Homero Ávila Landa: Rusia 2018. Emociones e impresiones
Por Homero Ávila Landa
EMOCIONES
En mi balance personal sobre el Mundial se mezclan las emociones sostenidas en la experiencia de haber jugado futbol (nunca profesionalmente, pero sí con algunos logros eternos en mi biografía); de modo que el Mundial me es significativo en primer lugar desde mi haber intentado detener rivales en la defensa central y en la lateral izquierda, desde mi haber leído e incidido en el juego desde la posición que me sigue pareciendo la más disfrutable del futbol, la media cancha creativa. Mi emoción mundialista jamás ha pasado por haber asistido a un juego mundialista; eso aún me parece tan distante. El gusto y la emoción por el juego no necesariamente me ha provisto de maneras de ver/entender el futbol con un sentido táctico superior a otras maneras de entenderlo, como pudieran verlo entrenadores y aquellos jugadores con sentido de director técnico.
En esta edición mundialista el juego México-Alemania me resultó el más emocionante. Quizá por haber sido al arranque de la participación nacional y por haberse tratado de una potencia la enfrentada y vencida, el marcador y el nivel de juego desplegado vino a darme un subidón de ánimo mezclado con una alegría rara por inédita, pues soy hijo de esa desgracia resultadista de los últimos 40 años que en esta oportunidad sintió algo de justicia feliz por el uno a cero (aún recuerdo el humillante 6 a 0 del 78 frente a Alemania Federal. México último lugar, 2 goles a favor, 12 en contra. El desastre). Inolvidable. Seguro que para los jugadores profesionales retirados y los de llano de aquellas épocas de torneos de barrios, de campos irregulares y lodosos, ese primer juego de la Selección saldó una deuda histórica debida al empeño de tantísimas energías y esperanzas apostadas en los triunfos locamente deseados, nunca alcanzados.
Por extensión geográfico-cultural, una emoción más en éste Mundial se ligó a los juegos de Uruguay, Argentina y Brasil. Y un sentimiento siempre contenido o atravesado por la más bien pobre historia del futbol de la Concacaf, fue el orientado a los equipos de Panamá y Costa Rica; nuevamente los resultados de estas selecciones me terminaron aplastando; desde luego que esperaba la Costa Rica de cuatro años atrás, tan estoica, tan sólida en su plantado sobre el campo. Triste que todos los resultados de los latinoamericanos, al no haber correspondido con las expectativas, más aún las asociadas con selecciones favoritas para ser campeonas, prolongó cierto desencanto en mi ánimo diario. Ya se imaginan el bajón cuando el Mundial mutó en Eurocopa.
Pero desde luego que emocionado por el juego de ciertos jugadores, como el versátil y dueño de la sensación de peligro que sustancia Chuky Lozano; también por los trazos de Miguel Herrera y Carlos Vela, el primero por tratarse un mariscal de gran lectura del juego, capaz de filtrar balones que aclaran situaciones oscuras; y el segundo por el vértigo de lucidez que me transmite cuando mantiene el balón pegado a sus pies. En general, el funcionamiento del primer juego mexicano me pareció poético, estoico, e irrepetible, lo cual tiene un lado trágico para mí como aficionado de la Selección, ya que nunca pudo repetirse el mismo nivel frente a los demás rivales.
Una emoción particular fue disfrutar de la Selección uruguaya. Tanto por el funcionamiento en conjunto, como por el desempeño de Cavani. Una pena que no pudo jugar ante Francia. Quizá no habría sido la solución, pues los galos despliegan uno de los mejores niveles en esta oportunidad (cállense que hasta campeones pueden quedar), pero al menos, considero, se podía haber visto a un guerrero generando peligro por su determinación y calidad.
Brasil y Argentina parece que quedaron a deber; sólo parece porque, ¿a quién le deben en realidad? Muchos reclamarán a Neymar y Messi no haber pesado en sus selecciones. El heroísmo no se produjo. Quizá Maradona sea el último gigante que pareció hacer, él solo, lo que correspondía a todos (su mayor condición heroica fue Italia 90, no México 86, cuando sí tuvo un cuadro de apoyo notorio). Pero es una apreciación errónea, pues es futbol asociación y no juego de individuos. En todo caso, en Rusia 2018 no hubo ni juego bonito (esa samba con balón ya más alojada en el recuerdo que en las canchas mundialistas de las últimas ediciones; difuminada desde 1986) ni picardía argentina (Messi muy triste, preocupado, como ausente, también generaba un sentimiento de pena palpable, aunque sólo lo estuviera viendo a través de mi pantalla). Y el colmo, la garra charrúa no dio para más.
