Defender la herencia ambiental

Defender la herencia ambiental
Foto: Andrés Domínguez

“En mi infancia, estudié en la primaria “Gustavo Díaz Ordaz”, ubicada en el barrio “Niño de Atocha”, desde ahí caminábamos al rancho de los Culebro; ellos nos daban permiso para recoger mango, precisamente era un paseo infantil” narró Verónica Díaz Molina, tuxtleca con 62 años.


El Circuito interior cambiará radicalmente el imaginario colectivo de tres parque vitales para la capital chiapaneca. La cercanía entre Caña Hueca, Joyyo Mayu y Tuchtlán han conformado un ecosistema rico; que lucha día a día en contra de las emisiones de dióxido de carbono de una de las ciudades con más automóviles per capita del país.

El derribo autorizado de 485 árboles y la presencia de un doble paso a desnivel transformaría la apropiación e imagen que ha tenido la ciudadanía de este espacio.

Verónica Díaz Molina se siente decepcionada de ella y su gobierno. En principio, por no haber realizado más acciones para defender los árboles y, en segunda, por el hecho de que los y las representantes populares se negaron a escuchar las inconformidades de la ciudadanía.

En su infancia, Veronica; recorría el Joyyo Mayu, cuando éste era conocido como el paseo infantil del rancho de los Culebro, un espacio con una curiosa historia.

“El ranchito”

Virgilio Culebro, en su libro “Caña hueca”[1] (UNACH, 2017), nos resume de forma puntual el nacimiento y consolidación de lo que hoy se conoce como los parques “Caña hueca” y “Joyyo Mayu”.

A lo que se refiere Verónica, es al ranchito “Albión” o Pasa tiempo, que en realidad, Pasa Tiempo era la esquina formada por el Bulevar Dr. Belisario Domínguez y la calle que ahora y erróneamente lleva el nombre de Prolongación de la 5ta Av. Norte Poniente.

Los Culebro era una familia conformada por Don Mario Jesús Culebro Trujillo, un hombre reconocido por su honestidad y rectitud. Él contrajo nupcias con María Teresa López Coronel en 1924; lo que derivó en el nacimiento de María Teresa, Mario Jesús, Virgilio Segundo (quien escribe el libro), Martha Elena, René Abraham y Javier Alberto Culebro López. Todos y todas conocidas como los “Caña Hueca”. Es decir, el conocido nombre del parque deviene del sobrenombre identificativo hacia la familia.

Según el cronista José Luis Castro Aguilar[2], el apodo nació cuando Alberto Chanona, maestro del extinto Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas (hoy Universidad), al pedirle la clase a Mario, le dijo ¡a ver tu caña fistula! Luego de ello, el compañerismo trasformó la palabra fistula por hueca, porque Mario desde siempre fue muy delgado; por lo mismo y como relajo de sus compañeros lo apodaron desde entonces “Caña hueca”. Así fue como nació este sobrenombre y se quedó para siempre.

Por cierto, una vez en una reunión de amigos presentaron a Mario a una persona que por primera vez asistía a esas reuniones de amigos, y como algunos de más confianza le decían “Caña Hueca”, esa persona se atrevió a decirle su apodo y Mario lo paró en seco, pues le dijo que “Caña Hueca” era para sus amigos, pero para él, como lo acababa de conocer era Don  Mario. Desde que supo que ya había de un parque que se le llama “Caña Hueca”, le gustaba que le dijeran su apodo. René, el segundo de la familia que ya se fue, popularizó el sobre-nombre de “Caña Hueca”, pues todos le decían “el cañita” y los de más confianza le decían “Caña”, m uy querido pro su lealtad y simpatía, recuperó Castro Aguilar.

En este sentido, “el ranchito”  contaba con un área de diecinueve hectáreas que comprendían desde la carretera o bulevar Belisario Domínguez, hasta el Río Sabinal de aquel ayer; y desde el Callejón “Tzapatá” (apalabras zoque que quiere decir: calle empedrada en forma de petate).

En este ranchito, escribió Culebro, tenía sembrados múltiples árboles frutales, mangos de diferentes clases, chicozapotes también de diferentes clases y muy dulces, naranjas dulces y agrias, limones persa y mexicano o común, papaya de buena calidad, zapote negro muy dulce, zapote colorado o mamey, plátanos o guineos como se le dice aquí, de diferentes clases (morado, Chiapas, machos y de cochi cuadrado), se sembraba también maíz (milpa) y los desechos después de la pisca o cosecha era un excelente alimento para el ganado, habían así como cañaverales, pues Don Mario tenía un trapicho movido por caballos que exprimía la caña de azúcar.

“Las Hoyo Mayú”

No obstante, Verónica se refiere al espacio conocido como “Joyyo Mayu”, cuya historia se entrelaza con la del rancho de los Culebro.

En el libro “Caña hueca”, se nos cuenta que a un costado del ranchito de Don Mario, Doña Chabelita Viuda de Mota y su hijo Hernán, eran los dueños de un rancho, o sea del otro lado del río.

El rancho de los Mota era lo que ahora es el Parque Hoyo Mayú, palabras que quieren decir en zoque, Flor de Mayo. En dicho espacio, tenían ganado y también árboles frutales.

