La reforma educativa que México necesita
Antony Flores Mérida
En el complejo tema de la educación, los actores involucrados son más de los que, hasta el momento, se ha querido ver.
Los actores
Cuando hablamos de educación en México, pensamos inmediatamente en escuelas, magisterio, sindicatos y, por extensión, en marchas, plantones, huelgas, pliegos petitorios. Al concepto se añaden calificativos que han permeado, sobre todo, gracias al discurso mediático y pueden citarse los de confección más reciente: vándalos, irresponsables, «pleitistas».
Suele, por consiguiente, asegurarse que los únicos responsables de la Educación, –así, con mayúsculas–, son las y los maestros.
Sin embargo, en el tema educativo, los actores involucrados son muchos más. A saber:
El Sistema Educativo: pensemos en la «Educación en México» como una estructura que cuenta con planteles educativos, autoridades que planean y ejecutan los planes de educación, supervisores, redes de planteles que se dividen en zonas, niveles, etcétera. La estructura se gestiona por y mediante recursos tanto económicos como humanos, técnicos, materiales, entre otros; así como los planteles de educación superior que forman a docentes (normales, universidades e institutos).
El Magisterio: organizado en sindicatos, secciones y corrientes, con diversidad de orígenes (escuelas normales rurales o urbanas, universidades e institutos), disperso en zonas geográficas múltiples (áreas rurales, urbanas, suburbios), distribuidos en categorías las cuales determinan el ingreso de cada integrante, sin contar la tipología de su especialización (educación preescolar, primaria o secundaria, por materias, educación especial, técnica, física, etcétera).
El alumnado: estudiantes de distinto origen étnico, cultural y socioeconómico, provenientes de distintas realidades familiares y, por tanto, psicosociales, con necesidades por consiguiente diversas.
Las y los jefes de familia: padres y/o tutores del alumnado, con variada formación académica, posición económica, entre otras características.
A estos actores, habría que añadir a la clase política, que determina mediante la promulgación de leyes y reglamentos, los lineamientos que ha de seguir el Sistema Educativo.
La reforma educativa en México fue elaborada, principalmente, por éste último actor.
¿Quién quiere mejorar la educación?
El tema del debate nacional en este momento es la reforma educativa recientemente aprobada y cuyas leyes reglamentarias están a discusión. Las opiniones, vertidas por todos los sectores, son sobre la «calidad» de dicha reforma y si ésta es educativa o laboral, si afecta o no los derechos de las y los docentes así como si es válido o no que estos últimos protesten contra la misma.
Las opiniones van a favor y en contra: a favor de la reforma, en contra de las y los maestros; a favor del magisterio, en contra de la reforma.
Los argumentos, que pocos se han esforzado en expresar (al menos con la claridad necesaria) pasan por alto, en su mayoría, la cuestión de cómo llegamos a este punto: al de las protestas, los enfrentamientos, las imposiciones.
El argumento oficial, es decir, el del gobierno, es que la reforma educativa busca mejorar la calidad de la educación en México mediante la evaluación del magisterio.
El argumento de los medios ha versado mayoritariamente sobre la vandalización de la protesta, asegurando que las y los maestros están «en contra» de la evaluación.
El argumento de la «sociedad», en términos generales, se divide aunque parece ser en su mayoría de crítica al personal docente.
El argumento de las y los maestros… éste es quizá el que menos claro nos queda a todos.
Algo puede quedarnos claro: nadie, en su sano juicio, está en contra de que la educación mejore. Partamos entonces del supuesto de que todas y todos queremos un mejor Sistema Educativo en México y, acordemos pues que una reforma educativa es absolutamente necesaria. Siendo así…
La reforma que vino
Los partidos políticos, bajo la figura del Pacto por México, sacaron adelante, en acuerdo con el gobierno federal, una reforma titulada como «educativa». Las modificaciones constitucionales acompañadas de sendas leyes reglamentarias, incluyen componentes como: evaluación al magisterio, aumento de la autonomía de gestión de los planteles educativos, diagnóstico del sistema educativo nacional.
Los partidos con mayor presencia en el Poder Legislativo avalaron (no sin jaloneos) la reforma. Cabe recordar que esta aprobación se dio tras un evento coyuntural: la aprehensión de la ex ligereza sindical Elba Esther Gordillo. Dejemos a los más avezados, la interpretación de cómo ese evento contribuyó al avance de las modificaciones constitucionales.
