Las mamás de la escuela de sus hijos bromeaban con que le iban a mandar a las y los suyos para que “los educara bien”. Olga González no utilizaba métodos tradicionales para criar a sus hijos, Leopoldo y Gerardo, y asegura que los resultados de eso era lo que admiraban las otras madres.
Jerry, como le dicen comúnmente al menor de sus hijos, cuenta que él y su hermano, desde pequeños, tuvieron responsabilidades y eso los llevó a que en su adultez tuvieran la determinación para saber lo que querían y comunicarlo claramente, resolver problemas y tener la iniciativa de asumir por su cuenta deberes que antes compartían con su mamá y papá.
Olga crió a sus hijos, sin saberlo en su momento, bajo algunas de las pautas de lo que hoy en día se conoce como crianza respetuosa, un modelo formativo que se ha popularizado en los últimos años.
De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés) la crianza respetuosa, también conocida como positiva, es un estilo de cuidado que pone en el centro el interés superior de las niñeces. Busca guiar el desarrollo conforme la evolución de las facultades según la edad, características y circunstancias del menor, estableciendo límites y guías, pero sin recurrir a la violencia y respetando sus derechos humanos.
Olga, que se convirtió en madre a finales de los noventa, asegura que nunca crió a sus hijos de manera tradicional. Su formación en pedagogía le permitió informarse sobre los errores más comunes al criar, algo que rectificó observando a las y los criadores de sus estudiantes. “No te puedo decir bajo qué teoría, no, pero los críe pensando en lo que yo no quería para mis hijos” dice.
La maestra cuenta que había leído sobre formación infantil y tomó esos recursos como guía para la crianza de sus hijos. “A raíz de lo que decían (los manuales, la teoría) que no tenía que hacer, fui creando lo que sí podía hacer en mi contexto”.
El castigo como parte de la crianza tradicional
La forma más común de disciplina sigue estando asociada al castigo. La Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Mujeres (ENIM) 2015 elaborada por el Instituto Nacional de Salud Pública y UNICEF registró que el 38% de los encuestados usó el castigo físico como método de disciplina en menores de 1 a 14 años de edad. El 6% fue de forma severa. Además, el 53% señaló haber utilizado la agresión psicológica, mientras que seis de cada diez habrían recurrido a cualquiera disciplina violenta.
Aunque el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) no cuenta con encuestas sobre la violencia familiar que padecen infancias y adolescencias, otras aproximaciones han permitido conocer algunos datos.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 del INEGI reportó que poco más de la mitad de las mujeres de 15 años y más atestiguó y/o experimentó algún evento de violencia física y/o psicológica durante su infancia.
El 54.7% de las encuestadas que dijeron tener hijos, afirmó que les ha insultado o pegado. El INEGI concluye que las mujeres que vivieron violencia en la infancia ejercen en mayor medida violencia en contra de sus hijos o hijas, y que eso evidencia un proceso de reproducción de violencia.
En las crianzas tradicionales las niñas, niños y adolescentes no tenían voz, por lo que eran vistos más bien como un objeto en vez de un sujeto con derechos, explica Yereli Rolander Garmendia, especialista en crianza respetuosa y directora ejecutiva del Centro Interdisciplinario de Derechos, Infancia y Parentalidad (CIDIP), una organización que impulsa el respeto, garantía y ejercicio de los derechos humanos de las mujeres, infancias, adolescencias y personas con discapacidad.
“No podíamos opinar absolutamente nada, incluso te decían: ‘vete, tú no, es una plática de adultos’. No podías decidir ni siquiera qué ropa te querías poner, que es parte de la autonomía progresiva, algo bien importante en los derechos de las infancias” asegura la experta. “Mucho menos podías hablarle mal a tus papás, contestarles, porque en automático la manera de corregir, sí o sí, era a través de la violencia”.
Rolander Garmendia explica que muchos padres y madres utilizan el miedo como método de obediencia. “Es mucho más fácil ejercer miedo sobre un niño para que haga lo que yo quiero, a que yo gestione la emoción de esa niña o niño, gestione mi propia emoción, genere un espacio para hablar con mi hija, mi hijo, o empiece a tener ciertas prácticas que no son violentas”.
Silvia Morales Chainé, doctora por la Facultad de Psicología de la UNAM, asegura que el castigo como método de crianza tiene más desventajas que beneficios, ya que daña el autoestima, lastima físicamente y produce la imitación de la conducta agresiva.
