Mujeres padecen contexto cultural machista en la migración
Anaiz Zamora Márquez
El creciente movimiento migratorio ha permitido la construcción de nuevas estructuras familiares, que aunque más flexibles, siguen enmarcadas en un contexto de violencia y ejercicio del poder contra las mujeres que deciden emigrar, o que permanecen en sus lugares de origen.
Al abordar la experiencia femenina en la migración, Sara Lara Flores, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM (IIS), dijo que al estudiar la realidad que viven las oaxaqueñas identificó que la movilidad constante (al interior o exterior del país) ha “inaugurado nuevas formas de relacionarse con sus pares varones”.
Son mujeres –sostuvo– que no han abandonado la idealización del amor en sus relaciones de pareja y se han visto obligadas a resignificarlo, creando así nuevas formas de vivir las relaciones de pareja que siguen marcadas por el ejercicio del poder patriarcal.
Puso como ejemplo a las oaxaqueñas que se quedan en sus lugares de origen a la espera de que regresen sus parejas que emigraron para emplearse en otras entidades o en Estados Unidos, y que pese a la ausencia física aún se someten a las decisiones de los varones, pues son los que envían las remesas a los hogares.
Muchas de ellas se ven afectadas por el desapego que representa la separación de sus parejas y debido a que prevalece un contexto cultural machista, “tienen miedo de ser abandonadas, de vivir solas, y temor de ser vistas como transgresoras” si deciden emprender nuevos proyectos de vida sin sus parejas.
Lara Flores también advirtió que el regreso de los jóvenes migrantes se manifiesta en violencia física contra sus parejas, pues regresan luego de vivir extensas jornadas laborales, en condiciones de explotación y en ambientes ajenos.
Julie Baillet, investigadora del francés Centro de Investigación de Poblaciones y Sociedad, sostuvo que la migración provoca diferentes configuraciones familiares en las cuales resulta compleja la convivencia entre las y los integrantes de la familia.
Explicó que hay mexicanas que deciden emigrar antes de formar una familia, en busca de una autonomía económica y de un trabajo, aunque en el lugar de destino se les dificulta ingresar al mercado laboral.
Ellas –dijo– posteriormente tendrán que construir nuevos lazos familiares lejos de sus costumbres y raíces, lo que en el mejor de los casos será una decisión planificada, pero en su mayoría será en situaciones imprevistas.
La experta acotó que existen mujeres que se ven obligadas a emigrar para poder sostener económicamente a sus hijas o hijos. Precisó que ellas se trasladan en edades tempranas y se enfrentan a condiciones hostiles al llegar al lugar de destino, lo que las orillará a entablar una relación de pareja con la idea de obtendrán “protección”.
Baillet señaló que estas características pueden explicar, en cierta medida, que esas jóvenes presenten una tasa de natalidad más alta que las oriundas de los destinos migratorios.
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