Rully Mendoza Flores: Un cambio de juego; patada de derecha a izquierda
Por Rully Mendoza Flores
Corté de tajo la transmisión del juego – ¿Por qué? Porque lo que soñé no pudo ser. Sentado al margen de la línea de cal en un campo llanero, Mauricio, joven e inquieto de convertirse algún día en referente del seleccionado del fútbol nacional, remueve las cenizas de un amor que vibró en su corazón y se esfumó.
– El 1 de julio, México dio ejemplo de que las cosas se pueden lograr si uno se organiza y hace equipo, pues hicimos que ganara Obrador. En fundado en su jersey amarillo y negro, reflexiona las distancias entre lo imposible y lo posible; sí, le ha tocado vivir una histórica victoria izquierdista en las elecciones presidenciales de su país.
En un momento, el silencio pausa nuestra conversación, pues el joven estudiante y futbolero, recuerda la apuesta que hizo para que los representantes de su país en el mundial también hicieran historia, pero no, en ese juego no se pudo. – Después del partido de México contra Brasil, sentí algo diferente que no te puedo describir, yo sabía que para nosotros se terminaba el mundial, pero extrañamente no sentí tristeza, sino que me dio coraje porque ellos [los futbolistas] no entendieron el mensaje que enviamos desde aquí; que cuando se sale a jugar, se va con todo, sin miedo, sin mirar atrás y que hay que jugar con el corazón.
Nuestra plática se convierte en un juego de palabras de ida y vuelta. La tarde cae frente a nosotros, su equipo juega con fervor, se grita en la línea defensiva para dejar en fuera de lugar al rival, corren y luchan hasta por un balón que parece perdido, hacer una barrida en campo de tierra es jugar con garras, no cabe duda, entiendo que ese es el juego del amor.
– Yo vi como la selección se quedó sin aliento, fíjate en Layún, disparos y disparos y no metió gol; y el que dijo que pensáramos cosas chingonas, el chícharo, creo que literal, sólo las pensó porque no las vi en el campo de juego. Aunque después de ese día, respiro tranquilidad no porque haya quedado convencido del juego que se mostró en el mundial, sino porque amanecí motivado con el cambio que espero que haya en mi país a nivel político, económico, social y cultural; tenemos con qué.
Sobre aquel campo amateur está apunto de caer la noche, apenas puedo ver el esférico moverse de un lado a otro; los de amarillo con negro ganan por tres contundentes goles a cero, ante un rival que no ha sido fácil, puesto que en el último cuarto del tiempo complementario los han llevado al rincón del campo donde el guardameta grita incansablemente que salgan, que adelanten líneas y que mantengan la posición del juego, pero yacen cansados y tratando de construir una barrera de acero impenetrable, pues los balones son rebotados a las bandas y lo más lejos posible.
Hoy este jugador que ha preferido quedarse en banca para dar lugar a otro de sus compañeros, da una cátedra sin pizarrón ni cuaderno, la participación y el juego pensado y colaborativo, ya que no propone la individualidad como mecanismo de resolver un partido lleno de incertidumbres, se trata de dar y compartir la confianza, de participación común, de iniciar el cambio desde lo individual en y con la colectividad.
México está por iniciar un partido donde no se sabe si tendrá tiempos extras; lo que sí queda claro es que se requiere de un juego en equipo, que ponga en la esfera global una transición al juego bonito, aquél de pases, estrategias, de tirar desde fuera del área sin miedo, de compartir la confianza, de querer jugar y NO de “tener” que jugar.
– Apagué el televisor no porque la selección no pudiera ante Brasil, ya lo veía venir. Sino porque me parece que los jugadores tendrían que hacer sus discursos y lo que dicen ante los medios algo que se pueda ver, es decir, que se convierta en acción.
Cae la noche y termina el juego. El final de esta plática me supone a una sociedad con funciones de organización colectiva para la conservación de su especie, para articularse entre sus estructuras y llevar a cabo cambios desde raíz.
El fútbol insiste en hacerme pensar que más allá de ese juego bonito, es una metáfora para el análisis social.
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