Aunque el castigo físico puede ser efectivo en algunos casos, los riesgos son muy altos, aseguró Morales Chainé. “Hay muchas contras como para seguir pensando que el castigo físico puede ser una manera de corregir, pero nuestra sociedad todavía es una sociedad basada en la agresión y la violencia”.
Estas técnicas, apunta Morales Chainé, son efectivas para el adulto, pero no son beneficiosas para corregir la conducta del menor.
“Son conductas que desahogan enojo, entonces en cierto sentido son funcionales para el adulto: no corrijo al niño, pero yo ya me desahogué; no logro enseñarle conducta deseada, pero al menos con el grito ya me siento menos presionado” reitera.
Psicólogas, terapeutas, cuidadoras, organizaciones y personas expertas comparten regularmente en plataformas como Instagram, Tiktok y Facebook recursos, guías y consejos sobre cómo seguir las pautas de la crianza respetuosa, sus beneficios y sus resultados.
En los comentarios siempre está el debate sobre la efectividad: si las pautas de crianza sirven o no.
“Hablar de límites es fundamental cuando hablamos de crianza respetuosa” dice Yereli. Estos ayudan a respetar los acuerdos, las normas y a gestionar los desbordes emocionales, como los berrinches, agrega.
Hay una romantización del concepto porque se piensa que es una fórmula mágica que puede aplicarse a cualquier niña o niño, cuando no es así, afirma Yereli, ya que existe una diversidad enorme de infancias y adolescencias.
Resalta que es importante desromantizar este tipo de crianza porque puede caer en paternidades o maternidades intensivas, donde los criadores se someten a mucha presión por hacerlo siempre bien y eso termina afectando su salud y la de su infancia.
La doctora Morales Chainé señala que la vía más efectiva para que las personas criadoras abracen una crianza más respetuosa es por medio de la empatía y del trabajo colectivo entre familias, instituciones y también entidades relevantes como el centro escolar.
Crianza sin manual
Berenice Andrade tiene una bebé de casi dos años y su crianza la ha basado en su propia experiencia para determinar qué patrones replicar y cuáles no.
Un día viendo las redes sociales le apareció contenido relacionado a los cuidados infantiles. Así descubrió que sus métodos correspondían a la crianza respetuosa. “En realidad lo que hicieron fue darle nombre a lo que yo quería hacer” comenta.
La mujer de 41 años asegura que utilizar las pautas de la crianza respetuosa le ayuda más a ella que a su hija: “Me sirve para tener un montón de paciencia y no estallar” dice, “ella todavía no tiene las herramientas desarrolladas para comunicarse, entonces hay un montón de berrinches y eso me dispara un montón”.
“Entender que sus emociones están disparadas y que su cerebro se está desarrollando me obliga a mí también a bajarle a mi estrés y frustración; entonces ese diálogo funciona para mí porque yo soy la adulta que sí está comprendiendo lo que le pasa a ella y eso me calma de alguna manera”, reflexiona Berenice.
El CIDIP plantea que las labores de crianza y cuidados son más desafiantes de lo que se cree socialmente, y recomienda informarse para desarrollar habilidades y técnicas eficaces para conseguir conciliar estas tareas.
Yereli cuenta que tuvo su primer acercamiento a la bibliografía sobre crianza respetuosa cuando tuvo a su primera hija. En ese entonces, llevaba diez años haciendo activismo en derechos humanos, pero su bebé fue la semilla para que se especializara en derechos de las infancias y adolescencias, y después en derechos de personas con discapacidad.
Cuenta que la crianza respetuosa se basa en lo establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño, un tratado que aboga por los derechos humanos de las infancias que se firmó el 20 de noviembre de 1989 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, y en el que países de todo el mundo se comprometen a reconocer y abogar por esta agenda.
Yereli Rolander explica que este documento dio pie a que surgieran pautas de crianza que pusieran en el centro los derechos y necesidades de la niñez, y de esa coyuntura surge la crianza respetuosa, popularizada en los últimos años en las redes sociodigitales.
La directora del CIDIP dice que es importante no juzgar a otras personas criadoras por no seguir al pie de la letra “el manual” o por desbordarse, porque asegura que este tipo de crianza no solo implica más tiempo que la tradicional, sino que exige la coordinación de la vida laboral, el trabajo doméstico, la vida personal.
Para que la crianza respetuosa pueda ejercerse, apunta, se debe tener en cuenta una serie de elementos, como contar con una red de apoyo que ayude a gestionar las labores de cuidados, crianza, trabajo y actividades cotidianas.
