Walter y el peso de la frontera

En cada rincón de Latinoamérica donde pisó tierra, su oficio fue su salvación.

La historia de la humanidad está marcada por el movimiento. Desde las primeras civilizaciones hasta el presente, los pueblos han migrado en busca de esperanza, seguridad y futuro. Pero hoy, en este momento de la historia, la migración ya no es un viaje; es una travesía marcada por el sufrimiento, el peligro y la incertidumbre.

América Latina es un mosaico de contrastes: hay quienes pueden abordar un avión con la certeza de que los sellos en su pasaporte serán una formalidad y hay quienes cruzan ríos, montañas y selvas jugándose la vida, porque el mundo no les ha dejado otra opción. Walter pertenece a este último grupo.

El flujo migratorio en la frontera sur ha alcanzado cifras sin precedentes. Hasta julio de 2024, se registraron 229,379 ingresos de migrantes en la frontera sur de México, un aumento del 24% respecto a 2023 y del 80% en comparación con 2022. La mayoría de los migrantes provienen de Centroamérica, Sudamérica, África y diversas islas, obligados a dejar su hogar por pobreza extrema, violencia, conflictos políticos y el impacto del cambio climático.

Esta crisis no es solo un número, es un reflejo de las grietas en la estructura global que obliga a millones a vivir en tránsito perpetuo.

México, como país de paso y destino, se enfrenta a una crisis migratoria compleja. ACNUR reporta que el 69% de las personas refugiadas y desplazadas viven en países vecinos a sus lugares de origen, lo que coloca a México en una posición clave.

Además, los países de renta media y baja acogen al 75% de estas poblaciones en situación de vulnerabilidad. Este flujo incesante de personas transforma a las ciudades fronterizas en zonas de refugio improvisadas, con infraestructura insuficiente para sostener la demanda de servicios básicos.

 

El sueño que cambió de rumbo

Walter tenía claro su destino: España. La imaginaba como la tierra donde su talento como peluquero podría florecer. Sin embargo, su historia tomó un camino distinto, uno que nunca imaginó. «Yo salí de Caracas, después fui a Colombia y de Colombia pasé por el Darién, la selva de Panamá. De Panamá salí a Costa Rica y de Costa Rica a Nicaragua. De Nicaragua pasé a Honduras y de Honduras pasé a Guatemala y de Guatemala pasé a la frontera de México que es Hidalgo. Y de Hidalgo vine hasta acá». Su recorrido no fue un viaje, fue un escape. Con cada país cruzado, dejaba atrás algo más que kilómetros: dejaba su pasado, su hogar, su identidad.

En cada rincón de Latinoamérica donde pisó tierra, su oficio fue su salvación. «Cada país tiene su esencia, su estilo, y adaptarme a cada uno ha sido un aprendizaje constante«, dice Walter, con la misma resignación de quien ha aprendido a dejarse llevar por las corrientes del destino. Ahora, en México, sobrevive cortando cabello en las calles de Tuxtla Gutiérrez. Sin papeles, sin certezas, pero con la firmeza de quien no puede detenerse.

“Yo salí de Caracas, después fui a Colombia y de Colombia pasé por el Darién, la selva de Panamá. De Panamá salí a Costa Rica y de Costa Rica a Nicaragua. De Nicaragua pasé a Honduras y de Honduras pasé a Guatemala y de Guatemala pasé a la frontera de México que es Hidalgo. Y de Hidalgo vine hasta acá»

Walter, migrante venezolano en la frontera sur de México

 

El infierno del Darién

El Tapón del Darién es la frontera más hostil del continente. Más de cien kilómetros de selva impenetrable, sin caminos, sin ley. Para muchos migrantes es el primer gran filtro, el punto donde la voluntad se mide con la muerte. Bandas criminales, paramilitares y narcotraficantes acechan entre la vegetación. La selva cobra su propio tributo: ríos que arrastran cuerpos, niños que se pierden entre el fango, historias que se disuelven en la humedad de un lugar donde no hay segundas oportunidades. En rutas migratorias peligrosas como esta, muchos menores mueren o desaparecen durante el trayecto.

Walter atravesó el Darién con la determinación de quien no tiene opción. «La selva te pone a prueba en cada paso. La humedad, los insectos, las corrientes de los ríos… pero lo más aterrador es la presencia de grupos armados y la constante sensación de vulnerabilidad«, dice, con una mirada que parece transportarlo de nuevo a ese infierno verde. Vio cuerpos abandonados en la espesura, escuchó gritos que se perdieron en la noche, entendió que en la migración hay quienes avanzan y quienes simplemente desaparecen.

 

México: entre el sur y el norte

Después del Darién, México parecía una tregua. Pero pronto descubrió que en este país la migración es un laberinto con rutas marcadas por la hostilidad. «En el sur encontré más empatía, pero también más pobreza. En el norte, las oportunidades parecen mayores, pero las autoridades son más estrictas y el ambiente es más hostil«, reflexiona. En cada ciudad, en cada esquina, ha sentido la diferencia entre ser un visitante y ser un extranjero no deseado.

Uno de sus mayores obstáculos ha sido la educación de sus hijos. Sin una regularización migratoria, inscribirlos en la escuela es un proceso desgastante. A nivel global, niñas y niños representan el 40% de las personas desplazadas por la fuerza. En México, un número significativo de los migrantes que cruzan Chiapas son menores de edad, muchos de ellos no acompañados, lo que los expone a riesgos extremos de violencia y trata.

 

Organizaciones internacionales y el impacto en México

La UNESCO y la ONU monitorean los flujos migratorios, alertando sobre la crisis humanitaria que esto representa. En México, la llegada masiva de migrantes ha puesto una presión enorme sobre los servicios básicos en ciudades como Tapachula. Los refugios están saturados, la atención médica colapsada y la vivienda temporal es insuficiente. Las oficinas del Instituto Nacional de Migración (INM) han sido rebasadas, complicando aún más la gestión migratoria.

Este incremento de migrantes también ha generado tensiones con las comunidades locales, donde la percepción de competencia por empleos y recursos alimenta discursos de rechazo. La migración no solo es una historia de quienes cruzan, sino también de quienes reciben.

 

Palabras para Venezuela y la sombra de Trump

A la distancia, Walter piensa en su tierra natal. «Sé que se preocupan por mí, pero quiero que sepan que estoy luchando, que cada día es una batalla, pero también una oportunidad. Venezuela siempre será nuestro hogar, pero las circunstancias nos han llevado a buscar horizontes lejanos«.

Pero el horizonte se oscurece. Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, la esperanza de muchos migrantes se ha desvanecido. «Las puertas que antes estaban entreabiertas ahora parecen cerrarse de golpe. Pero la esperanza es lo último que se pierde, y mientras haya vida, hay posibilidades«, dice, como un hombre que se aferra a la última tabla de un naufragio.

Walter sigue avanzando. Porque en la migración, detenerse no es una opción.

No comments yet.

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Leave your opinion here. Please be nice. Your Email address will be kept private.