Fiestas patrias, nada por celebrar

Patria

«Dieron su vida para darnos Patria… Dieron la Patria para darse vida»

Hoy podríamos ser acusados, como en el poema de José Emilio Pacheco, de Alta traición por no celebrar a la patria, más ahora en que no hay nada que celebrar:

No amo a mi patria.

Su fulgor abstracto

es inasible.

La celebración de la patria es ahora el guiño al comercio, a la venta de banderas y hasta de la dignidad. Una celebración a la que no todos tienen derecho: en especial, los pobres que son ignorados; los maestros que son expulsados de las plazas, y la justicia que es pervertida y mercantilizada.

No hay nada que celebrar cuando miles de profesoras mantienen un plantón en protesta contra una reforma tramposa, que apunta al desmembramiento del sindicalismo independiente. No hay nada que celebrar, cuando Alberto Patishtan Gómez, después de padecer 13 años de encarcelamiento injusto, el Tribunal Colegiado del Vigésimo distrito, en Tuxtla Gutiérrez, le niega la libertad. No hay nada que celebrar cuando los líderes de sindicatos corporativizados se enriquecen y ocupan puestos de elección popular. No hay nada que celebrar cuando se venden “los veneros de petróleo” de la Suave Patria y se castiga a los contribuyentes más desprotegidos.

Tocado por los dolores de injusticia, David Huerta escribe:

La patria es polvo y carne viva,

la patria 
debe ser, y no es, la patria

se la arrancan a uno del corazón

y el corazón se lo pisan sin ninguna piedad.

Pisoteados los ciudadanos, el pueblo es, en estos casos, un rollo de papel higiénico “para escribir la historia contemporánea con las uñas”, dixit Jaime Sabines.

A una patria excluyente, injusta y desigual, no hay que amarla, como dice Pacheco,

pero (aunque suene mal)

daría

la vida 
por diez lugares suyos,

cierta gente, 
puertos, bosques de pinos,

fortalezas,
 una ciudad deshecha,

gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,

montañas
–y tres o cuatro ríos.

Chiapas PARALELO recupera, en esta edición, aparte de la poesía, dos temas: el del magisterio y su repliegue-expulsión de la Plaza Central de Tuxtla, y el de Alberto Patishtan, porque su caso desnuda a la justicia mexicana y porque debería llevarnos a conocer otros casos similares de personas, en especial indígenas, encarceladas de manera injusta.

 

 

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