Chiapas y el problema de su desarrollo, un verdadero desafío
Durante los últimos 30 años México se ha convertido en una máquina generadora de pobres, aunque también en una que ha producido pocos, pero muy, ricos, que están en la lista Forbes, ninguno de los cuales es de Chiapas, por cierto. La polarización que ha generado el modelo neoliberal no sólo se da a nivel de los individuos o clases sociales sino también en las regiones de nuestro país. México no es un país pobre pero sí muy desigual, uno de los más desiguales del mundo.
Genaro Aguilar, investigador del Instituto Politécnico Nacional y hoy coordinador de asesores de la Cruzada contra el hambre, ha sostenido que de 1984 a la fecha los presidentes han invertido cada año la nada despreciable cantidad de 10 mil millones de dólares, algo así como 100 mil millones de pesos anuales, en programas de atención al pobre, y el dinero acumulado en los últimos 25 años del gasto federal es de más de 200 mil millones de dólares para atender el combate a la pobreza, pero ésta en nuestro país sigue aumentando cada año (El Heraldo de Chiapas, 7/octubre/2009). Sostiene que “el número de personas que trabaja en cada hogar pobre en México aumentó entre los años 2000 y 2012. “Al empobrecerse, primero salieron las madres a trabajar y después los hijos. Los datos de 2012 muestran que el número de personas que trabajan en hogares pobres aumentó, por lo que es claro que el modelo y la política social aplicada fallaron” (Rumbo de México, 22/agosto/2013).
Mucha gente cree que los economistas tenemos una bola de cristal y sabemos qué hacer para que Chiapas pueda abandonar el sótano del país, pues el verdadero desafío del desarrollo viene planteado por la permanencia del estado en los últimos lugares de la economía nacional y de los cuales no se ha movido prácticamente desde 1900, en 113 años, excepto en el periodo de 1970-1980, cuando abandonó el sótano momentáneamente (incluso se puede decir que se prorrogó hasta 1985).
Somos un estado que convive con el siglo XXI pero nuestra realidad es en algunos aspectos del XIX. Esta visión han tenido, entre otros, Moisés T. de la Peña, quien escribió en 1951 el libro Chiapas económico y decía que aquí “se llamaba mozos a los peones acasillados, sujetos a sueldo, con ración y endeudados; y son baldíos los campesinos que por el derecho de establecerse en terreno ajeno y de hacer en éste su milpa quedan obligados a compensar al propietario con cierto número de días de su trabajo gratuito, cuando y donde el terrateniente señale” y la fotógrafa neoyorquina Marcey Jacobson, quien escribió: “Cuando por primera vez llegué a San Cristóbal (en 1956), había cinco automóviles, manejados por niños de doce años. Había un taxista con una carcacha que te podía transportar a cualquier lugar. Bueyes y carretas circulaban por las lodosas calles. Había burros que llevaban agua a las casas en vez de camiones. Muchos ladinos trataban muy mal a los indios… No tengo revelaciones. Cuando yo estaba fotografiando en los pueblos, estaba fotografiando el presente, no importa en qué año lo haya hecho. Estas fotos todavía tienen vigencia. Busco algo que trascienda lo material. Los zapatistas son un ejemplo. Ahora que ya no fotografío a los mayas, siento una pérdida. Mis únicas imágenes de la actual rebelión son sombras en las paredes” (Ojarasca, La Jornada, marzo de 2003).
Las cosas han cambiado desde el punto de vista de que San Cristóbal se ha convertido en una ciudad cosmopolita y con una industria turística importante, y los peones acasillados prácticamente desaparecieron, no por obra y gracia del gobierno sino como resultado de los conflictos agrarios ininterrumpidos desde mediados de los setenta. Los finqueros son una especie en extinción y sólo existen como hombres de horca y cuchillo por parte de los chiapanecólogos, lo cual no quiere decir que no existan sino que no son omnipresentes, como el cacicazgo al que Manuel Velasco Suárez se enfrentó de manera decidida a mediados de los setenta, pues lo concebía como un obstáculo para el mismo desarrollo de la entidad y un mal innecesario en el tránsito a la modernidad. La paradoja es que 40 años después el nieto, Manuel Velasco Coello, con los despojos que quedan los refuncionaliza y se alía con ellos.
Si el problema del desarrollo chiapaneco fuera sólo de dinero, sería fácil resolverlo, pero es más que eso, pues de hecho Chiapas se ha convertido en el estado más subsidiado del país y la economía no crece ni abandona el sótano. Estamos ante un problema que debe abordarse mediante varias medidas simultáneas, algunas de las cuales pueden parecer contrarias al sentido común, pero no podemos basar la estrategia de desarrollo en esa especie de farándula de éste, que es todo corazón y nada de cabeza y que puebla nuestro estado con muchos personajes, desde operadores gubernamentales hasta gente de oposición (oenegeneros, organizaciones campesinas, nostálgicos, etcétera).
Somos un estado pobre que tiene 30 años de estancamiento, pero desde 1900 no se ha movido de los últimos lugares del país. Estamos perdiendo el tren de la modernidad y del desarrollo.
