Sequía en Chiapas, miles de pescadores afectados
En zona de cuenca hidrológica del Grijalva
Al menos 60 metros bajó el nivel del agua en la represa hidroeléctrica Malpaso durante la actual temporada de secas, el nivel más bajo en últimos 20 años. La sequía no solo dejó expuesto un templo católico del Siglo XVI que había quedado bajo el agua con la construcción de esa obra en Quechula, sino que expuso la vulnerabilidad de miles de pobladores que sobrevivían de la pesca y ahora quedaron con deudas de medio millón de pesos por productor. Su salida ahora, dicen, es migrar a Estados Unidos, o la atención urgente del gobierno cuyos funcionarios no se han acercado a la zona.
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Visualmente, el bajo nivel del agua que ha dejado la prolongada sequía que afecta a Chiapas se puede ver en Quechula, un poblado ubicado en la ladera de la presa hidroeléctrica de Malpaso, construida a finales de la década de 1960.
En esa época, para construir la represa productora de energía eléctrica, se inundaron miles de hectáreas de tierra, poblados quedaron bajo el agua. En Quechula, su iglesia, construida por los Dominicos en el Siglo XVI, quedó bajo el agua, al igual que sus viviendas.
Pero ahora, durante este mes de julio, para asombro de la misma población que en esa época fue reubicada ladera arriba, la construcción religiosa que tiene más de 60 metros de alto, quedó expuesta por completo, a ras de piso.
Quienes habitan en Quechula explican que luego de la reubicación que sufrieron sus abuelos por la construcción de la presa hidroeléctrica, tuvieron que buscar nuevos medios de vida, y si antes se dedicaba a la siembra de cacao cuyos árboles también fueron cubiertos por el agua, ahora sus descendientes viven las granjas piscícolas que construyeron en la misma presa.
De manera que al bajar al menos 60 metros el nivel del agua de la represa, como no había bajado desde 1998 -explican- provocó que también se vieran afectadas las jaulas donde producen toneladas de peces que se venden en los mercados del sureste del país.
A esto se suma que la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en su proceso de producción de energía eléctrica, provoque salidas intempestivas del agua almacenada represa arriba y ocasione que volquen las jaulas de peces que aún permanecían a salvo.
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Darinel Gutiérrez Gómez tenía cinco jaulas de peces, cada una con un valor de entre 20 mil y 60 mil pesos. Él calcula que entre las cinco valen 200 mil. Para poder comprar alevines (crías de peces) pidió un crédito; luego le sumó el crédito a una empresa que les da el alimento y la herramienta para criarlos por aproximadamente cuatro meses; en total tenía invertido medio millón de pesos.
Primero perdió tres jaulas porque el nivel del agua empezó a bajar y, al chocar con algunos troncos que estaban bajo el agua, se rompieron y los peces se dispersaron. Luego, la noche del 8 de julio, la CFE “lanzó una ola de agua” que creo una fuerte corriente y ocasionó que sus dos jaulas restantes se volcarán y destruyeran por completo.
“La creciente nos dejó sin nada, nosotros no tenemos terreno, nosotros nos dedicamos al agua, ahora solo nos quedamos con la gran deuda. ¿Qué hacemos? No nos queda más que irnos a Estados Unidos, porque acá ninguna autoridad se ha parado, nos dejaron solos”, cuenta mientras contiene el llanto.
Él tiene alrededor de 50 años y también se pregunta si podrá llegar a Estados Unidos, “porque ya no estamos tan jóvenes, y quien se va, tiene que pagar al coyote y ellos cobran 200 mil pesos. Nuestra situación de veras es desesperada”, explica.
Don Álvaro vive presa arriba, su situación es la misma, entre él y su familiar perdieron medio millón de pesos; en su caso, sus peces ya estaban por salir a la venta, pero las jaulas volcaron un día antes que las vendiera.
“Los peces ya estaban así de grandes”, dice mientras con sus manos muestra una medida de alrededor de 30 centímetros. “Era peces grandes, ya los iba a sacar y mire esta desgracia”, cuenta.
En la represa Malpaso algunos acuacultores empezaron a jalar sus jaulas hacia las partes más ondas, pero alrededor, en las laderas, donde antes había agua y ahora es sólo lodo, quedaron los restos de las jaulas que ya no pudieron rescatarse.
Parecen solo hierros retorcidos, mallas de plástico y tambos que se usan para que floten. Son más que eso, son millones de pesos en inversión, son el medio de vida de miles de pescadores, y es lo que mantiene arraigada a la población para evitar que migre a otros países o regiones.
Lo que sucede a los pescadores de la represa Malpaso se repite en el resto de las cuatro represas de la cuenca hidrológica del Grijalva. Quienes están logrando sacar alguna producción, está siendo de solo un tercio o un cuarto de lo que esperaban.
“Nosotros solo pedimos al presidente Andrés Manuel López Obrador que se tiente el corazón, que mande a sus gentes, que vengan a ver lo que está pasando”, dice Orlei Coutiño, a nombre de las siete cooperativas de pescadores de Quechula.
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