Tras la narcoguerra, pueblos y comunidades fantasmas entre Comalapa y Amatenango de la Frontera
Luego de tres y medio años de conflictos que grupos del crimen organizado libraron en diversos municipios de la Región Fronteriza, los pueblos fantasmas con casas abandonadas aún persisten, aunque poco a poco algunos de sus habitantes, con temor, empiezan a regresar de forma paulatina.
Desde junio del 2021 y hasta diciembre del 2024, miembros de dos cárteles protagonizaron una guerra que dejó miles de desplazados, cientos de personas asesinadas y desaparecidas; paralizó el comercio y el transporte público, las clases en todos los niveles educativos, el intercambio comercial local entre México y Guatemala, los servicios médicos en clínicas y centros de salud rurales en esa región de la frontera.
Comunidades rurales de Frontera Comalapa, Bejucal de Ocampo y Amatenango de la Frontera, que quedaron en medio del conflicto, tuvieron que huir y dejar sus casas, algunos al interior del estado de Chiapas, pero otros no tuvieron opción que huir a territorio guatemalteco, donde algunas familias aún siguen refugiadas.
En el Barrio San José, de Amatenango de la Frontera, habitaban 200 personas, de las cuales muchas huyeron. La mayoría, tuvo más cerca la línea fronteriza de México con Guatemala, por lo que decidieron pasar al territorio centroamericano donde se sintieron más seguros.
Barrio San José es una comunidad con alta pobreza y marginación, como muchas otras que se encuentran en esta región fronteriza y de la Sierra. El suelo ya degradado es muy seco, casi desértico. Sólo el 60 por ciento de sus habitantes han regresado. Ahí, todavía hay trincheras en el interior de una escuela que hasta hace un mes, usaron los militares que ocuparon ese pueblo vacío; aún no hay clases desde hace varios meses y el ciclo escolar nunca empezó para decenas de niños y niñas.
Barrio Caracol, es otra comunidad de unos 100 habitantes, también en Amatenango de la Frontera; casi todos huyeron a Guatemala, pero por ahora, la mitad han regresado.
Nogales, otra comunidad del mismo municipio, contaba con unos 100 habitantes. Hasta el día de hoy, el 30 por ciento de los pobladores ha regresado a sus viviendas.
Reforma es una comunidad del municipio de Bejucal de Ocampo. Se calcula que acá vivían unas 800 personas antes de empezar la guerra. Está ubicada en la carretera que va de Frontera Comalapa hacia Motozintla. Asentada como todas las anteriores en el margen del Río Grijalva.
El Río Grijalva nace en las montañas de Los Cuchumatanes en Guatemala, pero es acá donde toma este nombre y empieza esta gran cuenca que da vida a cinco presas hidroeléctricas en toda la Cuenca del Grijalva de Chiapas, hasta Tabasco.
El Río Grijalva llegó a ser una barrera natural en la guerra, de un lado, de entre las montañas se atrincheraba un grupo del crimen organizado y el otro del otro lado del río y la carretera.
Es en Reforma, donde se registró una de las peores masacres hacia la población civil, donde se calcula que unas siete personas fueron asesinadas hace unos tres meses en esta localidad; todos civiles, nadie pertenecía a ningún grupo del crimen organizado.
Junto a Reforma está la comunidad de Nueva Victoria, esta pertenece al municipio de Amatenango de la Frontera. Hasta antes de iniciar la guerra habían unos 350 pobladores. Para protegerse, todos huyeron al lado guatemalteco, nomas pasaron la línea fronteriza y se sintieron más seguros del otro lado que en su propio país.
Junto a Nueva Victoria está la comunidad de Nuevo Recuerdo, que pertenece al municipio de Amatenango de la Frontera, habían unos 500 habitantes hasta junio del 2021. Tras la guerra muchas casas quedaron abandonadas.
Regadillo es una pequeña comunidad rural de Amantenango de la Frontera, de unos 300 habitantes hasta el 2021. Ahí, como en muchas otras localidades abandonadas, los militares que ocuparon esas comunidades de forma temporal se posicionaron en las escuelas vacías de alumnos y maestros, donde hacían fortificaciones.
“Las huellas de la guerra que se vivió en la Frontera y la Sierra de Chiapas aun son visibles, escuelas que fueron abandonas por los miles de desplazados sirvieron para que el Ejercito Mexicano hiciera destacamentos provisionales. Mientras que los niños, las niñas y sus maestros huían de los intensos combates de la narcoviolencia, los militares ocupaban las aulas”, dice un poblador de la zona que pide anonimato.
“Regadillo es puerta de entrada a Bejucal de Ocampo por la ruta de Frontera Comalapa, ahí se encuentra el entronque a Sonora, comunidad muy mencionada porque ahí se vivieron intensos combates entre los grupos armados ilegales. Esa ruta se la disputaron a muerte porque Comalapa tan sólo se encontraba a 15 kilómetros de camino.», señala un maestro que dejó de llegar a dar clases a una de estas comunidades abandonadas.
«Después de la ruta que va de Comalapa a Chamic, el camino de Comalapa a Amantenango de la Frontera se volvió un infierno, la ruta de la muerte; mucha gente murió y desapareció en este tramo carretero».

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