Tenemos que sembrar como lo hacían nuestros abuelos, sembradores
*Las Escuelas de Campo de Agricultores es una metodología de aprendizaje, reconoce la sabiduría heredada entre generaciones dedicadas al agro y la transmite mediante lecciones en torno a la organización, toma de decisiones y procesos participativos, de modo que las parcelas sanas son solo uno de los resultados.
José Ignacio Sántiz García y Trinidad Alemán Santillán, técnicos académicos del Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), dieron a conocer que, productores y productoras tsotsiles de la localidad de Tojtic, municipio de Mitontic durante una dinámica de aprendizaje colectivo a través de la metodología Escuela de Campo de Agricultores (ECA) les dijeron: “Siempre sabemos algo”.
Sántiz García y Alemán Santillán señalaron que, la frase refleja que los conocimientos tradicionales tienen la vigencia y oportunidad de su construcción colectiva centenaria y que ha sido la base de las tecnologías agrícolas de diversas comunidades en el campo mexicano.
Sin embargo, los técnicos mencionaron que para cualquier propuesta de “capacitación” agrícola necesitan partir de identificar retos, aportar información y fortalecer la toma de decisiones individuales, familiares o comunitarias respecto al aprovechamiento de los recursos disponibles y la producción agrícola.
Por ello, las ECA se apoyan en dichas ideologías, basadas en la filosofía de aprender haciendo, identifican necesidades y proponen alternativas mediante esquemas participativos en los que generan, analizan y utilizan información, con el fin de aprovecharlas lo mejor posible.
Sántiz García y Alemán Santillán describieron la “escuela” que se puso en marcha en Tojtic, en 2018, por iniciativa del Centro de Investigación y Servicios Profesionales A. C. y Heifer Internacional, donde ambas impulsaron la conformación de la ECA “Ts ́unolajeletik ta Tojtic” (Sembradores/as de Tojtic), a la que después se incorporaron Jóvenes Articulando Territorios, A. C. y la Iniciativa Whitaker para la Paz y el Desarrollo.
Explicaron que, como parte de su esquema, tiene “principios metodológicos irrenunciables”, entre ellos el proceso de aprender haciendo mediante la práctica en la parcela, las experiencias como base para compartir conocimientos, y las decisiones grupales consensuadas.
Puntualizaron que cada contexto demanda cambios, pero con creatividad definen las acciones más convenientes, por ejemplo, en la ECA de Tojtic se utilizó el teatro guiñol para sumar más participantes y promover una agricultura ecológica, además, utilizaron materiales lúdicos para el abordaje de talleres en espacios que no eran en sí para parcela agrícola.
¿Nos podemos inscribir a la Escuela de Campo? Me gustaría participar, pero no sé leer y escribir; puedo enseñar a cómo sembrar y trabajar la tierra ya que eso sí sé hacer, dijo Don Abraham, un adulto de Tojtic.
Los técnicos enfatizaron que, la ECA es una herramienta flexible y abierta que no pretende generar recetas estrictas, ya que, no menosprecia las experiencias y competencias campesinas, sino que el conocimiento agrícola local es el eje de las actividades, y la metodología es solo una herramienta.
Pensé que en la escuela de campo íbamos a estar en un salón y que alguien nos iba a enseñar, pero veo que fue en la parcela y todos participamos; hasta aprendí cosas de los mayores que no sabía, creo que mis papás tampoco, compartió Emilio, un joven padre de familia de la localidad.
Sántiz García y Alemán Santillán compartieron que, para emprender una ECA en Tojtic se realizaron reuniones y asambleas comunitarias con el respaldo de las autoridades locales, donde se interesaron 29 personas: 11 mujeres y 18 hombres, aunque solo 19, en su mayoría varones, culminaron el proceso.
Después de la presentación en la comunidad y del diálogo entre técnicos y productores, realizaron un diagnóstico participativo, donde identificaron el interés de los pobladores en la producción de hortalizas, debido a su importancia económica y de alimentación familiar.
Fue a partir de esto que determinaron una agenda de trabajo con 13 sesiones de aprendizaje, en las que abordaron temas relacionados con el control de plagas, nutrición del suelo y asociación de cultivos.
