Pablo, el ex aliancista

El retorno de Pablo Salazar Mendiguchía a la política partidista inició con  los primeros capítulos   de una historia  tragicómica   de sumisión, desvergüenza,  complicidad e impunidad, a lado de su sucesor Juan Sabines  Guerrero,  a quien públicamente  lo perdonó  de la prisión,  el vituperio y la humillación a que lo  sometió  durante su gobierno.

En esa relación de emisarios y epístolas, afines  a la intensidad de los  romances tradicionales,   sostenidas en   promesas y  miradas  conmovedoras  avaladas por  testigos,  Pablo garantizó a Sabines  que no emprenderá  acción legal  en su contra ni exigirá reparación de daños.

El acuerdo político  entre  ambos, que puso a Pablo fuera de las rejas, adquirió por momentos  efervescencias y tonalidades de alejamientos, rupturas y  cuchicheos  a la sombra del arrepentimiento; al final prevalecieron, como se preservan  en los pactos  de sangre y amor de mafiosos,  los intereses  personales por encima de cualquier otro.

Estos episodios próximos a los pucheros y simplezas de relatos  del corazón,  según  confesiones y afirmaciones de Pablo, sellaron y confirmaron la esencia de ambos protagonistas: que la política es oficio de cínicos y embusteros.

La tarde del pasado 3 de agosto  Pablo  anunció su  afiliación   al Partido de la Revolución Democrática (PRD).  La plaza catedral de San Cristóbal de las Casas fue el lugar del encuentro, donde el  hijo de modestos maestros rurales y predicadores evangélicos, expresó su decisión política.

Un púlpito a la intemperie   recibió a un Pablo  desmadejado, inconsistente  y desvalido de ideas y propuestas, que al paso de  los minutos evidenció su cada vez más abierta vulnerabilidad  en distintos flancos.

No bien iniciaba su discurso  ante su padrino, el ex senador Carlos Sotelo García, aspirante a dirigir el PRD nacional, y el actual presidente  Jesús Zambrano Grijalva, ya Salazar  marcaba su descenso en caída ruidosa, como  declarado militante  de izquierda.

El asombró creció en las siguientes horas  con la exculpación  que hizo de   su verdugo  e hijo putativo político, por cuyo padre el viejo Sabines, jamás ha ocultado su admiración y reconocimiento.

Pablo, intentó reeditarse en sus andanzas de candidato de gobernador de antaño.

Gorra calada ( “ Uno con todos”), en mangas de camisa fuera del cinturón, ajeno de autenticidades, dieron la primera  imagen visual  de  un hombre que aún no supera las sombras del presidio,  la ira y las frustraciones, que seguramente le carcomen el interior, temperamental como se le conoció cuando ejerció el poder.

Encuentro de vítores de  campesinos, indígenas y seguidores. En otros el desdén acumulado, incluido  el de Carlos Tapia, el farsante y engendro político  de la furia de “Stan”,  quien en el tropel  casi dejó la trusa y sus falsos reclamos, cuando perredistas  lo echaron del mitin.
El soyalteco de pelo ralo y rostro enjuto. Se diría que salió de las alcantarillas, no de muros carcelarios; no recuerda al “candidato de la esperanza” que un día fue.

Figura abultada, rostro amorfo,  investido de un supuesto verbo  de tribuno,  Pablo  fue esa media tarde,  reo de sus palabras incongruentes, desarticuladas y condicionadas  por  los tiempos políticos actuales, por su realidad aplastante de perredista trasnochado y de conveniencias, cuyo discurso fue de ataque y no de proyectos sólidos ni propuestas concretas afines a los pujantes  tiempos del incontenible reloj de la política.

Desafiante con sus ojillos de homínido rastreador, que como tal camina y se mueve, Pablo confirmó torpezas y falta de memoria, heredadas sin duda por la humillación incesante del encierro.

Mirada acartonada, voz  áspera y estropajosa, ya   en el colmo del sonsonete de su oratoria de plaza, una  y otra vez embistió  contra el partido  que apenas lo empezaba a cobijar con su emblema.

“Porque el PRD debe ser un partido de la gente  y no de sus dirigentes,  o de aquellos que lo han convertido en una jugosa industria electoral”
“No se trata de medirnos sólo por nuestros resultados electorales. En política, también cuentan el cómo y con quiénes”.

Impulsado por el clamoreo  de su nombre, por la ruta política que le trazaban organizaciones y grupos políticos  y la exaltación de su retorno, Pablo fustigó una y otra vez. Sus palabras revoloteaban en estribillos conocidos y desgastados.

Rencores  y frustraciones. Patadas al pesebre, a las tribus y patriarcas del  partido del Sol Azteca.

El reclamo en plena cara, endurecía y contraía más el rostro de Zambrano Grijalva, ya de suyo desagradable.   A su modo el dirigente nacional ensayaba el respeto y la tolerancia democrática.

“ Durante  ese cuarto de siglo, ha transitado de ser un partido de partidos a un partido de tribus… recientemente  a un de pandillas electorales  . . . y reconozcamos de una vez por todas que el tribalismo y el pandillerismo están minando la poca confianza de los que aún creen en el PRD”. Airado, furioso  en la soledad del no  poder, Pablo tronaba, trepaba y se desgajaba  en su propio laberinto.