Posterior en la época del gobernador Gonzalez Garrido, la esposa de éste, Doña Patricia Ortiz Mena, en honor al grupo de señoras coitecas que se auto-nombraron “Hoyo Mayú”, grupo de señoras altruitas que se dedicaban entre otras cosas a, a apoyar a los ancianos y a los niños de la calle, se hicieron amigas y por pellas se les pusieron a ese parque el nombre de “Hoyo Mayú”, ilustró Culebro.

En síntesis, ambos espacios muestran desde su nacimiento una conexión historia con la particularidad tuxtleca. Por una parte, el nombre de “Caña hueca” responde a un sobrenombre establecido hacia la familia dueña del rancho, mientras tanto, “Joyyo Mayu” a la raíz zoque de Flor de mayo.

Resistencia ciudadana

En diferentes tiempos, las autoridades gubernamentales intentaron modificar los nombre de ambos parques. Por un lado, el gobernador Absalón Castellanos Domínguez, debido a una diferencia de carácter; nos cuenta Culebro, decidió modificar el nombre del parque “Caña hueca” a “Plan Chiapas”. Sin embargo, la ciudadanía resistió y decidió olvidar este último nombre.

Esto último lo recuerda perfectamente Verónica, ya que mencionó que ese cambio de nombre era injusto para todas las generaciones que cariñosamente se apropiaron del espacio.

Es una herencia ambiental para todos y todas. Apenas se fue Don Absalón y los tuxtlecos le seguíamos llamado Caña Hueca. (…) Ahora estamos tristes, siento que le fallé a la familia Culebro, al ranchito y a Don Juan, puesto que no logramos defender nuestro patrimonio como se debía, expresó.

Por su parte, Verónica se dirigió hacia las futuras generaciones quienes no tuvieron la oportunidad de haber jugado, comido y bañado en el rancho de los Culebro o de Doña Chabelita.

Nosotros si protestamos, pero el gobierno no nos escuchó; ni les importó nuestra opinión. Sí estuvimos, sí venimos. De 62 años, vine a representar a esas infancias que, posiblemente, si esto se concreta, van a tender todo el derecho del mundo a reclamarnos” refirió Doña Verónica acompañada de su familia en la marcha silenciosa por los árboles condenados.

Por otro lado, la administración de Juan Sabines Gutiérrez cambió el nombre del parque “Joyyo Mayu” a “Salomón Gonzalez Blanco”: inclusive se colocaron letras doradas y un busto; los cuales aún persisten.

No obstante, la ciudadanía decidió resistir a dicha acción gubernamental, para así “borrar las letras doradas” y reafirmar el nombre de dicho espacio.

El destino

La historia nos puede conducir a que, su destino era acoger a la ciudadanía como parques emblemáticos. Puesto a que el inmueble originalmente pretendía ser un centro comercial, no obstante, las cosas cambiaron por la falta de dinero.

Castro Aguilar, hace recordar en su libro “Bosquejos históricos de Tuxtla Gutiérrez de José Luis Castro Aguilar”, la inauguración del parque “Caña hueca” el primero de diciembre de 1982 por Juan Sabines Gutiérrez, exgobernador sustituto del estado de Chiapas (1979- 1982), media hora después de haber entregado el Poder Ejecutivo del estado, en el Teatro de la Ciudad Emilio Rabasa, a Gustavo Armendáriz Ruiz, gobernador interino del estado; por ocho días, del primero al ocho de diciembre de 1982.

Por tanto, fue la falta de dinero la cual condujo a establecerlo como parque, ya que según Castro Aguilar, se iban a construir una macroplaza comercial y un mercado público.

“El arquitecto Luis Orantes Aramoni, un hombre de quien siempre fue inseparable como titular de obras públicas de don Juan, cuenta como Caña Hueca, este parque recreativo en donde ahora está su estatua, fue un último lugar inaugurado por él, sin ser ya gobernador (…) Ya no había dinero y ya se había comprado este predio, para hacer una plaza comercial con un mercado. Los recursos se terminaron, teníamos maquinaria pesada, en la secretaría que no estaba trabajado por la falta de recursos para los programas, se nos ocurrió trazar un parque aquí porque estaba arbolado y sin decirle a don Juan aguas va, nos pusimos a trabajar cuando le prestamos el proyecto le encantó y consiguió recursos. Fue inaugurado cuando ya no era gobernador. Entregó el gobierno en el Teatro de la Ciudad, pero de paso inauguró el parque y se fue. Fue su última inauguración que la hace ya no siendo gobernador.

En junio de 1990, en el Parque fue erigido en honor a don Juan Sabines Gutiérrez (1920-1987) un monumento con su estatua al tamaño natural en reconocimiento a su trayectoria como político chiapaneco y benefactor de Tuxtla Gutiérrez, su tierra natal. No obstante, la historia nos hace recordar las circunstancias verdaderas del espacio.

[1] Culebro, V. (2017). Caña Hueca. UNACH.

[2] Castro, J. (2014). Bosquejos históricos de Tuxtla Gutiérrez. CONECULTA.

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