“Siembran” el cuerpo del padre indígena tsotsil Marcelo Pérez

Padre Marcelo. Foto: Ángeles Mariscal

“Estamos seguros de que con la siembra del cuerpo del hermano Marcelo crecerá uno de esos árboles de la vida que fructificará y permitirá que, en sus ramas frondosas, todas las aves de cualquier especie construyan su nido y ahí encuentren su alimento para vivir tranquilos, sin que tengan miedo. Solo así, en nuestro hermoso nido, Chiapas, volverá a nacer el sol y brillarán luces de paz en los ojos de nuestras niñas y niños. Y nadie abandonará su hogar sin su consentimiento”, expresó Guadalupe Vázquez, en la ceremonia donde miles de indígenas de diferentes municipios acompañaron “la siembra” del cuerpo del padre Marcelo Pérez, asesinado el pasado 20 de octubre.

Con esta metáfora, el cuerpo del sacerdote fue colocado en una tumba abierta a un costado de la parroquia de San Andrés, en el municipio de Larráinzar, en donde nació hace 51 años.

“La partida de nuestro padre Marcelo no significa que nos hayan vencido los mensajeros de la muerte. Ellos sí, ellos ni se imaginan lo que acaban de sembrar, porque si el grano de maíz no se pone en la tierra, no tendremos esperanza de cosecha. Y los que quisieron callarlo ahora tendrán que oír su clamor”, dijo al referirse a las personas que le causaron la muerte cuando salía de oficiar una misa.

A las exequias del padre Marcelo acudieron habitantes de varios municipios a los que el sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal acompaño en sus procesos para defender sus derechos.

También estuvieron  diáconos indígenas, religiosos laicos de los pueblos originarios que forman parte de la Diócesis,  de San Cristóbal, así como sacerdotes. Uno de ellos, Elias, quien fue su compañero en el Seminario donde se preparó para el sacerdocio, dijo ante el cuerpo del padre Marcelo, colocado en la explanada frente a la parroquia: “Para ser sacerdote sufriste, remaste a contracorriente ante un mundo que no conocía tu lengua, en un mundo que no valoraba a los indígenas”.

A pesar de ello, recordó que el sacerdote Marcelo llevó toda la fuerza espiritual de su pueblo “y ahí es donde te has convertido en profeta de tu pueblo, recogiendo el dolor y la voz que dice ¡basta!, mostrando que hay otro modo de vivir”.

Para acompañar a la familia del padre Marcelo en la siembra de su cuerpo, llegaron desde regiones alejadas habitantes de la selva, la zona norte, incluso desde Tapachula.

Todos y todas tuvieron oportunidad de despedirse del sacerdote. Con pasos suaves y silenciosos que caracterizan el caminar de las personas de los pueblos originarios, fueron pasando frente a su féretro para tocar el cuerpo del líder religioso a través del cristal, y murmurarle algunas palabras.

Fue el obispo emérito de la Diócesis de San Cristóbal, Raúl Vera, quien ofició la misa de las exequias y, con voz fue y llanto contenido, como el de la mayoría de quienes dieron su testimonio y sus palabras para recodar al sacerdote, dijo que el padre Marcelo “se preocupó especialmente de las personas que eran dañadas en su dignidad, en el trato injusto de parte de autoridades, o de parte de personas abusivas”.

Marcelo fue “custodio la dignidad humana, de los más pobres, de los más débiles, de los más desprotegidos. Y los cuidaba de la gente abusiva, de la gente poderosa, de la gente que se siente dueña de la sociedad y de la tierra, y que no le importa dañar la vida de su prójimo para enriquecerse o para adquirir mayor poder político, para adquirir todo lo que ellos quieren. Esto -la muerte de Marcelo es la consecuencia”.

Hubo un ambiente de tristeza mesclado la certeza de que el legado del padre Marcelo seguía ahí presente. “No tenemos miedo, no tenemos miedo, no tenemos miedo nunca más, quiero que mi país, sea feliz, con amor y libertad”, cantaron algunos con las letras de esta canción que, como otro de sus legados, era entonada por el sacerdote en las reuniones en las distintas iglesias que visitaba, o en los lugares de reunión a donde acudía cuando era convocado.

“Que los miles que seguiremos su claro ejemplo, denunciemos y anunciemos la verdad, abriendo camino para la paz. ¡Viva el padre Marcelo! ¡Viva el padre Marcelo!”, vitorearon cuando su cuerpo fue levantado para ser conducido al lugar de su siembra.

Ahí quedó su cuerpo físico, rodeado de coronas de flores, mientras adentro de la parroquia, poco después que los feligreses de fuera se retiraron, un grupo de jóvenes adolescentes tsotsiles continuaron con su preparación para las jornadas guadalupanas.

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