Desplazados de Carranza ante la sombra del cacique
Con los desplazados de Venustiano Carranza, desvalidos, ambulantes y airados, girando en círculos de protestas, va también el estigma de Carmen Orantes.
Desde la tumba parece que El Tío Carmen, fallecido a los 97 años, siembra aún el miedo con su nombre y su pasado caciquil, en aquel municipio emblemático de lucha campesina y conflictos agrarios incesantes.
Los rostros curtidos de estos hombres y mujeres indígenas y mestizos asoleados y atropellados en sus derechos humanos, trazan interrogantes : ¿Cuántos muertos más para recuperar la legalidad y la civilidad en Carranza?
Los más de 500 integrantes de las 121 familias desterradas por la violencia y la muerte del 5 de mayo y el 18 de junio pasados, recorren el mismo itinerario de agravios que caminaron sus abuelos y sus padres, y que se agudizaron a partir de 1965, cuando una resolución presidencial les restituyó sus tierras comunales de manos de El Viejo Carmen.
Ahí empezaron las batallas por la tierra con el reguero de sangre de 45 campesinos asesinados, desde aquellos días a la fecha.
El paradójico exilio en tierra propia los conserva relativamente bien. Habitantes de esta ciudad que los digiere pero no los acepta, que persisten en su demanda de justicia por los homicidios, indemnización por daños y retorno digno y garantizado.
Esta semana denunciaron el robo de 60 cabezas de ganado y la morosidad en el proceso de reubicación.
Acusaron también que el gobierno estatal de pretender desalojarlos del albergue de la Feria Chiapas, para que ocupen de inmediato el predio de 176 hectáreas, adquirido a unos kilómetros de la cabecera municipal de Venustiano Carranza.
Los desplazados argumentan que no volverán porque no concluye la construcción 39 de 121 galeras que ocuparán provisionalmente, en tanto se edifican las viviendas definitivas.
En la agresión del 5 de mayo que los echó del terruño, les mataron a Sebastián Martínez Gómez, de 45 años y, de 18, Jorge Luis Gómez Gómez, les quemaron 48 casas y destruyeron 22 vehículos.
El segundo ataque del 18 de junio incineró 20 casas más, dañó un vehículo y 200 reses fueron robadas y sacrificadas.
“Porque nada tenemos, lo haremos todo”, asienten con la mirada.
Están endurecidos por la adversidad, pero el miedo los carcome como a sus mayores, cuando recuerdan a los extintos Carmen Orantes y Augusto Castellanos, considerados los caciques históricos principales de San Bartolomé de los Llanos de antaño.
Al patriarca de “La Orantada” en aquella región del Centro chiapaneco, su recuerdo es invocación de carne y hueso.
Como si lo viéramos cabalgando en los caminos polvorientos de cañaverales, según contaban nuestros padres y abuelos, refiere don Saturnino.
Relatos desperdigados entre el velo de la realidad y el mito del “Tigre del Sureste”, político del viejo PRI, terrateniente y hasta usurero.
“Montado en su cuaco de raza, recorriendo sus ranchos y sus campos de cultivo, aquella tierra tan inmensa le perteneció toda; tan extensa, que el ojo no daba para ver los confines”
“El Viejo Carmen con sus capataces y sus pistoleros, intimidando y amenazando a quien se oponía a sus órdenes y deseos”
“Aquel caserón de adobes, donde se dice, chicoteaban a indios rebeldes, donde las muchachas casaderas o en nupcias cumplían la ley de la pernada, en aquella época de señores de horca y cuchillo”.
Carmen Orantes que llegó con su familia en 1920 a la región, junto otros ladinos, por tierras ganaderas, se apoderó “ de la vida del pueblo”, está más vivo que nunca, a través de su hijo el diputado local priista Jesús Alejo Orantes Ruíz, afirman los desplazados.
Acusan a este ranchero ventrudo, bravucón y montaraz, cuyas intervenciones en tribuna, lo evidencian en su esencia campirana y barbarie política, de financiar a grupos armados, “paramilitares”, al lado de La Casa del Pueblo.
De botas, sombrero, pañuelo al cuello, Jesús Alejo, que acude a las sesiones legislativas rodeado de escoltas, posee su propia leyenda, revestida de fincas, casi feudos, en Venustiano Carranza, de perfiles de incansable conquistador de jovencitas, de represor y cacique protector.
Contra él luchamos, afirma Natividad, como en otros tiempos lo hicieron nuestros padres contra su padre Carmen Orantes.
Como también lo hacen contra la estulticia, la inmadurez y la falta de oficio de políticos improvisados en el caso; ignoran la historia del conflicto y no poseen autoridad moral entre sus protagonistas.
Fernando Castellanos Cal y Mayor, presidente del Congreso estatal, intervino después del 5 de mayo, sin resultados.
El muchacho no sabe el tema, y le corre también sangre de cacique, aseguran los desplazados.
Enfrentan por igual la intrepidez e impericia política del secretario general de Gobierno, Eduardo Ramírez Aguilar, a quien acusan de obligarlos al retorno sin haber concluido las galeras.
Faltan las casas de láminas, que no son nada ante el cerco de odio, violencia detenida e impunidad que merodea incansable desde hace décadas, alimentada por el influyo caciquil, la molicie, la omisión y la negligencia gubernamental.
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