Crisis urbana en Chiapas
Por lo menos –hablando de las ciudades grandes del estado- Tuxtla y Tapachula son un caos de infraestructura, equipamiento urbano y movilidad vehicular.
Junto con San Cristóbal de las Casas y Comitán son nuestros centros urbanos más grandes, ya que concentran la quinta parte de la población total chiapaneca que para el 2013 se estima alcanzará los 5.1 millones de habitantes.
Según los datos contenidos en el Plan Estatal de Desarrollo Chiapas 2012-2018, la población urbana estatal es de 2.3 millones de personas. De esta cifra; poquito menos de la mitad la conforman los cuatro grandes núcleos poblacionales ya citados. De acuerdo a estos datos; Tuxtla Gutiérrez la capital con sus 503 mil habitantes concentra el 10 por ciento de la población urbana estatal.
Es precisamente en nuestros núcleos poblacionales que como en cualquier concentración urbana del mundo se cumple de mejor manera una función económica esencial para los retos del desarrollo y del progreso económico y social: la relación entre las personas, las empresas y los servicios.
Pero para que esta condición sea óptima es necesario que las ciudades tengan en las mejores condiciones por lo menos las centrales de abasto, el transporte, los servicios públicos y la seguridad ciudadana.
Solo una vuelta de pájaro por el centro de Tuxtla y Tapachula nos dirá que esta condición en las ciudades chiapanecas no se cumple.
Con sus calles destruidas, sin alumbrado público y prácticamente en caos pensaremos que la frase que dicta que “es más fácil destruir que construir” es cierta y que es una realidad en nuestras ciudades más grandes.
Vivimos con una crisis urbana permanente.
Hoteleros, comerciantes, turistas, peatones, burócratas, etcétera sufren día a día las incomodidades de lo que parece una “zona de guerra”. Pero más allá del el caos, hay un costo económico en ello, sobre todo para la micro empresa y los emprendedores capitalinos y tapachultecos.
Algo parecido -pero no igual- sucede en algunas ciudades americanas y europeas ya que a estas las deudas las agobian.
En algunos casos porque se embarcaron en proyectos faraónicos que se tragaron el presupuesto y entonces hubo que pagar los préstamos, en otros casos porque las asfixió el sistema de pensiones y sobre todo las americanas porque causas de desempleo estructural provocaron el abandono de las ciudades; -la Detroit obrera por ejempló mutó a una ciudad con suburbios ricos especializada en el sector servicios-.
Mientras que la periferia de nuestras ciudades se convirtieron en cinturones de miseria con asentamientos irregulares que solo consiguen la atención de nuestros políticos en épocas electorales. Tampoco contamos con zonas industriales definidas, solo a intentos de creación hemos llegado. Por eso y entre otras cosas nuestro desarrollo urbano es irregular.
Aquí está la diferencia: colonias periféricas irregulares, impacto ecológico negativo sobre las reservas naturales que rodean la ciudad (Tuxtla); centros históricos destruidos por obras impopulares y faraónicas, endeudamiento cada vez mayor que ha restringido el gasto productivo, pequeños comerciantes que ven disminuidas sus ventas y por lo tanto sus utilidades.
Un auténtico círculo vicioso en el que están atrapadas nuestras ciudades que en la práctica deberían ser los polos de desarrollo para la atracción de inversiones, pero no lo son porque nuestros gobernantes hicieron lo que quisieron con ella porque pudieron –o porque los dejamos-.
El resultado es que tenemos ciudades destruidas y Ayuntamientos endeudados.
Al saldo negativo que para las actividades económicas les dejaron a Tuxtla y Tapachula las obras inconclusas y el endeudamiento le tenemos que agregar la falta de visión de nuestros dirigentes:
Las ciudades del mundo transitan apoyadas en las nueva tecnologías y las comunicaciones hacia la sociedad del conocimiento.
Algunas son ciudades amigables con el medio ambiente, otras han transitado hacia la promoción de la tolerancia y los derechos humanos como el Distrito Federal, otras son ciudades tecnológicas, algunas más son ciudades llamas “inteligentes” por la tecnología de última generación que hace eficiente la prestación de los servicios públicos.
La tendencia es que las ciudades no están estáticas, avanzan hacia nuevas etapas en su desarrollo.
Uno de los estados más pobres del país en lo que deberían ser sus polos de desarrollo más importantes; sufre de destrucción, endeudamiento, enojo social y falta de comunicación entre sus gobernantes y gobernantes.
Lo peor es que no avanzamos. Este círculo vicioso debe romperse ya.
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