Los riesgos del movimiento magisterial
Cuando se planteó la reforma educativa, diseñada por unos cuantos, y consensada todavía por menos, se creyó que todos la aplaudirían, que se reconocerían los esfuerzos de Silvia Schmelkes, de Gilberto Guevara Niebla y hasta de Emilio Chuayfett.
Pero no. Las resistencias empezaron pronto. Primero de profesores de educación primaria y después de todos los niveles. Incluso, padres de familia se han involucrado en ese movimiento que más que expresar el descontento en contra de la reforma educativa, expresa el malestar del mexicano por la gestión de Peña Nieto.
El descontento social lo han capitalizado los maestros. Por eso las simpatías de que son objeto. Una vecina, sesentona, quien no tiene en su familia a ningún profesor, dice contenta que es necesario manifestarse, protestar y gritar para que el gobierno escuche y mejore.
La reforma educativa, que debe tener también aspectos positivos, está metiendo al Estado en una dinámica de desgaste terrible. Las primeras víctimas son el presidente, los legisladores y los dirigentes de los partidos políticos que han impulsado esta reforma.
Existe el riesgo de que las protestas se intensifiquen, que abandonen el aspecto puramente educativo y provoquen un estallido de grandes dimensiones. En todas las sociedades que han vivido vuelcos sociales, los manifestantes no se expresaron en un principio por problemas mayores. Fueron aspectos que pudieron resolverse con pequeñas concesiones, pero que la terquedad gubernamental magnificó las exigencias las cuales crecieron sin control hasta desbaratar a los Estados. Ése es el riesgo del movimiento en contra de la reforma educativa.
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