¿Cuál ha sido el desempeño de los estados del club de la pobreza en México? En primer lugar fijémonos cómo viven sus habitantes o, mejor dicho, cómo mueren. La esperanza de vida media es inferior y la mortalidad infantil es mayor.
¿Esta brecha entre los estados pobres ha existido siempre o se ha abierto porque los pobres se han quedado atrapados en la trampa de la pobreza de la que hablan Jeffrey Sachs (el creador de los objetivos del desarrollo del milenio) o Paul Collier?
Supongamos que un estado rico crece a un ritmo alto, pero tiene pocos habitantes, y un estado pobre pero con población numerosa crece menos. El método habitual que se usa es calcular el promedio de las cifras relacionadas con el tamaño de la economía de un país. Hace que el estado rico y pujante introduzca un sesgo al alza y propicia que suba la media, de tal forma que, considerados a la par, los dos estados aparecen como economía en crecimiento. El problema es que el método describe lo que ocurre desde el punto de vista de la unidad de ingreso, no desde la perspectiva del individuo. La mayoría de las unidades de ingreso está en el rico pero la mayoría de la población en el pobre. Si queremos describir cómo vive el habitante tipo de los estados pobres debemos manejar las cifras basadas en la población de una entidad y no solamente en su ingreso.
¿Es producto de los indicadores macroeconómicos o de los indicadores de bienestar este pésimo desempeño que ha tenido la economía chiapaneca? Al contrario, es al revés. Y eso se debe entender, pues en Chiapas la gente del gabinete económico tiene recursos humanos escasos y se pone ahí hasta a quienes caen en desgracia. Pocos funcionarios han sido economistas buenos, como Giovanni Zenteno, pero son los menos. En algunos sectores de la cúpula creen que los indicadores son la causa y no el efecto. Los indicadores son efecto de que la economía no funciona, no al revés; se trata de indicadores expost. No es el índice de desarrollo humano (IDH) el problema, ni el de marginación, ni el PIB por habitante ni la pobreza, pues esos indicadores que tienen valores críticos están indicando que algo anda mal en la economía de Chiapas; es como el paciente que tiene fiebre, ésta indica que algo anda funcionando mal en el organismo. Los datos de la pobreza son ilustrativos y también la de la tasa de crecimiento del PIB por habitante en los últimos años con información del INEGI, pues la economía de Chiapas tiene un comportamiento negativo en algunos años y en otros inferior al crecimiento mediocre que ha tenido el país.
El fracaso del crecimiento en los estados pobres debe ser nuestra principal preocupación. El crecimiento suele beneficiar al ciudadano de a pie. Para que los estados pobres alcancen a los ricos tendrán que aumentar su ritmo de crecimiento. El hecho de que lleven tanto tiempo estancados indica que es una labor difícil. ¿Qué podemos hacer aparte de preocuparnos? Siempre que se ven problemas tan persistentes y generalizados como los que aquejan la economía chiapaneca sólo se puede llegar a una conclusión: los problemas son sistémicos.
El INEGI el 21 de agosto de 2013 dio a conocer los datos de la economía nacional y por entidades federativas con base 2008. Es una triste noticia para Chiapas, pero era previsible, en una economía rentista y con élites locales y foráneas que vienen como filibusteros.
El Producto Interno Bruto per cápita de Chiapas decreció en 0.4 por ciento de 2003 a 2011, mientras el resto del país creció a una tasa mediocre de 1.2 por ciento (ver gráfica), pero creció y amplió la brecha con Chiapas, pese a ser nuestro estado uno de los beneficiarios del gasto público federal y de haberse endeudado irracionalmente en el periodo 2006-2012. Es decir, los chiapanecos en conjunto somos más pobres de lo que éramos en 2003, no así el resto del país. Si no se crece no se genera empleo, aunque el gobierno y sus medios digan que tenemos la tasa de desempleo más baja del país (en Chiapas ese indicador –desempleo- debe leerse al revés, pues es un indicador del atraso económico en una economía que no tiene un mercado de trabajo bien estructurado).
El crecimiento si bien es una condición necesaria, no es una condición suficiente para superar la pobreza. Se deben implementar políticas redistributivas de la riqueza, pues si se crece y no se benefician las mayorías se generan cuellos de botella, que lastran el crecimiento económico y no se desarrolla el mercado interno de la economía chiapaneca, si es que se puede denominar así. Se hace necesario cambiar la base productiva del estado. La economía campesina en Chiapas sobrevive con bajísimos niveles de productividad y es una fuente importante de reproducción y permanencia de la pobreza, pero en torno a ella se suelen tejer grandes y diversos mitos. Como señala Pepe Valenzuela: se termina por glorificar la pobreza y se revive el mito del “salvaje feliz”. En ellas, suele predominar cierto espíritu franciscano, entre romántico, cristiano de las cavernas y seudo-izquierdista. De fondo, estamos ante una postura reaccionaria.
