El último oasis de seguridad de las juventudes en la zona norte de San Cristóbal
- “Levantones”, “balazos” o “narco” son palabras del día a día para un joven que vive en la zona norte de San Cristóbal. No obstante, las bandas aún no han acaparado a todos y todas las menores, quienes ven una alternativa en las expresiones artísticas y culturales.
- El gobierno municipal ha intentado hacer funcionar el lugar, sin embargo, no toma en cuenta un plan para tener una cohesión con las colonias aledañas, lo que la ha conducido a reiterados abandonos. Aunque, ahora un grupo de jóvenes y organizaciones impulsan temas de paz y prevención del delito.
Emilia de 15 años, con una sudadera amplia y pants, brinda una entrevista desde, lo que considera un espacio de paz, entre tanta inseguridad al vivir en la colonia 1ro de enero, ubicada en la zona norte de San Cristóbal de las Casas.
Ella está se mantuvo siempre cercana a su amiga Lucía. Ambas coincidieron al momento de que su familia les ha prohibido salir, pues las bandas dentro de la zona han incrementado y ellas se sientes más inseguras al ser mujer.
Se ha normalizado que veamos conflicto o personas que no deberían de estar aquí. Es muy fácil que cualquiera pueda ir y asaltarte, en el caso de las mujeres hasta pueden hacer cosas peores. Mi mamá no me deja salir sino estoy acompañada, pues muchas veces sentimos miedo al pasar por un grupo de hombres, contestó Emilia con cierta timidez.
No obstante, Emilia entiende que los hombres que integran esas bandas no manejan sus emociones, pues sienten frustración y miedo, lo que los orilla a meterse a dichos grupos: en los cuales dichos sentimientos se alejan.
Hay más salidas que simplemente meterte a grupos que no. Existe el arte, la música, la fotografía y más. Es necesarios que se enseñe a los niños a manejar sus emociones, aceptar lo que sienten, eso ayuda mucho a cualquiera, finalizó mirando a los ojos a su amiga.
Nuevo intento gubernamental
La Secretaría de gobierno estatal coordinó diversas reuniones con los tres niveles de gobierno y la sociedad civil con el fin de construir un “Programa de reconstrucción del tejido social de San Cristóbal de las Casas”.
El programa, según informó la institución, fue desarrollado desde marzo pasado, lo que derivó en un diagnóstico diseñado por el Instituto Mexicano para la Juventud (IMJUVE).
La Secretaría de gobierno detalló que las actividades estarán dirigidas a todos los grupos de edad, aptas para incentivar y desarrollar capacidades, en los propios entornos de la población beneficiaria y de manera gratuita, con el objetivo de fomentar la cultura de paz y prevenir conductas potencialmente nocivas para la comunidad.
En una reunión primero entre integrantes del gobierno y, luego con la sociedad civil, dicho programa busca trabajar en áreas de desarrollo humano como: educación, cultura y artes, cuidado del ambiente, deporte, prevención del delito y adicciones, atención integral a la juventud, igualdad de género y pueblos indígenas; todo con un enfoque integrador y basado en el respeto a los derechos humanos, igualdad e inclusión.
Sin embargo, el programa aún no se ha publicado y el miedo avanza en las juventudes de San Cristóbal.
La casa segura
La Casa de la cultura de la zona norte es un refugio de paz para las juventudes Pues es un sitio que está alejado de los grupos de jóvenes integrantes de bandas o balaceras.
Jorge Guillen, es un joven que funge como coordinador de dicha casa, aunque no cuenta con un nombramiento colectivo, esto pues, dicho sitio está siendo rescatado de la sociedad civil ante fallidos intentos de las administraciones gubernamentales, quienes no lograron una cohesión entre el sitio y la población cercana.
Guillen es parte de un colectivo llamado “Sociedad en acción”, cuyo objetivo ha sido trabajar en la prevención del delito y la violencia. El joven informó que dicho lugar ha sido inaugurado dos veces, en eventos gubernamentales que han sido vagos y sin entender la necesidad de la cohesión necesaria entre la comunidad y el espacio.
Por tanto, el joven convocó a otras organizaciones para reactivar el espacio abandonado desde el pasado 20 de junio. Su prioridad es generar una apropiación del espacio por parte de las y los jóvenes de las colonias cercanas al sitio.
Y poco a poco se nota.
La reinauguración del espacio se dio con la presencia de artistas locales y organizaciones de la sociedad civil, quienes comprenden diferentes metodologías para trabajar el sector que está siendo arrastrado por la marea de la violencia.