“Hay que conciliar los derechos de las infancias y adolescencias, con la crianza y el tema de cuidados” dice Yereli, “y debería ser un tema de Estado”. Porque asegura que criar desde el respeto sí implica más tiempo, más cuidados y más paciencia.
Cuidar y criar: un binomio agotador
Berenice Andrade trabaja en un festival de cine y hace guiones de podcast para una empresa de comunicación. Además, en ocasiones también realiza actividades freelance.
“Por lo que sé y he compartido con otras mamás, desde que nacen hasta su primera infancia, son tiempos particularmente agotadores”, asegura.
En México, 31.7% de las mujeres que hacen labores de cuidado como la crianza, ha disminuido el tiempo que duerme para poder llevar a cabo esta labor, según la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) del INEGI.
La ENASIC reportó que 39.1% de las mujeres que hacen labores de cuidados dijeron sentirse cansadas.
Además, 22.7% de las mujeres que cuidan han dicho que se sienten irritadas; 16.3%, que tienen depresión; 12.7%, que se ha deteriorado su salud física; 5.3%, que ha desarrollado alguna enfermedad o se le ha agravado, y solo 6.4% ha recibido terapia para tratar angustia, nervios o depresión.
La doctora Morales Chainé explica que el cansancio parental disminuye cuando las tácticas para gestionar la conducta infantil son efectivas porque el estrés es menor.
Pero Yereli explica que para que eso suceda necesitamos ver la crianza respetuosa como una cuestión de política pública: “Y eso no lo hemos logrado porque tampoco hemos logrado que los cuidados sean un tema de política pública”.
Las dos expertas coinciden en que es esencial que exista una corresponsabilidad en las tareas de crianza entre las partes criadoras, que incluya también a los hombres.
Pero para algunas, como Berenice, va más allá de eso porque eligieron maternar por su cuenta.
La autonomía
Todos los días de escuela, Berenice despierta a su pequeña y ambas se disponen a su rutina mañanera: la niña le sirve croquetas al gato, baja las escaleras por su cuenta y sale caminando de casa. Tras ella, Berenice levanta las croquetas que su hija no logró atinar en el plato del gato, la cuida de cerca al bajar las escaleras y la acompaña cuando sale caminando.
“A lo largo del día y en el resto de nuestras rutinas, eso se multiplica” cuenta Berenice.
La madre reconoce que sería más fácil hacerlo todo ella, pero prefiere darle espacio a la pequeña para que se apropie de las actividades que ya puede hacer con cierta autonomía.
“Este tipo de crianza te obliga a practicar mucho la ternura porque tienes que tener mucha paciencia, pero eso a la vez lo hace increíblemente difícil”, confiesa.
Y, aun así, Berenice lo hace porque nota resultados positivos en su hija: “El trato afectivo y la confianza sí la han dotado de seguridad e independencia”.
Olga asegura que sus hijos siempre tuvieron oportunidad de decidir. Al inicio era el corte de cabello, elegir entre bermudas o pantalón. De a poco, las decisiones pasaron a ser de impacto para su vida y el rumbo de esta. Ellos asocian la confianza en sí mismos a la responsabilidad que tuvieron en casa y con su escuela.
Recuerdan que aunque su mamá y papá trabajaban muchísimo, no se sintieron descuidados, aunque recuerdan que sí les enseñaron a cuidarse.
A pesar de que ninguno de los hermanos tiene mal recuerdo de los castigos en su infancia, el mayor cuenta que una vez en terapia descubrió que sentía mucha presión por las altas expectativas que toda su familia le atribuía, incluyendo sus papás. Necesitaba quitarse ese peso de encima, así que toda la familia acudió a una sesión terapéutica y tras comunicarlo y ser escuchado, siguieron en conjunto.
“Intentamos no compararlos, eran distintos” asegura Olga.
Yereli Rolander cuenta que cuando tuvo a su segundo hijo, su percepción sobre la crianza respetuosa se derrumbó. A raíz del COVID, su niño tuvo una enfermedad cerebral que le inflamaba el cerebro y le ocasionaba cambios muy drásticos en el comportamiento.
Y dice que ahí entendió a los padres y madres que en talleres le decían que las técnicas de lano les funcionaban con sus hijos, sus hijas. Porque, explica, cada persona tiene necesidades distintas cuando está creciendo.
“La crianza es un reto con muchos claroscuros”, afirma Yereli.
Porque cada infancia es un mundo y un contexto, así como cada paternidad y maternidad.
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