La reforma «educativa», curiosamente, carece en su redacción de instrucciones que modifiquen de fondo el Sistema Educativo en México (léanse arriba algunos de los componentes de este actor). Las modificaciones se centran sobre todo (cuando no exclusivamente) en el deber ser del magisterio.
Podríamos cuestionarnos entonces el por qué la reforma no modifica a la Secretaría de Educación Pública (la creación de un instituto nacional de evaluación no modifica en forma o fondo a la SEP), o por qué la redacción del texto constitucional no pone atención sobre asuntos como infraestructura educativa o el modelo educativo de las y los futuros docentes.
¿Por qué la reforma se centra en uno sólo de los actores del campo de la educación en México?
Los actores olvidados
Una reforma educativa en México requiere la participación de todas y todos los actores involucrados en el tema. Un tema tan importante y complejo como éste no hubiera pasado desapercibido para la ciudadanía ni para el propio magisterio.
Prueba de ello pueden ser ejercicios de debate como los que espacios virtuales han generado.
En Chiapas Paralelo se publicó La reforma educativa según El Fisgón y, sin abundar en el contenido del cartón, basta fijarse en los comentarios que el tema ha generado para saber que la gente desea participar en un debate estructurado sobre la reforma educativa que México necesita.
Las y los maestros tienen mucho qué decir al respecto. David por ejemplo, pone en el debate el hecho de que existe una propuesta generada por la sociedad y el magisterio para mejorar la calidad del sistema educativo, respondiendo con ello el cuestionamiento de una persona, Igor Ayala quien preguntaba por qué las y los maestros no han propuesto su propia reforma.
A su comentario se puede sumar el de Idalia Garza quien cuestiona, desde su perspectiva como docente, la validez de quienes elaborarán las evaluaciones y pone de manifiesto carencias en la planeación educativa: la formación en la materia de Historia en primaria, por ejemplo, que dedica una hora semanal al tema, insuficiente en periodos en los que hay días feriados y vacaciones.
Talía asegura que las y los docentes no temen a la evaluación, pero echa luz sobre el hecho de que muchas niñas y niños no cuentan con las condiciones necesarias para poder cursar sus estudios como se debe. Con esto, respondía así al comentario de Flor de María Esponda quien culpa a los maestros del rezago educativo y por las cotas de poder que el magisterio obtuvo gracias a la clase política.
Y también la ciudadanía opina: Ángeles, una ciudadana, se suma al debate señalando que si bien la evaluación no es necesariamente mala, se pasa por alto un elemento: la corrupción, un tema sobre el que ninguna reforma hasta el momento ha puesto la mira. Pero también hay personas como Ernesto que consideran que la reforma federal no es necesariamente nociva, aunque no censura los intentos de reivindicación de las y los maestros.
Este debate, que puede presenciarse en un espacio tan pequeño como es una publicación en internet, puede (y debe, dicho sea de paso) multiplicarse, ampliarse a toda la sociedad.
No hay mexicano ni mexicana que no desee que su voz sea tomada en cuenta cuando de mejorar la educación se trata.
Surge entonces una nueva pregunta: ¿Por qué la clase política, el actor que menos debería influir en la confección de una estructura educativa de calidad, decide e impone una reglamentación sin escuchar, consultar y crear el consenso entre todas y todos los actores de la Educación en México?
El destino de la reforma
Sin ahondar en las cualidades de la «reforma educativa», no puede pasarse por alto que fue una cúpula o al menos una élite política la que decidió el futuro del magisterio en el país (que no de la educación).
No resulta imposible pensar que mediante la evaluación, la calidad educativa en el país mejore, tras un largo proceso de varios o muchos años. Sin embargo, ¿a costa de qué?
Una reforma que pasa por encima de los derechos de todo un sector social no puede calificarse, a priori, como «la que México necesita», tal como la etiqueta el gobierno federal.
Hay un debate que la clase política ha quedado a deber a la sociedad, al magisterio, al país: el debate sobre la educación. Sólo a partir de un debate en el que todos los actores se involucren –y no nos quepa duda que quieren involucrarse– puede construirse, modificarse o reconstruirse el sistema educativo nacional para que avance hacia un modelo de calidad.
Las y los mexicanos quieren debatir, quieren decidir sobre el futuro de la educación. Quizá las protestas magisteriales que hoy se encuentran en marcha puedan abrir un camino hacia ese encuentro de todas las voces que permita construir la reforma educativa que México necesita.
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