Guillen es consciente de que la zona norte no es solo estigmas, también hay talentosos músicos, artistas y personas que quieren un cambio para su alrededor.
Claro que existe un conflicto, pero existe entre los jóvenes algo que los vuelve más vulnerables. La zona norte tiene un contexto histórico, social y educativo diferente a toda la ciudad. Esos jóvenes están vulnerables a que la delincuencia los reclute o acapare, mencionó.
El primer proyecto del colectivo “Sociedad en acción” fue coordinar un torneo de futbol en la zona norte. Lo de menos era el deporte, explicó Guillen, ya que el objetivo era que, en cada junta para conocer el rol de juegos, se diera una plática sobre nuevas masculinidades. Todo esto, basado en su metodología de jugando-aprendiendo.
Los atraemos para que puedan asistir al taller. Entre los dos años, hemos capacitado a 750 jóvenes de esta zona. Llegamos a tener experiencias fuertes, pues habían “banditas” dentro de los equipos, aunque ellos decían que solo querían jugar. No obstante, las otras personas si manifestaban un impacto al verlos, narró.
Guillen comentó que, pese a tener un protocolo listo para cualquier situación violenta, durante los partidos nunca ocurrió nada, debido a que a ellos les interesaba jugar.
Dentro de los resultados de este ejercicio, lograron ubicar un consumo de alcohol, marihuana y cocaína entre los jugadores, sin embargo, Guillen considera la cifra es más alta de la que pudieron obtener.
El futbol fue lo primero, pero con la casa de la cultura como un espacio amplio, seguro y capaz de reunir a las juventudes, el siguiente proyecto de “Sociedad en acción” fue armar un coro para la paz, cuya meta es que funcione como una herramienta de integración social en el abordaje de problemas como la delincuencia o violencia.
Hoy, el coro por la paz de la casa de la cultura cuenta con 46 estudiantes, todos ellos, con el ánimo de expresar sus emociones por medio de otros mecanismos alejados de la violencia. Sin embargo, dicha iniciativa aún da sus primeros pasos y no cuenta con instrumentos, los cuales serían vitales para reforzar la intención de las juventudes.
“Sociedad en acción” junto a “Médicos del mundo” y la “Iniciativa Whitaker, para la paz y el desarrollo” organizan talleres y colaboran todos los días de 4 a 7 de la tarde para trabajar sobre la cultura de paz y la prevención de la violencia.
Yolanda Pérez Hernández, asistente de la Iniciativa, imparte talleres en la casa de la cultura y conoce la historia del lugar. En 2016, la entonces regidora Leticia Lesciur junto a otras dependencias y organizaciones lograron construir el lugar. Al siguiente año, se hizo una inauguración, aunque nunca entró en función porque no se involucró a la gente o representantes.
En 2019, la casa de la cultura se volvió a inaugurar con los mismos fines por la administración municipal, pero al poco tiempo fue abandonado por la falta de actividades. En ese año, una organización pretendió utilizar el espacio como una casa del migrante, lo que detonó las alarmas del gobierno municipal presidido por Mariano Díaz Ochoa, quien autorizó la construcción de una pared que dividiera los espacios interiores del patio, así como, el levantamiento de todos los materiales y herramientas de la casa.
Así es como, la casa de la cultura se quedó vacía y sin jóvenes.
Pérez Hernández comentó del rescate que se hizo a la casa de la cultura, quienes lo primero que hicieron fue romper el muro.
El lugar estaba vacío, el gobierno pretendía involucrar a los sectores, pero nunca lo logró. Jorge (Guillen) inició el proyecto del coro por la paz y el sitio regresó ahora sin involucrar actores políticos, dijo.
Desde su experiencia como tallerista, Yolanda ha identificado que el problema de la violencia entre las juventudes no es exclusivo de la zona norte, ni de San Cristóbal, sino de todo el país. Aunque, dicha zona se vio más afectada que otras colonias a raíz de la pandemia, ya que muchos de las juventudes tuvieron carencias, desertaron de la escuela, migraron o se integraron a trabajar.
La violencia va hacia arriba, por eso, lo más fácil es el narco y el crimen organizado. Inclusive, ahora las juventudes lo ven como una admiración a aquellos que andan en motocicleta, mencionó.
La maestra consideró a la casa de la cultura como una zona de seguridad para las juventudes, quienes quieren expresarse por medio del arte y la cultura, además, de entrar una dinámica diferente de convivencia.
Me decían que vienen aquí porque no tienen estrés o formas de presión. Aquí, no tienen el sentimiento de sacar esa ira (…) Me compartieron que no salen de manera segura, se tienen que ir cuidando hasta de sus vecinos, ya no saben en quien confiar. De alguna manera, es un encierro injusto» comentó.
