La “carambola electoral” que las caravanas de migrantes provocan en Estados Unidos
El presidente Donald Trump aprovechó las imágenes de miles de migrantes que cruzan México para reanimar su decaída campaña electoral. Las votaciones intermedias de este 6 de noviembre son decisivas para la anhelada reelección del magnate.
Texto: Alberto Nájar
Fotos: Sitio web de la Casa Blanca
Es un efecto inesperado de las caravanas de migrantes:
Las imágenes con miles de personas que cruzaron el río Suchiate, en las carreteras o al descansar en albergues se convirtieron en efectivo eslogan en la campaña del presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Este 6 de noviembre en ese país se realizan las elecciones intermedias de 2018. Es la primera gran prueba de fuego para el magnate, quien desde el segundo día de su mandato anunció su intención de reelegirse en 2020.
Para conseguirlo necesita dos elementos fundamentales: conservar el respaldo de sus electores, y mantener el control del Congreso, actualmente con mayoría del Partido Republicano.
En ambos casos las caravanas se convirtieron en el combustible ideal para atizar el fuego de la polarización, la estrategia que llevó a Trump a la Casa Blanca hace dos años.
Durante el inicio de la primera caravana, a mediados de octubre, el presidente estadounidense exigió a los gobiernos de Honduras y México detener el éxodo.
Luego endureció su discurso: dijo que a Estados Unidos le acechaba “una invasión”, y ordenó el despliegue de cinco mil soldados en diferentes puntos de la frontera con México.
Es la primera vez desde 1916, cuando el revolucionario Pancho Villa atacó el pueblo de Columbus, Nuevo México, que se realiza una operación de este tipo.
Trump advirtió después que entre los miles de niños, mujeres, adolescentes y hombres jóvenes que integran las caravanas había “terroristas” islámicos.
Cuando el FBI dijo que no había elementos para sustentar la advertencia, el magnate volvió a los orígenes: los migrantes que pretendían invadir a su país son, dijo, pandilleros y asesinos.
El empresario incluso autorizó a los militares desplegados en la frontera a disparar contra los migrantes. “Si les arrojan una piedra considérenlo como un ataque con fusil”, dijo.
Para justificar su amenaza se refirió al incidente sobre el puente Rodolfo Robles que une Ciudad Hidalgo, Chiapas, con Tecún Umán, Guatemala.
El 19 de octubre un grupo de migrantes se enfrentó a la Policía Federal, que utilizó gas lacrimógeno para dispersar a la multitud. Varios resultaron lesionados.
El gobierno mexicano dijo que los centroamericanos arrojaron piedras y cohetes. En redes sociales se difundió una foto de un policía herido en la cabeza supuestamente en el puente fronterizo.
Era mentira. La imagen fue tomada en 2012 durante un enfrentamiento entre estudiantes y policías en Tiripetío, Michoacán.
No importó. La cadena Fox News utilizó la fotografía en sus principales noticieros, mientras que Trump dijo que el Ejército Mexicano había sido “incapaz” de detener la avalancha de migrantes que se acercan a Estados Unidos.
El detalle fino
Hay un hilo conductor en el discurso. El magnate endurecía sus frases conforme se acercaba la fecha de las votaciones, y casi siempre culpaba al Partido Demócrata de la “invasión” a su país.
Más allá de frases huecas, existen razones para la furia y el miedo de Trump. La mayoría de las encuestas advierten que los demócratas podrían recuperar terreno en la Cámara de Representantes.
Una tendencia que, por cierto, debe tomarse con precaución. En 2016 prácticamente todos los sondeos favorecieron a la candidata presidencial Hillary Clinton. Y el ganador fue Trump.
Con todo y las reservas existen al menos 30 distritos donde las preferencias están virtualmente empatadas, y que por la cantidad de electores pueden definir el rumbo del Capitolio en los próximos años.
Algunos se encuentran en estados con profundas raíces anti inmigrantes, como Virginia, Florida o Maine. Perder allí sería, para Donald Trump, un fuerte golpe a su imagen y afecta de forma seria su intento de reelegirse.
No es todo. Además de los escaños en el Congreso existen otros comicios donde el discurso radical del magnate puede marcar la diferencia.
Es el caso de la contienda por la gubernatura de Florida, donde por primera vez en la historia un afroamericano, el demócrata Andrew Gillum, puede quedarse con el puesto.
Su principal contrincante es el republicano Ron DeSantis, un ferviente admirador de Trump y partidario de las posiciones más radicales en materia de migración.
Florida es un estado emblemático, no sólo por la cantidad de votos que tiene para los colegios electorales, sino porque allí vive una de las bases electorales más radicales para los políticos conservadores de Estados Unidos.
Uno de ellos es el lobby cubano que mayoritariamente votó por Trump hace dos años.
Por estos y otros ejemplos es que la imagen de las caravanas apareció en el momento oportuno para el presidente estadounidense. Qué tan útil puede ser es incierto.
En todo caso, hay dos elementos poco conocidos para advertir que, independientemente el resultado electoral, el escenario para los centroamericanos que consigan llegar a la frontera norte de México es complicado.
Quienes pretendan solicitar asilo deberán entrar a Estados Unidos por las garitas fronterizas, dijo Trump, y eso es precisamente lo que pretenden las caravanas.
Pero una vez que se entreguen al servicio de inmigración, serán enviados a prisiones o ciudades de casas de campaña preparadas hace varias semanas.
Allí se quedarán “por mucho tiempo”, advierte el magnate.
Si el Partido Demócrata gana la elección intermedia tampoco habría mayores cambios. Eso lo saben los mexicanos:
La única regularización migratoria del siglo pasado ocurrió durante el gobierno del republicano Ronald Reagan, en 1986.
Y fue un presidente demócrata, Bill Clinton, quien construyó el muro en varias partes de la frontera y obligó a los migrantes a cruzar por algunas de las regiones más inhóspitas del planeta.
Más de diez mil personas murieron en el desierto por la decisión de quien, todavía ahora, muchos consideran un buen amigo de México.
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