Iba y volvía a su libreto ensayado, reflejo, quizá del niño que fue,  con sus lecturas religiosas bajo la ceiba del terruño, y la mirada severa de la abuela que deslizaba al oído infantil, antes de la merienda consoladora: “  tu patrimonio único es aprender bien la lección y practicarla”

“Es hora de limpiar la casa. Pongamos de pie lo que está de cabeza. Estoy aquí porque creo en lo que parece imposible:   remontar la crisis de credibilidad y desesperanza”.

Luego, sus añoranzas, los reflectores  a la egolatría; discursos repetidos, extraídos en más de uno de citas literarias,  de las  que no reconoce  derechos de autor.

“El 8 de mayo de 1999, en Villaflores, frente a una multitud de  amigos, simpatizantes  y ciudadanos … anuncié una de las decisiones más importantes de mi vida: mi renuncia al PRI”

“ En el  2000 logramos la hazaña democrática de llevar al poder  al ejecutivo estatal  . . . me han dicho en estos últimos días: el mejor gobierno que ha tenido … Chiapas” .

Llegaron después sus declaraciones periodísticas que le dejaron caer más tierra en su sepultura política y el repudio que cavó en automático, al proclamar  sin tapujos su acuerdo con Sabines, que lo puso fuera de El  Amate.

Aseguró que después de ganar en tribunales todos los juicios  iniciados en su contra y de 50 personas  y ex colaboradores suyos, Sabines le propuso  establecer un acuerdo que concretó su liberación.

“Mi sucesor  lo único que me pidió a cambio de este acuerdo, es que yo no fuera a proceder judicialmente en su contra”.

Pablo  expuso que a  petición de su acusador  fueron propuestas algunas figuras públicas o fungieron como testigos del acuerdo en el que se comprometió a no entablar ninguna querella penal.

Como condiciones, el ex gobernador aliancista  pidió liberar a todos sus compañeros,  la cancelación de todas las órdenes de aprehensión en contra de más de 50 compañeros suyos prófugos y liberar las propiedades  que “injustamente” habían asegurado.

En el remate de su comunicación epistolar a Sabines, Pablo  asumió posiciones tan comunes y propias del  amante “ adolorido”,  que se aleja “sin rencores ni apetitos de venganzas”, que supuestamente se  esfuma para no dañar a quien bien se quiere.

“¿Que tengo agravios?, ¡Por supuesto! ¡y muchos; ¿que mi imagen fue lastimada?, claro que lo fue; ¿que el daño alcanzó también a mi familia?, es público”

“Sin embargo, y a pesar de ello, por el fin de cientos de personas bajo sufrimiento, he decidido dar vuelta a esta página y poner punto final. Lo hago sin rencores ni apetito de venganza o revancha”.

“ …  Por eso escribo esta carta para darte la seguridad de que no habrá desquite. Renuncio -y en ello empeño mi palabra y mi honor- a cualquier legítimo derecho que me asista para acudir a los tribunales a exigir reparación de daños”.

Acuerdo, expresiones, que en la realidad chiapaneca   agreden, lastiman, porque se entienden como  pacto de gitanos, que se leen las cartas a conveniencia,  en público sin pudor ni escrúpulos, pisoteando ambos la ley, la moralidad y las formas de los ciudadanos.

Pablo y Juan ilustran la actual tragicomedia chiapaneca,  donde el de Soyaló   padeció el desamor sobre la cama de piedra de la prisión, y a llanto pelón, seguramente, padeció la impotencia, la orfandad  y el desacierto de elegir a Sabines el joven en la sucesión del poder.

Por ahora Pablo y Juan, la pareja,  están contenidos,  aunque no garantizan lo pactado. Prepotentes, abusivos, intolerantes, traidores, obsesivos e inestables como son, en cualquier momento podrían romper  su juramento para  escribir  nuevos capítulos, en los cuales el reciente perredista en su papel de amante despechado podrá cobrarse los agravios y las ofensas, al ojo por ojo, lunar por lunar  y rizo por rizo.

 

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2 Responses to “Pablo, el ex aliancista”

  1. Rosa Aurora
    23 agosto, 2013 at 11:01 #

    Este par de políticos y su quehacer corruptor. No hay palabras, solamente indignación. En sus patadas de ahogado se unió a lo peor del PRD. Desvergonzado y traficante de una fe que perdió tiempo atrás, pero que usó como trampolín.

  2. baltazar zanabria sol
    23 agosto, 2013 at 8:32 #

    La desverguenza de este para de cínicos es infinita, se pasan las leyes por el arco del triunfo sin el menor pudor, mientras es prision hay cientos de personas encarceladas por robarse una gallina para comer. Este pacto entre el poder ejecutivo y un delincuente mas unicamente se da en este pais. Desafortunadamente las huestes del PRD en lugar de protestar como en otras situaciones, alterando el orden público, ahora son unos sumisos borregos. Nuestro actual gobernador debe de tener tambien por ahi un pacto con Sabines para que tambien se comporte como un frágil y debilucho gobernante, sin las «amigdalas» necesarias para sacar a este pobre estado de su estado de miseria.

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