Aldeas SOS, una comunidad resiliente

Las Aldeas Infantiles buscan ser la última alternativa. Acogen a quienes ya no tienen a donde ir, siempre defendiendo el derecho de vivir en comunidad y en familia. No buscan ser permanentes, la idea es que las y los miembros puedan reincorporarse lo más pronto posible al exterior. – Foto: Alma Martínez

*La institución tienen como prioridad trabajar por el interés de las niñas, niños y adolescentes, quieren hacer escuchar sus voces, porque solo así se dejará de verlos como objetos de protección y sin capacidad de participación.


Por Alma Martínez

Tras la Segunda Guerra Mundial, miles de niñas y niños quedaron discapacitados, perdieron a sus seres queridos y se convirtieron en las víctimas que pocos veían. En 1949, el médico austríaco Hermann Gmeiner fundó la organización Aldeas Infantiles SOS en Imst, Austria para brindar un nuevo hogar a quienes que habían perdido el cuidado de sus familias a causa de la guerra

La Aldea Infantil SOS Tuxtla se fundó en 2002 con el objetivo de atender a niñas, niños y adolescentes con discapacidad y en situación de pobreza. Basaron sus acciones en cuatro fundamentos: ellas y ellos deben ser reconocidos de manera individual, ser cuidados por mujeres, el derecho a crecer en ambientes familiares y el derecho a vivir en comunidad.

En la Aldea Infantil SOS Tuxtla hay 34 participantes: 15 adultos y 19 niños, niñas y adolescentes. De acuerdo con su edad y condición de discapacidad o de no discapacidad están agrupados en casas familiares, siendo nueve casas de las cuales siete están operando. – Foto: Alma Martínez

Rocío Toledo, directora de la Aldea Infantil SOS Tuxtla, comentó que las niñas, niños y adolescentes que ingresan y egresan de la Aldea lo hacen a través de entes rectores, como el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), quien envía una solicitud explicando los motivos por el que el infante tiene que partir del entorno familiar y a su vez se encargan de decidir por cuanto tiempo van a permanecer en la Aldea, si van a reincorporarse a su familia o si van a canalizarle a otra institución.

Toledo explicó que, en un inicio, el enfoque de la Aldea Tuxtla era la población con discapacidad, sin embargo, la misma experiencia los llevó a comprender que la condición de discapacidad por sí misma no era una razón para que un infante terminara dentro de una institución, por lo que en los últimos años se han ido transformando para brindarle a cada grupo los requerimientos necesarios.

Anteriormente decían que formaban familias, pero se dieron cuenta que con este modelo a la familia se les hacía fácil dejarlos y posteriormente abandonarlos. De hecho, en la Aldea hay 16 participantes con alguna condición de discapacidad, 13 de ellos son adultos y la mayoría fueron abandonados. – Cortesía: Aldea Infantil SOS Tuxtla

Lo que pasó es que al haber una institución que abre sus puertas y da opciones de acogimiento con un enfoque de garantizar la salud y la rehabilitación, se perdió de vista el objetivo central. Hoy se está haciendo una revisión caso a caso para buscar alternativas de reintegración familiar, expresó Rocío Toledo, directora de la Aldea Tuxtla.

Hasta hace dos años volvieron a hacer acogimientos de niñas, niños y adolescentes, durante ocho años no recibieron a nadie porque la población de la Aldea fue envejeciendo y no había familiar para recibirles. Actualmente la participante de mayor edad tiene 33 años, tiene discapacidad severa y ha estado en la institución por 16 años.

Un informe del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG), titulado “Información estadística y cualitativa sobre violencia en la niñez y en la adolescencia (delitos sexuales) en las entidades federativas”, registró que Chiapas tiene la mayor proporción de abandono de menores, con el 31.3 % dentro de la distribución de maltrato infantil.

Además del problema del abandono al que han sido sometidas las niñas, niños y adolescentes, de la Aldea está el hecho de que son juzgados por crecer en instituciones de protección. Toledo detalló que se les ve como los “pobrecitos” que han vivido en un albergue, casa hogar, orfanato o Aldea, lo que incluso los lleva a ser víctimas de una discriminación “positiva” en la que reciben un trato diferente, por ejemplo, cuando les regalan calificaciones.

En las escuelas hay estas ideas de que son chicos rotos y problemáticos, algunas veces es así, pero hay que tener en cuenta que son chicos que vienen de vivencias familiares difíciles, de carencias económicas y de alimentación, de rezagos educativos terribles y no es que sea un “burro” porque no es lo quiso, no es lo que eligió, manifestó la directora de la Aldea Tuxtla.

