Raciel D. Martínez Gómez: Goleados, pero contentos
Goleados, pero contentos
Raciel D. Martínez Gómez
En el futbol, como en otros ámbitos de la vida social y política donde se contrasta y se compite, las distancias se redujeron. Lo comprobó Portugal contra Irán y Argentina pasó las de Caín contra Nigeria, pues ambos equipos favoritos sudaron en serio para su clasificación.
Parece, incluso, que en este Mundial de Rusia 2018 aplica esa frase de “los patos le tiran a las escopetas”, para hacer un símil de las sorpresas que ya se han registrado.
El grupo F, donde participó México, jamás imaginó un escenario de eliminación de la excampeona Alemania. Y si perdían algún punto los germanos, hubiera sido con Suecia, al que le ganó, y no con México, con quien perdió el partido inaugural, ¡y mucho menos con Corea el rival en apariencia más débil!
En este mundo al revés, brotó la esquizofrenia del equipo mexicano para mostrarse como el caso del Doctor Jekyll y Míster Hyde. La selección de Juan Carlos Osorio se vino a pique y de la cima que escaló desde el primer partido contra Alemania, acabó en el sótano, desarmado y sin idea, goleado 3-0 por los suecos, y todavía le fue suficiente para alcanzar los octavos de final.
La derrota de México no es debacle, aunque lo parezca y ronde el fantasma del 7-0 con Chile en la Copa América de 2016. Aquél marcador no se volvió a repetir, cierto, y hasta semejó un revulsivo para un equipo herido en su orgullo deportivo. Peor ya no puede jugar México, tocó fondo y le servirá de experiencia.
Quizás la selección nacional retornó a una realidad que, de pronto, eclipsaron la euforia mediática con todas las expectativas proféticas que emanan de la elefantiásica cobertura del futbol en México. Exageramos en la victoria y también sobredimensionamos la pérdida.
El de ayer fue un partido clásico de fondo físico, donde se apreció la diferencia significativa de estaturas.Sin embargo fue evidente que México no pudo hacer su juego, y también fue revelador que Suecia hiciera lo propio, mostrando la casta después de tener en la lona a Alemania faltando sólo quince segundos. Da la impresión que los vikingos salieron con el cuchillo entre los dientes lamentando haber sido humillados por el disparo de Kross.
Se veían muy concentrados los suecos apostando por su clasificación, mientras que los mexicanos simplemente no se notaron. Les robaron la posesión y fueron más rápidos los suecos a pesar del intenso calor. México nunca tuvo el balón a medio campo y los contragolpeaban con una verticalidad pasmosa. Falló, seguro, la estrategia, pero tal vez la culpa esté situada en la confianza: haber ganado dos partidos de inmediato les restó actitud, salieron tiesos de las pantorrillas y no fueron agresivos.
Lo de Alemania, reiteramos, es mucho más trágico y, aún así, con toda caballerosidad felicitaron a Suecia y a México por su clasificación a octavos. Alemania es la primera vez que se queda en la primera ronda. Aunque se advierte que su ciclo mundialista los agotó –desde el Mundial de Brasil transitando por la champions-, todas sus estrellas venían de campeonar en sus equipos locales y no hubo plus en esta ocasión.
Recordemos a Francia en Corea 2012, que se fue eliminada sin siquiera haber anotado un gol, luego de haber sido campeones en Francia 1998. La imagen patética de Zinedine Zidane doblado, sin aire, con la cara sembrada en el pasto, quedó en la historia como sinónimo del desgaste que padecen los grandes futbolistas.
Desde hace mucho tiempo los nombres no ganan por si solos. El esfuerzo en la cancha pasa por encima del pedigrí nacional y de la aristocracia individual. Fue impresionante que la tribuna olvidara el triste cuadro de un México impotente, y optaran por el celular para festejar el triunfo coreano -el mayor campanazo de Rusia 2018-, que nos daba el pase a los octavos de final.
Como gorrón en boda, siempre se recordará que en Ekaterimburgo celebraron triunfo ajeno. Deja un mal sabor de boca clasificar con un fracaso. Ahora sí, quedamos goleados… pero contentos.
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