Miguel Lisbona Guillén: Rodó el primer balón; cerrado por Mundial
El tiempo de Mundial inició con el partido Rusia vs. Arabia Saudita. Los rivales enfrentados son indiferentes, casi siempre, la cuestión es ver rodar el balón por primera vez. Cerrado por fútboles el título de una obra que ya no supervisó Eduardo Galeano y donde se reúnen sus comentarios escritos sobre el fútbol y los mundiales. El narrador uruguayo explica que esa frase (“cerrado por fútbol”) la situaba en la puerta de su casa al comenzar cada Mundial. Imagino los exabruptos de quienes quisieron traspasar el umbral de una intimidad labrada con pelotas, piernas, gritos del público y cerveza, insumo indispensable para acompañar las imágenes televisivas según él mismo. El adorado Galeano, cúspide de la deconstrucción de una América Latina siempre en definición, es el mismo vilipendiado por plumas tan dolientes como la de Reynaldo Arenas, el disidente cubano quien odió el apoyo del sudamericano al régimen castrista, y que narró en su autobiografía Antes que anochezca. Una crítica extendida también a Gabriel García Márquez por la complacencia con el régimen castrista en Cuba mientras él y muchos de sus compatriotas eran perseguidos por sus ideas o, simplemente, por su preferencia sexual.
Galeano, ensalzado u odiado por sus posicionamientos políticos, también lo fue por ser un defensor tan militante, como pasional, del balompié. Este polígrafo descubría, con sus múltiples facetas, su humanidad con todas sus contradicciones y consecuencias, como el mismo fútbol ¿O acaso quien juega mejor gana siempre? Con el balón ante sus ojos, en estadios o en la televisión, se separaba del universo cotidiano, incluidas las visitas inesperadas durante su apartamiento mundialista, para dedicarse de manera exclusiva a la persecución del gol aunque fuera observando enfrentamientos de selecciones con tradiciones futbolísticas tan dispares como las representadas por la justa que abrió este Mundial. Galeano escribió de fútbol, lo dignificó para la narrativa, como otros tantos escritores lo han hecho con novelas, cuentos y ensayos. En México la pluma de Juan Villoro honra al balón en el pie, como lo hizo Manuel Vázquez Montalbán en España y Nick Hornby en Gran Bretaña, por solo citar alguno.
En lo personal no creo poder llevar a cabo el apartamiento de Galeano, y menos si todos los partidos son como el inaugural de Rusia 2018, sin embargo hay que agradecer en esta apertura la brevedad de la ceremonia previa al partido. El poder no sería tal sin contar con la parafernalia necesaria para mostrarlo, una teatralidad expuesta con distintas formas en las historia del orbe, pero siempre presente. Aquí antecedió a los discursos de Vladimir Putin y Gianni Infantino, el presidente de la Federación Rusa, y anfitriona en este Mundial el primero, mientras que el segundo es el presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). Poderes en distintos ámbitos, pero poderes en definitiva y claramente simbolizados una vez iniciado el partido desde el palco, donde los máximos líderes políticos de los equipos en cancha se sentaron con la presencia arbitral de Gianni Infantino en medio de ellos, un árbitro de una guerra simbólica escenificada en el terreno de juego. La monarquía absoluta de Arabia Saudita cayó ante el autoritarismo político de la Federación Rusa, a pesar de ser países coincidentes por basar buena parte de su riqueza en el petróleo.
Como en todo enfrentamiento futbolístico las fotos rituales de equipos y del sorteo de campo adornan la globalidad del escenario ejemplificada con la presencia de mandatarios políticos y deportivos de todo el mundo, y que quizá la expresa con nitidez la figura del director técnico de Arabia Saudita, Juan Antonio Pizzi. Este argentino de 50 años, y con nacionalidad española también, no sólo jugó en América y Europa, sino que defendió la camiseta de España en el Mundial de 1998. Un camino que también ha recorrido como entrenador en ambos continentes y, ahora, con la selección del país que ha perdido el primer partido mundialista. Jugadores, técnicos y ya directivos circulan por el fútbol para confirmar la totalidad de este espectáculo, pero también para ejemplificar las formas en que el capital elige a sus trabajadores en la actualidad.
Pasó el primer partido con unos rusos jugando a la inglesa, buscando el marco rival sin sosiego, con una verticalidad basada en el pelotazo y la velocidad. El primer gol mundialista, logrado de cabeza tras un centro confirma esa forma de entender el balompié como necesidad de llegar al objetivo lo antes posible. Mientras tanto su rival deseaba tocar la pelota, realizar triangulaciones sin la capacidad técnica para conseguirlo con la eficacia representada por el gol. Ahora vendrán los equipos deseados por encarnar nuestras emociones nacionales o por ser los soñados por su fútbol pasado, quizás siempre memorizado en los equipos de Brasil y Alemania. ¡Esto acaba de empezar!
Sin comentarios aún.