El cine que irrumpe desde sitios donde no hay escuelas de cine
Li Cham (Morí) una experiencia destacable en el contexto
¿Por qué ha sido tan relevante que Li Cham (Morí) haya ganado el premio a mejor largometraje documental en el Festival Internacional de Cine de Morelia? No sólo por ser la primera ocasión que una película tostsil logra semejante reconocimiento; hay más razones, pero quiero destacar algunas solamente. La joven que hace sonido directo, Lorena, no viene de escuela de cine; se ha formado a fuerza de producir radio, cursar talleres, echar en campo las horas al vuelo; no pasó por Ambulante, ni CCC con patas. El cine fotógrafo, José Alfredo, uno de los mejores de Chiapas sin duda alguna, es referente para las y los cineastas más jóvenes de pueblos originarios; ha colaborado en varios proyectos destacados y es fundador del equipo de comunicación de la organización civil Las Abejas de Acteal; y no vive en San Cristóbal.
La directora, Ana, también ha sido un caso excepcional. Como muchos más, junto con su hermano, son primeras generaciones de su familia que cursa una carrera universitaria, formada a fuerza de producir y tomar talleres; tampoco es generación Ambulante o CCC, pero tiene en su historia una decisión de vida como nos compartió hace unos años. “Ya en la prepa sin saber que iba acabar acá haciendo audiovisual, curiosamente nos dejaron una tarea de derecho que teníamos que grabar, empecé a googlear cómo se grababa y ahí me salieron tantos videos documentales y ahí empecé a investigar yo sola y el primer documental era de José Alfredo, a partir de ahí fue que dije: `Quiero hacer esto´, sin saber cómo se llamaba o qué implicaba.» Hija de su época, sus padres fueron militantes del zapatismo en su comunidad, si bien ser hijo de alguien no define todo, sí influye para bien o para mal, así que ella tomó en sus manos una decisión de vida.
Ana hace cine, promueve el cine, fomenta la cultura del cine también con el proyecto Bolomchon y, junto a su equipo de producción –Benjamín un «gringo» adoptado y adaptado al universo tsotsil- y su pareja María Sojob -una de las cineastas tsotsil más influyentes y destacadas actualmente- decidieron producir, pensar, construir desde San Pedro Chenalhó, -que no de San Cristóbal o de Tuxtla-. Aunque los puentes son innegables, lo que nos proponen son otras rutas, otras maneras desde otros horizontes, más cercano a su cultura.
Impacta simbólicamente este destacado premio porque este equipo, más los que no menciono que no son de menor relevancia, compitió contra proyectos de escuelas de cine, contra realizadores/as con mayor trayectoria, con mayor presencia en la comunidad del festival, con proyectos con mayores fondos, mejores condiciones materiales de producción, «mejores» relaciones en el ambiente. Y, antes, hace 2 años, IMCINE subió algunas fotografías del rodaje con motivo de promover el ECAMC, el cine que pasa por ese programa dirigido a realizadores de pueblos originarios y afrodescendientes, cosa que provocó reacciones viscerales y ofensivas de algunas personas que han pasado por escuelas de cine, comentarios racistas y clasistas que hoy, quedaron mudos.
Con este proyecto podríamos afirmar algo que siempre he creído, cualquiera puede hacer cine. Sólo hacen falta las condiciones materiales y voluntades que confluyen para hacerlo realidad; cuando digo cualquier, no es que porque cursas un taller o te da clase fulano o zutana, y ya puedes hacer una buena película, no; pero sí que tener la opción y la motivación adecuada para hacerlo, lo hace posible; sin perder de vista la disciplina, la concentración en el objetivo y la claridad de la idea que no se puede evadir. Si acercamos las herramientas y acrecentamos los fondos, más y más historias universales desde lo local podremos ver iluminarse.
Es importante y significativo por quién lo hace, cómo lo hace, desde dónde lo hace, y la historia que cuenta, porque la historia de historias, es una historia universal, una historia de millones de mujeres en América, África, Asía, Oceanía y Europa. Porque también se vuelve en otro referente para las mujeres tsotsiles, tseltales, choles, tojolabales, etcétera; mujeres que van abriendo camino y dejan una estela para las que vienen atrás.
Es significativo porque ya es esa generación que tuvo de referentes a otros cineastas, pioneros del cine de pueblos mayas en Chiapas; como alguna vez lo dijo en un espacio la misma Ana: «veía que había personas que hacían cine pero yo estaba haciendo video, para mí los que hacían cine eran grandes. Por ejemplo, Mariano (Estrada), era mi Dios; entonces comencé a investigar quiénes hacían cine, cómo se hacía cine indígena, y de repente encuentro a personas que ya los ubicaba de vista pero me daba pena hablarles porque eran como Dioses que estaban acá (alto)«.
Para Ana y Lorena es su primer largometraje presentándose en un festival de este tamaño. Todos quienes vimos de cerca esa película, años atrás, vimos que ahí había una gran película; lo vieron las jurados que la seleccionaron en ECAMC, las asesoras como Lucrecia, Lena, Martha, Christiane, Eloisa, y otras más, el comité de selección del FICM, y lo vieron quienes por sobre las demás películas documentales le dieron el voto para obtener el primer lugar.
Es simbólico porque vuelve a poner en el centro de la mirada, como antes lo hiciera Mamá de Xun Sero, el cine realizado por cineastas mayas , directoras tsotsiles, directoras mayas de Chiapas. Lo que era una promesa hoy es un hecho ineludible, y se vuelve otra luz, otra ruta para las nuevas generaciones de mujeres que vienen atrás, porque alumbraron el camino, la ruta, la vereda por donde transitarán más mujeres.
A mi me da mucha alegría que este cine y qué “Vientre de Luna” de Liliana K´an, que “Formas de atravesar un territorio” de Gabriela Ruvalcaba, estén provocando tanta algarabía en nuestra comunidad audiovisual, tanta referencia en festivales, tantas referentes en las juventudes y tanta alegría en estos momentos tan violentos en el estado. Da gusto porque me parece extraordinario el trabajo que se hace y desde dónde se hace. Porque sin saberlo, sin quererlo quizá, nos iluminan a muchas personas con su luz.
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