Cada miembro tiene una historia de vida, algunos provienen de madres con problemas de adicción, de padres violentos, de condiciones de pobreza y abusos. Cada historia se tiene que respetar, reivindicar y sanar. – Cortesía: Aldea Infantil SOS Tuxtla

Toledo comentó que el 70 por ciento de las madres de las niñas, niños y adolescentes que están en la Aldea lo fueron entre los 12 y 14 años y, que lo más probable es hayan sido violadas y posteriormente algunas fueron expulsadas del entorno familiar. Consideró que es la repetición del círculo de pobreza y violencia, círculo que es necesario romper.

Ellas y ellos mismos se preguntan quiénes son, de donde vienen, por qué llegaron a Aldeas Infantiles. Se van construyendo sus propios imaginarios, te parte el corazón cuando te dicen es que mi mamá no me quiere y tal vez ese acto que esa mamá hizo tuvo que ver con un acto de amor, porque quizá le entregó al sistema porque si se quedaba con ella ponía en riesgo su vida, como morir de hambre, expresó Rocío Toledo, directora de la Aldea Tuxtla.

Agregó que los mismos chicos y chicas le cuentan que cuando van a pedir un trabajo, son vistos como si no valiera la pena apostar por ellas y ellos, los prejuicios y estereotipos los persiguen. En las entrevistas, les preguntan por qué en su solicitud no aparece el nombre de su mamá y cuando les explican que vienen de un centro de asistencia les dicen que luego los llaman y esa llamada nunca llega.

De acuerdo con la revista Ganar-Ganar dedicada a la Responsabilidad Social y Sustentabilidad, en México más de 33 mil niños y niñas viven en instituciones sin el cuidado de una familia. De ellos, el 73% viven en centros para menores de edad y desafortunadamente, existe poco interés en garantizar su derecho a vivir en familia

La negligencia y el daño causado por la temprana privación de una familia, es una forma de violencia. Nadie le ha preguntado a los niños, niñas y adolescentes, ¿Qué sienten al vivir institucionalizados? o ¿Cómo preferirían vivir?, escribieron en Ganar-Ganar.

También, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) estableció en un artículo denominado “Derechos de las niñas, niños y adolescentes” que son niñas y niños los menores de 12 años, y adolescentes las personas de entre 12 y 18 años. Además, les reconoce el Derecho a vivir en familia, a no ser discriminados y a vivir en condiciones de bienestar, entre otros.

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Las cuidadoras son las encargadas de construir vínculos afectivos con las niñas, niños y adolescentes, se hacen cargo de administrar la casa que les corresponde, establecen los horarios para levantarse y la distribución de actividades entre los miembros. Actualmente hay 11 cuidadoras que se encargan de siete casas y aunque se ha extendido la invitación a los varones, ninguno se ha presentado.

Anteriormente se les llamaba Madres SOS o Madres Sustitutas, pero se dieron cuenta que no podían asumirse como tal, salvo ser un referente afectivo desde el rol que les toca, sobre todo porque cada que alguien se va es doloroso. Las y los miembros de la Aldea van viviendo despedidas tras despedidas, las del entorno familiar, cuando algún compañero regresa a casa, cuando una cuidadora decide que ya no puede continuar laborando hasta cuando alguien pierde la batalla en su discapacidad.

Somos una comunidad resiliente que, frente a tantos duelos, frente a tantas perdidas hay una capacidad de poder acoger y de acompañar de manera amorosa a las personas hasta el final. Son retos porque al final cada uno tiene una historia dentro de las Aldeas no solamente los niños, los colaboradores también, expresó Toledo.

Rocío Toledo, directora de la Aldea Infantil SOS Tuxtla, es psicóloga de profesión con maestría en psicología social. Vive dentro de la Aldea y cuenta que lo que la ha hecho quedarse son las historias de vida, el apostar y construir un futuro mejor para ellas y ellos. – Foto: Alma Martínez

La directora señaló que trabajar en la Aldea es una labor linda y retadora sobre todo en la parte emocional, tiene que gustarte el trabajo con niñas, niños y adolescentes y tener en claro que ellas y ellos ya tienen vidas complicadas como para que los adultos vayan a complicarlo más.

Además, espera que en un futuro no muy lejano la Aldea Infantil SOS Tuxtla pueda implementar la existencia de grupos de acogida en donde no necesariamente tenga que existir un vínculo biológico y así poder transitar del proyecto de Acogimiento Familiar al de Fortalecimiento Familiar para trabajar con las familias y comunidades vulnerables en prevenir el abandono. Por el momento están iniciando un proyecto para acoger grupos de adolescentes migrantes no acompañados, recordando que Chiapas ocupa un lugar importante en el tránsito de población migrante.

 

https://www.aldeasinfantiles.org.mx/tuxtla

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