Es mejor no utilizar agroquímicos porque así nos cuidamos también nosotras y además cuidamos la tierra. Recuerdo que antes mis abuelos no utilizaban químicos y trabajábamos de manera natural, tenemos que regresar como antes, mencionó Doña María, una adulta mayor.
Los técnicos manifestaron que, las actividades se organizaron con base en el ritmo y forma de vida de los habitantes, destacando la intención de compartir ideas y la decisión de no esperar apoyos en especie o efectivo, así como asistir a sesiones y reuniones acordadas o convocadas.
Asimismo, se involucraron integrantes de cada familia, lo que generó entornos de intercambio de saberes intergeneracionales y reflexiones colectivas.
Eligieron la parcela de uno de los productores a la que se llamó “parcela escuela”, en ella sembraron hortalizas comerciales y verduras locales, como chexlom kulix (col lisa), muy itaj (hierba mora), sakil napux (nabo) y molox itaj (verdura colocha o kale).
Los cultivos consideraron las fases de la luna y las prácticas acostumbradas en la comunidad, como la siembra de la higuerilla y el uso de sus semillas para el control de roedores e insectos.
Los técnicos, por su parte, sugirieron incluir cilantro, epazote, hierbabuena y cebollas como repelentes adicionales de insectos, además de la incorporación de abono de composta y bocashi para enriquecer el suelo.
Es así como los resultados mostraron un mejoramiento en el color, vigor y sabor de los cultivos. En cuanto a la producción, se pasó de uno a tres kilogramos promedio por metro cuadrado de hortalizas cultivadas y fue evidente la baja población de plagas, este último fue fundamental, pues el diagnóstico había evidenciado un elevado uso de agroquímicos y desconocimiento de técnicas alternativas para el control de plagas.
Sántiz García y Alemán Santillán agregaron que, la evaluación del proceso se dio mediante la reflexión grupal respecto a los retos y beneficios sociales, ambientales y económicos obtenidos, así como en cuanto a la importancia de la recuperación de conocimientos tradicionales y la producción de alimentos locales.
El ciclo finalizó con un evento cultural al que asistieron organizaciones de la sociedad civil y familias de comunidades aledañas.
Me siento contenta porque pude estar en todas las reuniones y vi cómo podemos ir mejorando y cuidando nuestra parcela, que es algo que ya hemos hecho, pero necesitamos recordar para que no se nos olvide, ya que ha cambiado mucho. Podemos seguir trabajando con el grupo hasta donde se pueda, mencionó Doña Marcelina, adulta jefa de familia.
Por otro lado, los técnicos dijeron que. fueron varias las lecciones de la experiencia. En primer lugar, reconocieron prácticas agrícolas tradicionales, permitiendo así valorar los conocimientos que se han heredado de generación en generación.
En segundo lugar, la parcela representó un trabajo colectivo y participativo que consolidó la organización y la toma de decisiones entre hombres y mujeres. Por último, fue posible observar cultivos sanos, libres de agroquímicos y con un ahorro económico por la utilización de los residuos naturales que se reincorporaron al suelo.
Pero, añadieron que cuando las personas replicaron el proceso en sus parcelas familiares, se percataron que la producción convencional a la agroecológica demanda mayor tiempo y mano de obra.
La experiencia de implementar primero en una parcela colectiva dejó en claro que es necesario organizarse, aliarse, sumar esfuerzos, compartir conocimientos y tomar decisiones conjuntas para mejorar los resultados e impactos, mencionaron Sántiz García y Alemán Santillán.
Además, la ECA Ts ́unolajeletik ta Tojtic confirmó que es posible originar propuestas incluyentes y transformar de manera positiva la organización en la agricultura familiar, pues la ventaja reside en su flexibilidad y su potencial de adaptación de acuerdo con el contexto y los intereses de cada grupo y comunidad.
Observaron que la dinámica debe ser facilitada por personas con habilidades, conocimientos y experiencias en el manejo de grupos y agricultura. La empatía, cultura, lengua y el gusto por el trabajo social y agrícola, son características que permiten generar confianza y corresponsabilidad entre quienes participan.
Por último, mencionaron que la agroecología tiene una contraparte empírica en la agricultura campesina, y la ECA puede ser una herramienta que puede facilitar un encuentro benéfico entre comunidades rurales, organizaciones sociales y academia.
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