La casa que rompieron Pablo Salazar y Juan Sabines
“’Mi ciclo en la vida de la política ha terminado, no aspiro a nada’, dijo, y salió del recinto donde entró seis años antes”. Así recogió un medio de comunicación estatal la imagen de la palabra no cumplida por Pablo Salazar, un domingo 03 de diciembre de 2006.
Pocos meses bastaron para que cambiara la forma en que se veía a sí mismo en su futuro inmediato. Incongruente para algunos, ambicioso de poder para otros, Pablo Salazar quiso regresar a la vida y a los escenarios del poder público. Entonces otras palabras dichas aquella tarde del 03 de diciembre, se le vinieron encima.
“El que está por llegar a la más alta responsabilidad política de Chiapas, vástago de la estirpe noble y recia, es un hombre joven y dinámico, preparado y con instinto de poder (…) ¡Ayúdenlo!, denle fuerza sin regateos, háganlo su líder hasta que lo logren, al final de la jornada, que Juan Sabines Guerrero se convierta en el mejor gobernador de Chiapas”.
¿Qué pasó después? ¿Dónde estuvo el punto de quiebre? La vida los reacomodó a ambos: Salazar quiso regresar al poder de la política, y Sabines sacó a flote las carencias y los intereses que llevaba a cuestas. Desde la mirada ciudadana sólo pudimos observar un paulatino incremento de descalificaciones mutuas, donde las diferencias tomaron tintes personales, políticos y públicos. En ese pleito quien más salió perdiendo no fue ninguno de los dos ex gobernadores, sino la ciudadanía de Chiapas.
El encono de uno por el otro polarizó también a la sociedad, e hizo que esta se sumergiera en diferencias que no eran las suyas, y perdiera de vista que su casa se estaba quebrando.
La peor ofensa que en ese momento se podían lanzar políticos, empresarios, organizaciones y ciudadanos, era –según la mirada de ellos- pablistas o antipablistas. sabinistas o antisabinistas.
“Siento que dos borrachos se están peleando en mí casa, no me importa su pleito sino cómo van a dejar la casa”, así se refirió Amado Avendaño a ese pleito de los dos ex gobernadores. Más de uno así lo sentimos.
Ni a Pablo Salazar ni a Sabines Guerrero pareció importarle la ciudadanía. ¿Pensó Pablo Salazar Mendiguchia en los chiapanecos cuando apoyó la campaña de Juan Sabines Guerrero? “Que venga lo que tenga que venir, y si lo que viene es la nada, bienvenida la nada” dijo en su último informe de gobierno, pensando que a él no le tocarían las consecuencias de haber promovido un gobernante desquiciado por sus propios demonios; y jamás haberse preocupado, durante sus seis años de gobierno, en promover la construcción de una democracia participativa y genuina -sin mesianismos- que tomara sus propias decisiones y asumiera los riesgos.
Pablo Salazar habla ahora de la negociación que se dio para lograr su excarcelación, pero no de los intereses que se movieron para que Sabines Guerrero fuera candidato y gobernador en Chiapas. Finalmente, son piezas del mismo rompecabezas.
En el “terreno del no poder” no hay revancha posible, y hoy no se puede entender de otra manera que Pablo Salazar intente mover nuevamente el andamiaje político, para un motivo distinto que el de intentar recuperar el tono de aquella canción que cantó tan sentidamente la tarde del 03 de diciembre de 2006: “…pero sigo siendo el rey”.
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