IMPRESIONES
Mi impresión más clara en cuanto a mi experiencia de aficionado es que las redes sociales y los dispositivos móviles me acercaron al Mundial de otro modo, en tiempo real, es decir que he tenido información a la mano sobre acontecimientos varios asociados al futbol en Rusia; desde chismes y especulaciones hasta ciertas noticias sobre ciertas selecciones y seleccionados (nada supe de Irán, Panamá o Marruecos, por ejemplo) que consideré apropiadas para entender o al menos para satisfacer mi morbo futbolero. En todo caso, abundaron notas sobre México, España, Brasil y Argentina. Y es que hay filtros informáticos y hay historias cuyos sentidos hacen que nos importen más determinadas selecciones, no todas ellas.
Mi experiencia del Mundial fue apabullantemente mediada por los memes. Sin duda, en esas síntesis se recrean sentidos varios que actualizan racismos, clasismos, homofobias y sexismos. Además de esos memes políticamente incorrectísimos, los hubo otros que no sacaron el cobre. El mejor para mí fue aquel que sustituyó, del escudo nacional, al águila que devora la serpiente, por una foto de Juan Carlos Osorio el director nacional; allí aparece en una pose donde realmente parecía estar emprendiendo el vuelo. La mejor reinterpretación del sentido que recurre, en su nacionalismo renovado por el futbol, a alterar y sustituir un elemento clave de la bandera que nos da identidad patria, fue dicho meme. Hace rato que vengo reclamando la renovación de los ídolos con los cuales identificarse en tanto mexicano (¡No más Pedro Infante!). En este caso, el meme al que me refiero no trascenderá ni Osorio mismo será un nuevo ícono nacional, pero en reinterpretación que desestabiliza los significados, incluidos los más serios como los nacionales, el del águila osoriana creo que es ejemplar. Claro, surgió cuando se venció por un gol a los alemanes.
El meme no perdona, el ingenio no para, en cambio explota y circula veloz, la acidez se pule, las resignificaciones pululan. El futbol es fuente recurrente para el mame del meme. Allí el poderoso muerde el polvo. Increíble, en este submundo del meme, al menos esta vez ganó Maradona. Quizá sí, tal vez no. Será cuestión de hacer la encuesta imposible buscando saber cuál meme quedó en el imaginario colectivo este año futbolero. ¿Acaso la sobredramatización de un Maradona eufórico, somnoliento, bravo, que mostró los dedos medios, que rogó a los dioses, que lloró y que acabó recibiendo primeros auxilios? Sólo por curiosidad: ¿En qué niveles de Maradona se han visto las últimas dos semanas?
EL SHOW, DEPORTIVO, DEBE CONTINUAR
El ritmo del futbol profesional mexicano no descansa. Debido a ello no caeré prolongadamente en ese trauma posmundialista por el que pasa mi existencia cada vez que se obtuvo al campeón del mundo, una vez que se apagan las luces y cierran los estadios de cada Mundial. Evitaré ese bajón gracias a que la Liga MX está activa, las escuadras se han estado fortaleciendo mediante la compra y venta (terrible expresión) de jugadores, cada equipo lleva semanas aceitándose con entrenamientos y juegos de preparación. Todos están poniéndose a punto para comenzar a esculpir, su gloria o su viacrucis, a partir del 20 de julio. Así es que el drama futbolero no para. Mi historia me ha llevado a tener la piel y el alma bien curtidas, ¡y cómo no si soy aficionado del Cruz Azul! Desde luego anhelo un campeonato.
A partir del domingo 15, Qatar 2022 parecerá lejano; no lo será tanto. Hay muchas ligas, muchas copas, muchos campeonatos internacionales de por medio. En ellos se pulirán los siguientes héroes y villanos. ¿Retomará su nivel Alemania, Brasil, Argentina? ¿Regresará Italia a estas justas? ¿Alcanzará México el quinto partido? Imposible saberlo. Imposibilidad que no anula sino desata millones de opiniones, de discusiones, de esperanzas. La emoción está garantizada, y no sólo por el nivel de juego con el que lleguen las selecciones nacionales al siguiente Mundial, sino por esta necesidad tan humana del anhelo de gloria, por esta capacidad tan marcada de depositar en nuestra representación (jugadores y equipos) alegrías que sólo el futbol puede generarnos. Mientras tanto, los mercados humanos de futbolistas y los clubes profesionales seguirán explotando hasta lo inimaginable a los jugadores. Ya se oyen ofertas increíbles para la adquisición de los servicios de mundialistas. Pero no se trata de dinero únicamente, ya que éste no siempre puede comprar los campeonatos; aunque sin duda ayuda a conseguirlos. Si únicamente se tratase de millonadas, muchos equipos serían campeones cada año o con frecuencia. Claro, Barcelona y Bayern Múnich han cumplido con esa ecuación en las últimas décadas, ¡y el Real Madrid parece cumplirla cada año! El futbol, por suerte, es más que esos equipos. Y como la emoción se reparte entre incontables oncenas, el futbol seguirá respirando globalmente.
Me apresto, pues, a ver saltar a la cancha a “mi” equipo. Este año puede ser el bueno. De nuevo he recargado energías para apoyarlo. Nada está escrito. Adorado futbol.
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