La cumbre que reúne el dolor de las madres de desaparecidos en el mundo
Es una historia frecuente en México: cada año decenas de madres de centroamericanos desaparecidos en el país recorren el territorio con la esperanza de encontrarlos. Esta vez no están solas: en la Primera cumbre mundial de madres de migrantes desaparecidos encontraron a decenas que, como ellas, en todo el mundo viven la desesperación de perder a sus hijos.
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Ximena Natera
“Mis hijos están perdidos”. “La responsabilidad de su desaparición es del Estado”. “Se fueron buscando una vida”. “Solo quiero saber dónde están mis hijos”. “ Mi hija desapareció en 2008, mientras migraba; tenía 21 años”.
Estas frases las podrían decir madres de migrantes centroamericanos que buscan a sus hijos desaparecidos en México, pero no. Quienes las pronuncian a penas hablan español. Son de una veintena de madres de migrantes de África, que también buscan a sus hijos desaparecidos en el viaje hacia Europa; aunque las palabras podrían ser de ambas.
Este grupo de madres cruzó el océano Atlántico para encontrarse con la Caravana de madres mesoamericanas, quienes año con año recorren México para buscar a sus seres queridos. Ambos grupos se reunieron para la Primera cumbre mundial de madres de migrantes desaparecidos, organizado por el Movimiento Migrante mesoamericano. La idea es sencilla, intercambiar sus experiencias y formar una red mundial de madres en búsqueda.
“No vamos a cruzarnos de brazos. No queremos que las muertes se lloren, en vez de llorar vamos luchar. ¡Vivan los migrantes! ¡Vivan las mujeres! ¡Todos podemos tener una vida mejor!” aseguró con lágrimas en los ojos Eshamna, una madre de Túnez que ha ayudado a otras como ella en la búsqueda de sus hijos.
Además de ser un espacio de intercambio, las madres consideran que encuentros como éste también nutren sus corazones, y las fortalecen para seguir con su búsqueda, como dice Catalina López, de Guatemala, quien a partir de su búsqueda ha podido ayudar a otras madres y familiares a emprender las propias y a generar redes de apoyo internacionales.
“Este es un espacio de sanación y de apoyo. Somos víctimas de machismo en casas y en nuestras comunidades. Y es por eso que este sentimiento que tenemos, no tiene espacio de expresión, por eso la gente cree que nuestros sentimientos son entendidos por las demás mamás, pero necesitamos estos espacios”, asegura.
Sin embargo, la cumbre no solo se configura como un espacio de abrazo, sino principalmente como uno de aprendizaje. Como asegura Mame Oumy Mar, una madre senegalesa que desde hace un año inició un colectivo para buscar a migrantes desaparecidos.
Para platicar con Oumy, como le dicen, es necesario conseguir dos intérpretes, que ayuden a traducir sus palabras del senegalés al francés y después al español, sin embargo, la multiculturalidad de la cumbre lo permite.
“Al llegar y ver a las madres, a las de Túnez, a las centroamericanas y ver la fuerza que tienen y la organización que tienen les ha servido de lección de muchas formas porque les ha vuelto a encender esa llama de lucha y de organización que van a replicar o a intentar replicar en sus países al momento de regresar”, dice una de las intérpretes en español.
“Y es que en el fondo tienen el mismo problema, están buscando a sus hijos perdidos, a sus hermanos, a sus familiares y que les da muchísimo gusto poder ver las estrategias que han utilizado en diferentes lugares, porque les inspiran para poder hacerlas una vez regresen”.
El mar Mediterráneo, o el Cementerio del Mediterráneo, como le suelen decir los migrantes parece una fosa masiva, los esfuerzos para identificar a la gente que ahí desaparece han empezado a mover a la sociedad civil en diversos países, sin embargo, aún no hay una manera de enfrentar el problema. Un poco como lo que pasa con las desapariciones de migrantes en el desierto que divide Estados Unidos de México.
A la cumbre llegaron madres de migrantes de México, de El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua; así como del Magreb Africano, que es comprendido por países como Marruecos, Túnez y Argelia, aunque también hay representantes de Mauritania, el país de paso entre el África subsahariana y el mar.
No obstante, también se dieron cita integrantes de colectivos de búsqueda de desaparecidos en México, quienes, a raíz de la llamada Guerra contra las drogas, que inició en 2007 el entonces presidente Felipe Calderón, tuvieron que iniciar procesos de búsqueda autogestivos dada la inacción del estado.
Así, entre los panelistas se encontraban María Herrera, y su hijo Juan Carlos Trujillo, quienes después de la desaparición de cuatro de sus familiares (hijos y hermanos correspondientemente), iniciaron la Red de enlaces nacionales, que comunica a 22 organizaciones de búsqueda en el país.
“Actualmente queremos crear un mecanismo para obligar al nuevo gobierno para que nos ayude a identificar a estas personas”, aseguró Juan Carlos, al respecto del trabajo que realizan junto con colectivos de migrantes. “Que se les pueda dejar el libre tránsito a estas personas. Que la gente a la que la están matando pueda elegir tener otro destino en algún otro país”, añadió.
Y es que colectivos como este, devuelven la esperanza no solo a las familias, sino a otros actores involucrados como la ciudadanía organizada, los periodistas y los defensores de derechos humanos, aseguró Jan Jarab, representante del Alto Comisionado de la ONU.
“En medio de este panorama de desolación encontramos casos de esperanza, como los colectivos de madres que son testimonio de la valentía, la esperanza para alcanzar la justicia”, aseguró.
Y es que después de todo, parece que esa es la idea detrás de estos foros, que la esperanza encuentre espacios entre la desolación para seguir adelante, o como lo explica Mario Vergara, que se describe a sí mismo como licenciado en repartir cerveza en su poblado de Guerrero en México, quien a raíz de la desaparición de su hermano se volvió en un experto forense en búsqueda de restos humanos.
“Si ustedes buscan a mi hermano, yo busco al suyo. Y buscando nos hemos encontrado, nos unimos a su dolor que es nuestro dolor y a su grito que es nuestro grito. ¡Hasta encontrarlos!”.
Sin comentarios aún.