Desde su visión, la maestra considera que, según lo que le han dicho sus estudiantes, no existe un reclutamiento del crimen organizado hacia los jóvenes, sino hay muchos quienes están dispuestos a entrar, pues así reducen su miedo o desconfianza.
“No podemos salir y no hemos hecho nada”
En el marco del Día Internacional de las Juventudes, la casa de la cultura de la zona norte fungió como el reciento para realizar diferentes expresiones artísticas y culturales. Nuevamente, con la intención de hacer una sinergia con las colonias cercanas y en especial, sus juventudes. Dentro de ellos, se encuentran cuatro menores, quienes están siendo capacitados por la Iniciativa Whitaker para ser constructores y constructoras de paz.
Uno de esos constructores es Antonio: el primero en ofrecerse a expresar lo que sentía sobre su colonia.
Antonio con 16 años vive con miedo, pues su forma de vestir con pantalones y suéter roto, junto a su cabello largo, pueden hacer pensar que es integrante de una pandilla. Él vive en la colonia “1ro de enero”, la que consideró peligrosa, inseguro y donde recurrentemente hay disparos.
La mamá de Antonio le ha prohibido salir por la inseguridad, a razón de que para su familia ya es algo preocupante.
Básicamente tenemos miedo a salir, a una bala perdida o me confundan con alguna persona por un ajuste de cuentas; lo que ya ha pasado con otras personas, comentó.
Antonio está en un curso para identificar la violencia y ser un constructor de paz, su meta al acudir a dichos talleres es componer su colonia, pues la zona se ha deteriorado.
A mi me desagrada mucho ver a mi colonia así con inseguridad. Deberíamos hacer un cambio para que nuestra ciudad se componga y sea lo que alguna vez fue (…) Dentro de los grupos hemos abierto nuestros propios talentos y entender cosas que no tenemos que ver. La mayoría de los jóvenes que hacen daños son porque no tienen nada que hacer, añadió.
Santiago, es un constructor de paz de la colonia Diego de Mazariegos: ubicada a unos kilómetros de la casa de la cultura. A sus 14 años, tiene claridad sobre lo que significa un homicidio, pues ha escuchado las detonaciones y peleas entre pandillas.
El joven es claro al decir, que los jóvenes no deben vivir en la violencia, por ello, existen diferentes formas para evitarlas, como practicar un deporte o buscar las artes.
Es peligroso, uno generalmente sale con inseguridad por algo que te puede pasar o lo que alguien te pueda hacer, mencionó con los ojos hacia abajo.
Por otro lado, Lucía es una constructora de paz con 14 años. Ella menciona sentir tristeza y frustración, pero lo ha canalizado con los talleres impartidos dentro de la casa de la cultura.
Quisiera hacer que ellos vinieran aquí, invitarlos, porque nos mantienen mucho tiempo ocupados. Sí liberamos emociones en la música, arte, tomando fotos y así. No es algo ridículo, si te ayuda, dijo acompañada de Emilia.
Ella vive en Molino de los arcos, colonia también cercana a la Casa de la cultura.
Cuando salgo de mi casa y veo a muchos chicos, es cuando hay problemas, todos salen como si fuera un lugar de narcos. Se siente raro, ya que sientes mucho peligro (…) Los hombres reaccionan de formas muy violentas e inapropiadas. Además, no sé de que son capaces, mencionó.
Lucía consideró que los jóvenes de esas bandas están enojados, por las injusticias que comenten hacia ellos. Por lo tanto, les dice que existen otras maneras de liberar emociones, pues al no saber expresar el coraje o la tristeza, se meten en caminos que no deberían.
Miguel Ángel, es el último en ser entrevistado: un poco más tímido que el resto, tiene claro lo que pasa a su alrededor. Él es el constructor de paz más joven con apenas 12 años.
El joven vive en la “1ro de enero” y a su corta edad, ha presenciado asaltados y balaceras a las tres de la mañana. Lo que resulta en que su madre no le deja salir, por ello, se conflictúa, pues no es su culpa.
Mi mamá no me deja (salir) por la inseguridad de estos grupos. Me da frustración y un poco de enojo, es culpa de ellos que no salgamos, no la nuestra, comentó con claridad.
Durante los talleres, Miguel Ángel reflexionó al decir que la plática también sirve para solucionar los problemas y que la acción más pequeña como no tirar basura, puede salvar de problemas futuros.
Quisiera que se acabará, finalizó Miguel.
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