Los desaparecidos políticos: el caso de los estudiantes de la Normal Rural de El Quinto, Sonora
El 17 de mayo se cumplieron 32 años de la desaparición forzada de mi amigo Marco Antonio Arana Murillo (El Charro), dirigente de la Normal Rural de El Quinto, Sonora.
El Charro era dirigente y parte de un grupo amplio de estudiantes expulsados de la Normal Rural de El Quinto, Sonora. En esa época, fines de 1980, nosotros decidimos acogerlos en la Casa del Estudiante de Tabasco, donde viví un tiempo cuando estudiaba en la Ciudad de México; luego me pasé a la de Chiapas. Él se quedó pocos días ahí, pero quienes estuvieron más tiempo fueron Eduardo Echeverría Valdés (Guayo) y Jesús Abel Uriarte Borboa (Chuchi), los cuáles vivían en mi cuarto.
Recuerdo que en esa época me tocó presidir muchas de las asambleas de la Casa del Estudiante, pues se elegía al moderador y los debates eran fuertes. En alguna ocasión cuestioné a los compañeros de El Quinto porque no participaban en las manifestaciones que hacíamos. Eran tiempos de una represión feroz y la mayoría eran disueltas por los granaderos. Después se abrió el Zócalo y la Plaza de las Tres Culturas a éstas, no sin antes enfrentarnos con los granaderos, pues no se nos permitía manifestarnos ahí, eran vedados a las manifestaciones. Yo decía a los sonorenses que eran «pájaros nalgones». Sin embargo, cuando desaparecieron a El Charro el 17 de mayo de 1981 nos dimos cuenta de que no participaban en las marchas porque eran clandestinos y su actividad no era pública. A partir de esa fecha o antes, no recuerdo, se fueron Guayo y Chuchi con rumbo desconocido, y era de preverse porque ellos eran militantes, al igual que El Charro, de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Posteriormente serían desaparecidos por la Brigada Blanca el 9 de noviembre de 1981 en Villa de las Flores, Estado de México.
A Pepe López Arévalo lo habían desaparecido uno o dos años antes y corrió con mejor suerte, pues con él detuvieron a un activista que era hijo de un amigo del primer círculo de José López Portillo y a otro amigo de Pichucalco (que salió medio loco de la tortura). Los tuvieron desaparecidos en el Campo Militar Número 1, 17 días sometidos a torturas. El que hayan detenido al hijo del amigo de JOLOPO les salvó la vida, pues la orden era encontrarlo a como diera lugar y eso ocurrió en las mazmorras militares.
La desaparición forzada de personas es delito de lesa humanidad, cometida durante la guerra sucia y no debe quedar impune. Miguel Nazar Haro era el brazo ejecutor de las desapariciones forzadas, pero en ellas participaba una inmensa red de sicópatas.
Así dice la hoja que está en la página de los familiares de desaparecidos:
“Arana Murillo, Marco Antonio. El Charro Arana, Ariel. Originario de Sonora. Liga Comunista 23 de Septiembre. 19 años. Estudiante de la Escuela Normal Rural «Plutarco Elías Calles» (El Quinto), Sonora, secuestrado el 17 de mayo de 1981, en el Distrito Federal, por agentes de la Brigada Blanca, Dirección Federal de Seguridad y Grupo Jaguar, comandados por Miguel Nazar Haro, Arturo Durazo Moreno y Sahagún Vaca. Trasladado a la Base Jaguar. Detenido junto con cinco compañeros de la ENR «El Quinto» (tres fueron liberados). Como estudiante de la Escuela Normal, Marco Antonio dirigió un movimiento de huelga en agosto y septiembre de 1980 que le valió su expulsión. El 11 de mayo, encontrándose en la Ciudad de México, se comunicó con su madre Consuelo Murillo para felicitarla por el Día de las Madres diciéndole que no la había podido pasar a ver debido a la persecución de que estaba siendo objeto por parte de agentes policiales. El 18 de mayo ella recibió la llamada telefónica de un compañero de su hijo informándole había salido el día anterior y no había regresado, que lo buscara. Posteriormente la casa donde se hospedaban su hijo y otros estudiantes, ‘La Tabasco’, ubicada en Casa Grande 10, colonia Narvarte, fue cateada por agentes que golpearon a los estudiantes. Se tiene los testimonios escritos de Rafael Ochoa Quintana y Mauricio Miranda denunciando fueron detenidos y desaparecidos el 30 de abril de 1981 en Ciudad Obregón y trasladados a la Ciudad de México, donde permanecieron en calidad de desaparecidos por dos meses en una cárcel clandestina llamada Base Jaguar. Ambos aseguran haber identificado a Marco Antonio en ese lugar. También se encontraba Irineo García.”
Me tocó ese cateo en la Casa del Estudiante, nada más nos dieron unos golpes y era para ver qué más había, pues el Guayo y Chuchi ya no habitaban allí. En eso está equivocada la ficha de los familiares de los desaparecidos, pues El Charro ya no vivía en Casas Grandes # 10 (no Casa Grande como dice la ficha) cuando fue desaparecido, ni siquiera Guayo y Chuchi. Me acuerdo porque unos días antes de que desapareciera me llamó El Charro y nos vimos en un parque de la Narvarte, no lo estaba reconociendo porque andaba cambiado de apariencia (ya habían matado a su hermano, al que no conocí) y él me tocó la espalda y me dijo: “Aquí estoy.” Cuando lo desaparecieron comenté con Guayo cómo lo habían reconocido si ni yo había podido y me dijo esos (la “tira” política) te toman fotografías y te graban, estudian tus gestos y aunque te disfraces saben que eres tú.
En esa época, éramos unos chamacos, difundimos la desaparición forzada de los compañeros y amigos, realizamos manifestaciones por su presentación con vida. Recuerdo que los zacatecanos nos acompañaron liderados por La Polla, líder de El Barzón y exdiputado federal en tiempos recientes.
En lo personal no tengo ninguna militancia política desde 1987, pero no niego que simpatizo con las posiciones de izquierda en sentido amplio.
Hoy como hace 32 años exigimos la presentación con vida de los desaparecidos políticos y castigo a los responsables de delitos de lesa humanidad.
Sin comentarios aún.