En torno a la economía campesina en Chiapas se suelen tejer grandes y diversos mitos. Como señala Pepe Valenzuela: se termina por glorificar la pobreza y se revive el mito del “salvaje feliz”. En ellas, suele predominar cierto espíritu franciscano, entre romántico, cristiano de las cavernas y seudo-izquierdista. De fondo, estamos ante una postura reaccionaria.En la economía de Chiapas hay problemas de orden estructural y otros de orden coyuntural. Los primeros tienen que ver con la anemia de inversión, pues no hay capital reproducible que genere empleo. La inversión debe ser la variable clave para impulsar el crecimiento económico y el empleo; la productividad es la variable clave en el largo plazo para explicar el crecimiento. En Chiapas, por los problemas de pobreza, no hay dinero para invertir, pero hay que traerlo de otro lado, pues, a diferencia de lo que piensan algunos economistas de que el ahorro determina la inversión, la lógica es al revés; es decir, no hay ahorro porque no hay inversión y se genera un círculo vicioso que impide salir del atraso. Está demostrado que sin inversión e incremento de la productividad del trabajo no hay crecimiento económico y empleo y sin crecimiento no hay desarrollo posible y sostenible. Si los que se llaman empresarios en Chiapas no tienen dinero o son pobretones, como realmente son, aunque algunos más ostentosos que Carlos Slim, hay que traer la inversión de otra parte, para lo cual hay que ofrecer facilidades fiscales, seguridad, infraestructura, servicios, etcétera. Y esto último lo tienen que hacer el Estado mexicano y el gobierno de Chiapas. Considero que en Puerto Chiapas y la Puerta Chiapas se pueden hacer cosas interesantes. Sin embargo, el problema es de tal magnitud que se requiere un plan de largo plazo, que siente las bases del crecimiento.
El estado de Chiapas debe apostar por el turismo, pues tenemos ventajas comparativas reveladas y podemos vivir de la prestación de servicios asociados a las bellezas naturales, arqueológicas o ciudades coloniales de nuestro estado; el camino emprendido de dar difusión a las bellezas naturales es importante y se debe seguir por esa hoja de ruta, pero debe acompañarse con mejorar los niveles educativos y de salud, tanto en cantidad como en calidad, lo cuál requiere tiempo y esfuerzo; se debe buscar mejorar la infraestructura carretera y la conectividad terrestre y la aérea con líneas aéreas de bajo costo, así como la prestación de servicios debe profesionalizarse; hay que eliminar los topes que se convierten en un desincentivo para visitar la zona arqueológica de Chiapas o las bellezas naturales de nuestro estado, pues no es posible que a cada rato se tope uno con topes, como sino bastara la orografía para hacer más tiempo que el debido en los recorridos terrestres.
El desarrollo de Chiapas es un problema planteado que requiere solución y no basta derramar ríos de dinero o golpes de efecto mediático que crean imagen pero no desarrollo, pues Chiapas es un cementerio de proyectos fracasados y dinero público tirado a la basura (entre los más recientes aeropuertos Llano San Juan, San Cristóbal de las Casas y pronto se sumará el de Palenque, Bioenergéticos, Ciudades Rurales, por sólo citar algunos, pero hay más). Chiapas ha demostrado con creces que los recursos públicos son una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo de la entidad, pues aquí desde el levantamiento zapatista se han derramado ríos de dinero y la economía no abandona el sótano del país.
Lo del turismo va más allá de los topes. Yo acabo de ir como turista y la verdad desde que llegas eres víctima de monopolios: el monopolio de los taxis en el aeropuerto, que te cobran 800 pesos para ir a San Cristóbal, el de los autobuses, que te cobran 210 por persona, el monopolio de las comunidades, que te cobran el paso a carreteras federales que ellos ni construyeron ni mantienen, el monopolio de las lanchas para ir a Yaxchilán, y sí, el estado pésimo de las carreteras, pero todavía peor la impunidad, porque cualquiera te puede parar para pedirte dinero. Me gasté más que si hubiera ido a Quintana Roo, pero a diferencia de allá, acá me lo gasté estresada, sin saber qué esperar a cada curva, en la incertidumbre, pagando todo carísimo, como si hubiera una infraestructura que lo respaldara. Intenta rentar auto en Chiapas: 700 pesos el día, mientra que en Quintana Roo pagamos 200. En realidad es un lugar caro para ir de viaje y así como está hoy, no lo recomendaría. Más que vivir del turismo, allá abundan los «vividores» del turismo. Regresé indignada por el abuso. Jamás voy a volver.
Excelente análisis y mis felicitaciones a mi colega Jorge; sólo me queda una reflexión a vuelo de pájaro, porque no mencionar que esos ríos de dinero que desde el 94 han circulado desde el gobierno federal al gobierno de Chiapas y a las organizaciones caciquiles, como las asociaciones ganaderas, han propiciado la corrupción en cascada y han servido para tener controlado a las organizaciones sociales caciquiles? Los dineros del pueblo se ha usado para imagen del gobernante en turno y control de todo tipo de organizaciones, nunca ha habido una planificación económica a mediano y largo plazo en Chiapas, por lo que es imposible poder hacer crecer una economía y mucho menos desarrollar una economía rentista tal como lo mencionas acertadamente. Saludos.
sinceramente les digo que por mi le doy ok
y esspero que la toman en cuenta.
y otro no teclie una sitio web x k no tengo