«Nosotros también buscamos refugio»: niñas y niños migrantes centroamericanos
Miles de kilómetros los divide pero la misma desgracia los une, sus ojos se admiran del camino, cada minuto ven caras desconocidas. Son los niños desplazados por la violencia y la pobreza; Europa vive la peor crisis migratoria en su historia pero Latinoamérica también. Nuestro continente no se queda atrás pero la indiferencia hace de la atrocidad algo común no solo para los gobiernos si no también para la sociedad.
No se escuchan bombas, pero sí se derrama sangre
La ultima vez que Zaylin y su esposo estuvieron juntos fue en una fiesta de cumpleaños; minutos antes de que terminara la fiesta, su esposo y su primo se despidieron. Pasaron dos horas cuando Zaylin recibió una llamada insultándola y pidiéndole que se entregara, de lo contrario la matarían a ella y su hijo. Momentos antes, los mismos delincuentes habían “levantado” a su esposo y a su primo por haberse negado a vender drogas. Los “paseaban” en una camioneta por todo el pueblo hondureño.
Sin embargo, a ese lugar llegaron las amenazas de los asesinos. Zaylin tomó nuevamente a sus hijos -Michael de 7 años y Junior de año y medio- y emprendió la huida hacia Guatemala para después internarse en México. Ahí, escondida entre los montes y huyendo de los operativos de autoridades migratorias que ignoran su desgracia, sus compañeros migrantes ayudan a cargar a Junior que es el mas pequeño.
Sólo así logró llegar a un albergue en Chahuites, Oaxaca. Dicho lugar abrió sus puertas luego de que a los migrantes se les impidió subirse al tren y se convirtieron en víctimas de la cacería emprendida por el gobierno mexicano bajo el nombre “Plan Frontera Sur”. Zeydi y sus hijos solicitaron refugio al Estado mexicano pues tienen mucho temor de regresar a su país. “Seguramente nos terminarían de matar a mi y a mis hijos”, exclama con lágrimas en los ojos, mientras que los niños juegan con Katerin y Justin.
Katerin y Justin viajan con su padre Marvin desde Honduras. Su madre los abandonó por que tenía nexos con “La Mara” (un grupo de pandilleros sumamente violentos). Para Marvin era sumamente difícil mantener a sus dos hijos. Con un trabajo en limpieza de un centro comercial, su salario semanal era de apenas 1,500 lempiras (alrededor de 75 dólares) en un horario de 7 de la mañana a 7 de la noche. Había ocasiones en que Marvin salía tarde y al menos tres veces fue asaltado en su propia colonia.
Sin embargo, la violencia los acompaña y persigue en el tramo Arriaga (Chiapas) – Chahuites (Oaxaca). Marvin y sus dos pequeños fueron asaltados con lujo de violencia. Los delincuentes portaban machetes y una arma de fuego y durante el asalto uno de los delincuentes empujó a Marvin, por lo que Katerin -de tan solo 2 años- se asustó y empezó a llorar muy fuerte, ante eso uno de los delincuentes sacó el arma, apuntó contra el padre y exigió que callara a la niña.
La vida o “La Mara”
Pese a eso, en su tránsito por México, Napoleón y su hijo fueron perseguido por supuestos policías. Tras la persecución, se acercaron a una casa cerca de la carretera a pedir agua. Fue entonces cuando los habitantes de ese lugar le arrojaron al cuerpo una sopa instantánea hirviendo y les exigieron se largaran.
Albergue “Chauites”, un refugio para víctimas y desplazados
Siete de cada diez migrantes que llegan a este albergue son víctimas de asaltos y agresiones. Es un lugar humilde y con muchas carencias pero necesario para los migrantes que hoy día de desplazan a pie por la ruta migratoria.
Desde Arriaga a Chahuites se hacen de 15 a 20 horas caminando. En ese camino sólo hay agentes de Migración que persiguen a los migrantes aún entre los montes.
Ahora los migrantes tienen dónde descansar para continuar su camino. Si lo requieren también pueden ser acompañados a denunciar vejaciones. Esta actividad de denuncia y acompañamiento ha provocado que delincuentes lo tengan en la mira.
Sin embargo, los habitantes y comerciantes de la zona han sido solidarios con el albergue. Frijoles, arroz y lentejas es un menú común y en ocasiones llegan por la vía de la donación frutas y legumbres. Una sopa caliente siempre es bien recibida por los caminantes.
“El camino lo guían dos frías líneas de hierro que han presenciado las peores de las tragedias. Solamente los acompaña la oscuridad que es interrumpida por relámpagos que por un momento iluminan los rostros llenos de miedo y llenos de esperanza. Torrentes de agua caen sobre los cuerpos caminantes que no sólo mojan las curtidas camisas, también empapan el corazón de emoción, una emoción rara que parece terror cuando escuchas el sonido de la nada, ese olvido que es mas potente que las armas, esa indiferencia que asesina los sueños”. RubenFigueroa
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