Adultos mayores vencen la desinformación, y llegan a vacunarse
Vencieron la desinformación, desconfianza, la brecha digital y hasta la desorganización. Este día, miles de ancianos y ancianas que habitan la capital de Chiapas, recibieron la vacuna antiCOVID.
Para que Doña María llegara al puesto de vacunación ubicado en Albania Alta, una colonia popular de la capital de Chiapas, tuvieron que pasar varias horas de conversaciones con su nieto. El proceso no fue sencillo, hubo que explicarle con detalle las causas y efectos de la pandemia, las muertes y crisis económica que ha dejado a su paso.
Doña María, al igual que la mayor parte de la población de Chiapas, fue receptora de noticias falsas, de los rumores que corren en redes sociales, medios de comunicación, en charlas de vecinos y vecinas. Unos decían que alguien había muerto tras recibier la vacuna, otros le contaban que lo que les inyectan es agua o aire. Un año de encierro preventivo para evitar contagios, sin medios para contrastar la información, hizo a la anciana susceptible de las noticias falsas.
José, su nieto, cuenta que el peor obstáculo para que pudieran llegar al puesto de vacunación, fueron los rumores esparcidos en las redes sociales, que si bien Doña María no las consumía de forma directa, le llegan a través de vecinos, y de su propia familia. En Chiapas ha estado en entredicho hasta la existencia del nuevo coronavirus.
Hoy Doña María venció la desinformación, y hasta se entusiasmó cuando iba camino al puesto de vacunación, ubicado a 7 cuadras de su hogar. A la 1 de la tarde, ya se encontraba a la espera, fue la número 305.
Horas de espera bajo el sol, a un costado de automóviles que pasaban deprisa, en medio de un viento incontrolable, no la desanimaron. La estadía fue más llevadera con una bolsa con agua, galletas, y el refugio ocasional de una vivienda.
La espera trajo las charlas, Don Martin, un señor que dedicó más de 30 años a la docencia, camisa y pantalón bien planchados, contó que su esposa no se quería vacunar, tenia miedo. Para él, hacer la larga fila era avanzar a «la oportunidad única para afrontar una enfermedad tan canija».
A las 3 de la tarde, cuando vió llegar a su esposa, Don Martín se levantó de la silla de madera en la que esperaba. Ella, insistente, le pidió como muchas otras veces, que no se vacunara, porque -dijo- un amigo le contó que una persona había muerto por esta causa. El anciano resistió la presión, dijo que se quedaría ahí hasta que le aplicaran la inyección.
La desesperación por la espera llegó, y con ella nuevamente los rumores. La aglomeración seguía y decenas de familiares continuaron arribando hasta juntar 950 en ese centro de vacunación, uno de los 10 que instalación en la ciudad.
La fila avanzaba por instantes, para luego estancarse de manera desesperante. Ya había obscurecido cuando Doña María se encontraba a unos pasos del portón de la escuela donde una gran manta decía “Punto de vacunación anticovid”. Cansada pero con buen ánimo, se encomendó a Dios, nerviosa. Vio salir a personas que le confirmaban que no existía una reacción fatal o adversa.
Tras pasar el portón, se persignó. Cuando le tomaron la presión arterial, está marcó por encima de los niveles recomendados, comprensible luego del esfuerzo extenuante de mantenerse casi 7 horas en espera.
Doña María pasó al punto de vacunación, un sitio coordinado por cinco enfermeros y enfermeras, quienes de forma rápida le aplicaron la solución. Fueron unos segundos que le pueden significar años de vida. “Vacúnenme, quiero vivir unos años más” le dijo a la enfermera, al momento de que tenia la aguja en su brazo izquierdo.
La anciana no tuvo ninguna reacción adversa tras la vacuna. Con su nieto del brazo, salió contenta. Afuera ya la noche había caído, el viento continuaba soplando, y decenas de ancianos seguían en espera de ser vacunados.
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