Acuerdan reconciliación y unión para superar amenazas en las cañadas de la Selva Lacandona

  • Crimen organizado, migración y división afectan los territorios donde habitan tseltales de Chiapas, explicaron durante el encuentro para conmemorar los 50 años del Congreso Indígena de 1974.

Casi un millar de habitantes de las distintas cañadas de la Selva Lacandona se reunieron en la comunidad Las Tazas, ubicada en Ocosingo. Durante dos días analizaron, como hace 50 años, las problemáticas que enfrentan relacionadas con la tierra, salud, educación y comercio; a las que ahora se suman las amenazas del crimen organizado, narcotráfico, migración y división afectan la región.

Convocados por las organizaciones ARIC Unión de Uniones Histórica, y la Independiente y Democrática, la reunión fue para celebrar los 50 años del Congreso Indígena de 1974 impulsado por el obispo Samuel Ruiz García.

Medio siglo después de ese evento, durante el nuevo encuentro en la comunidad Las Tazas, en la zona de Las Cañadas de la selva Lacandona, las y los asistentes hablaron sobre la historia de la región. Reconocieron al encuentro de 1974 como el detonante para organizarse y defender sus derechos como pueblos originarios.

Este año el acuerdo fue impulsar la reconciliación y unión en esta región que quedó fragmentada por diferencias políticas surgidas a raíz de la conformación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en esta región.

“El proceso de lucha del Congreso Indígena (de 1974) se manifiesta como algo esencial como pueblos originarios, es un proceso de resistencia y es un proceso de autonomía donde nos hace recordar, nos hace revivir esa memoria pasada y presente, para seguir luchando, para seguir defendiendo nuestra tierra y el territorio”, expresaron en la inauguración.

Durante tres días las delegadas y delegados de las cañadas -entre ellas de los poblados Amador Hernández, Patihuitz, Avellanal, Miramar, Monte Líbano, Perla de Acapulco, Ojo de Agua, La Sultana- analizaron los hechos de la región. Asistieron organizaciones de la sociedad civil y algunos ancianos que participaron en el Congreso de 1974.

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En 1974 gran parte de la población en Las Cañadas eran tseltales que trabajaban en condiciones de semiesclavitud, como peones acasillados de las fincas de Ocosingo; un año después del Congreso, en 1975, los tseltales fundaron la organización Quiptic Ta Lecubtesel (Unidos por Nuestra Fuerza, en español), que en 1988 se transformó en Asociación Rural de Interés Colectivo (ARIC)

Tras la creación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que se gestó en las cañadas de la Lacandona, y el alzamiento armado de 1994, la ARIC tuvo una división entre sus integrantes por las diferentes posturas ante el grupo insurgente.

Dos de esas fracciones, la ARIC Unión de Uniones Histórica, y la Independiente y Democrática, fueron las convocantes al aniversario de los 50 años del Congreso en la comunidad Las Tazas; en el encuentro retomaron el análisis de la situación actual en la zona de las cañadas sobre la tierra, salud, educación, comercio;  sumaron ahora el de los derechos de las mujeres e infancias.

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“Las utopías no están desvanecidas”

Tras dos días de deliberación, en el diagnóstico colectivo que hicieron los cientos de delegados y delegadas de las comunidades, y plasmaron en el análisis sobre la situación de la tierra y el territorio, señalaron: “No hay control en las comunidades, se acabaron los cercos políticos, las autoridades de venden”, “narcotráfico-inseguridad”, “la entrada de empresas que compran madera (tala de árboles)”, “migración”, “división en las organizaciones”, “división y conflictos por religión”, “consumo de drogas”, “cobro de piso provocado por los sicarios”, “despojo de tierras entre pueblos originarios”.

Destacaron el incremento de la migración de cientos de jóvenes de las comunidades, que ha traído como consecuencia la pérdida de su identidad indígena expresada en los valores, el lenguaje y la vestimenta; también en el desdén a las enseñanzas de los ancianos y ancianas.

Analizaron el tema de la vulnerabilidad de las infancias y la necesidad de protección que tienen ante los nuevos riesgos; también la deuda histórica que se tiene con las mujeres, particularmente en lo que se refiere a su derecho a heredar la tierra.

Sin embargo, ante las distintas problemáticas, las y los delegados indígenas plantearon propuestas de solución. “Reconocemos la necesidad de reconciliarnos y tomar los acuerdos para enfrentar juntos las amenazas a nuestro territorio. En ese sentido, las comunidades y organizaciones de base debemos caminar en unidad y también construir alianzas que nos fortalezcan”, dijeron.

Acordaron elaborar una estrategia para involucrar a jóvenes, niños y niñas en las soluciones, “porque son los más expuestos a los riesgos de las amenazas presentes en el territorio”.

“Considerando que los y las niñas son herederos de la lucha, si no enseñamos a ellos y ellas nuestra lucha ¿Quién defenderá el territorio? Dejemos plasmados en los acuerdos lo que les vamos a heredar: madre tierra y territorio, mercados, comunidades reconciliadas, organización fuerte”, establecieron.

Además de exigir al Estado mexicano que también asuma la responsabilidad que le toca, se comprometieron a realizar medidas preventivas, elaboración de reglamentos internos que les ayuden a concretar los acuerdos; así como fortalecer su espiritualidad en alianzas territoriales.

“Con esa unidad se generará una organización como pueblos indígenas tseltales (…) Como pueblos originarios seguimos vivos y en pie de lucha, y en ese sentido vamos a atestiguar esas experiencias que estuvieron de frente y sobre todo, construyendo de este territorio, estas utopías que no están sí desvanecidas, sino que siguen presente en la memoria de cada uno de nosotros”, explicaron las y los participantes provenientes de las cañadas.

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