obstante, la de un político adinerado de siempre, que no es tan llamativo en sus facetas de galanteos y de vida acomodada.
Alrededor del ex panista menudea el comentario sobre su supuesta cabellera injertada. Cada cabello de Emilio vale 3 dólares, revolotea el comentario jocoso.
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